Coltauco, el pueblo de Madame Gil
Hace nueve años, esta comuna de la Sexta Región vivió una verdadera fiebre de los "quesitos mágicos". Un negocio increíble, que resultó ser la estafa del siglo. Giberte Van Erpe prometió el cielo y luego se hizo humo. Ayer, en París, fue condenada a la cárcel por el insólito fraude ocurrido en Chile.

María Cabezas tiene un taller de costura en su casa, ubicada en el sector El Almendro, de Coltauco, Sexta Región. Allí dicta clases de catecismo y es la persona a cargo de la capilla. Ayer, de hecho, estaba preocupada de organizar la Fiesta de la Virgen del Carmen, cuando se enteró de que Madame Gil había sido condenada.
“Seguimos con nuestra vida normal, trabajando. Trato de mover a nuestro pueblito de una manera positiva. ‘Ya, cambia la carita, aquí no se ha muerto nadie’, me dijo mi esposo, dándome ánimo”, contó.
Aquella mujer canosa y ancha que ella vio en televisión, y que reconoció de inmediato, en realidad se llama Gilbert Van Erpe. Es ciudadana francesa y hace algunos años, en 2006, la tuvo de cerca. Demasiado. Tanto, que se convirtió en una sombra de rabia y de impotencia, y también de vengüenza, para muchos de sus vecinos. Ella incluida.
Tras un largo juicio, esta Van Erpe, actualmente de 74 años, fue condenada ayer en Paris, por la justicia francesa, a seis años de cárcel -tres de ellos efectivos-, más una multa de 500 mil euros (cerca de $355 millones), como autora de una insólita estafa que se conoció como el caso de los “quesitos mágicos”. Un fraude que se repitió en varios países de Sudamérica, y que en Chile, entre 2005 y 2006, dejó a casi cinco mil víctimas, muchos de ellos residentes de Coltauco.
Kit de $ 250 mil
Lejos de los tribunales europeos, en la Región de O’Higgins, María Cabezas, junto a un grupo de diez personas, entre ellas una de sus tres hijas, la nana y una amiga, se embarcaron por aquel entonces en “los quesitos”.
No fue la única. Mucha gente de su localidad lo hizo. Van Erpe gestó desde allí su operación. La empresa de la francesa, supuestamente de alta cosmética, se llamaba Fermex Chile y vendía unos kits de insumos similares a un polvo blanco a $ 250 mil. Los compradores debían cultivarlos con leche y otros productos, mantenerlos por un tiempo y luego entregárselos a la misma firma, a cambio de una ganancia de hasta cuatro veces lo invertido.
En la casa de María Cabezas habilitaron una pieza y colocaron mallas en las ventanas, para evitar que ingresaran las moscas, dado que los compradores eran “súper exigentes con la higiene de los quesitos”, recuerda ella misma.
“Cuando vino a Coltauco, (Madame Gil) nos prometió un buen trabajo y nos dijo que íbamos a obtener grandes ganancias. Nunca lo dudamos, porque pagaban todas las semanas con depósitos en un banco”, cuenta su amiga.
Al principio, efectivamente hubo ganancias. Esta familia invirtió cerca de $ 25 millones. Para mediados de 2005 se había desatado una fiebre de quesitos. Gente vendiendo televisores, autos y hasta hipotecando sus casas para comprarlos. Hasta que Madame Gil y los pagos se hicieron humo.
El ex teatro de Coltauco, ubicado en la calle Lastarria, era el lugar donde varias veces se reunieron con la francesa. Una antigua infraestructura que en aquel tiempo fue adornada como para fiesta de matrimonio, y que hoy permanece semidestruida y abandonada. Quienes pasan por allí, en bicicleta o caminando, lo recuerdan. Se ríen. La mayoría aclara que “a mí no me estafaron, yo no soy tonto”.
Teresa Abarca vive a metros del lugar. Tiene furgones escolares y trabaja en el traslado de estudiantes. A pesar de las burlas que recibió, dice que “ya nadie se acuerda y lo asumimos. Lo que pasó, pasó”.
Claro que también reconoce que aprendieron la lección: “Cuando los negocios son extrañamente buenos, algo turbio hay. Ahora pienso mejor las cosas”. Dice que no invirtió tanto dinero, pero está conforme con la sentencia en contra de Madame Gil. “Está bien, ella se burló de nosotros; aunque sea anciana tiene que pagar por lo que hizo”.
Una pirámide
La sociedad anónima que dirigió el negocio de “los quesitos”, llamada Fermex Chile, S.A., fue constituida en noviembre de 2004. Y sus principales ejecutivos eran Víctor Mella y Fernando Jara.
A mediados de 2006 quedó al descubierto la estafa de tipo piramidal, en la cual, los primeros que participan sí tienen ganancias y los últimos son los más perjudicados. Intervino el Ministerio Público y en diciembre de 2007 ambos representantes fueron condenados a cinco años de cárcel por el delito de estafa, aunque resultaron absueltos de asociación ilícita. Siempre argumentaron que ellos también habían sido víctimas de Gil.
El fiscal centro norte Víctor Vidal fue quien condujo la investigación. “Recibimos una denucia de un fraude masivo, que partió en la Sexta Región y se extendió a otras ciudades. Indagamos las actividades de la ciudadana francesa, intervenimos las empresas delictuales, incautamos los dineros, logramos las condenas a los responsables y se le restituyó cerca de 60% del dinero defraudado a los afectados, que fue lo más relevante”, sostuvo ayer.
Agregó que “paralelamente, se interpuso una denuncia y solicitud de extradición en Francia, lo que no se logró, pero sí, gracias a nuestros antecedentes, ella fue detenida y hoy (ayer) se la condenó por lo que hizo en Chile”.
En Coltauco, la noticia fue vista como algo extraño, como si formara parte de una historia de otro lado, de otra gente. “No quedé conforme. Lo mejor sería que le quitaran todo, pero ya tiene su edad, ¿de qué nos sirve ahora que esté en la cárcel?”, dijo María Cabezas.
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