Concesión de parques urbanos
<div>Es buena idea concesionar espacios públicos a privados para agilizar el desarrollo y consolidación de áreas verdes, costaneras y playas.</div><div><br></div>

APARTE DE la educación y el ingreso, una de las mayores inequidades en Chile es la muy desigual distribución de áreas verdes. Pese a que la Organización Mundial de la Salud recomienda un mínimo de 9 m2 de áreas verdes por habitante, en ciudades como Santiago apenas se supera los tres, es decir, la tercera parte. Y peor aún, esa baja cantidad se concentra en las comunas más pudientes.
Para agilizar los esfuerzos que se han venido realizando por construir nuevos parques, el MOP ha informado que está estudiando la concesión de diversos parques urbanos por US$ 118 millones, que permitiría consolidar espacios públicos acudiendo a nuevas fuentes de ingresos por la vía de generar negocios a particulares sobre dichos terrenos.
La idea es buena. Si uno de los elementos novedosos de la gestión de Obras Públicas de Bachelet y su ministro Bitar fueron los estadios, bien podrían ser los espacios públicos una característica novedosa del actual gobierno.
El MOP tiene experiencia en crear espacios públicos que les han cambiado la cara a algunas ciudades, como es el caso de las playas artificiales en Antofagasta y Mejillones. Miles de personas repletan los balnearios Municipal, Carboncillo y Trocadero gracias a estas excelentes iniciativas, que han generado desarrollo inmobiliario y gastronómico en torno a sectores que antes estaban abandonados. También, se puede destacar la creación de paseos costeros, como el Wheelwright en Valparaíso o la Costanera del Estrecho en Punta Arenas. En ellos, la inversión ha sido sólo pública. Por concesión se construyó la Plaza de la Ciudadanía, mientras que Vitacura ha tenido éxito con restoranes en torno al Parque Bicentenario y BordeRío, y Las Condes desarrolla un atractivo parque acuático en el Parque Araucano.
Pero es necesario tener claro que los proyectos deben ser viables para ser exitosos. Pensar que se podrá forestar vendiendo bonos de carbono no es realista, pero sí hay numerosas empresas privadas que deben forestar para cumplir con las normas del plan de descontaminación y no han encontrado lugares aptos. Tampoco es viable transformar un torrente, como es el río Mapocho, en un río navegable. Independiente de quién sea el creador de la idea, no es viable.
Además, es necesario que los espacios sean atractivos para que el privado se interese en invertir. Hay que pasar del quiosco y el parquímetro a concesiones que permitan cobrar por la explotación de restoranes, canchas deportivas, estacionamientos subterráneos y otras iniciativas que en este espacio público se desarrollen. Más aun, la normativa actual permite construir edificación de uso público, educación o cultura en una quinta parte del terreno afecto a área verde, a cambio de que el privado materialice y consolide el 80% restante. Esto sólo para los numerosos terrenos afectos a áreas verdes que son baldíos y no se han consolidado como tales.
La entrega gratuita de parques a privados, como el caso de la Universidad Bernardo O´Higgins en el parque homónimo, es escandalosa y no se debe repetir. Pero sí es buena idea concesionar espacios públicos a privados para agilizar el desarrollo y consolidación de áreas verdes, costaneras y playas, creando lugares de recreación, esparcimiento y, en fin, ejercicio democrático de la vida en ciudad.
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