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Crítica de cine: Comer, rezar, amar

La escritora Liz Gilbert (Julia Roberts) descubre que ya no ama a su marido, que su matrimonio la tiene agobiada y que necesita "algo más" en su vida. Lo que no sabe bien es qué, porque ni el divorcio ni tener un romance con un hombre más joven parecen ser respuestas apropiadas. Su opción, entonces, es hacer un viaje. La primera parada es Italia, la segunda es India y la tercera, Bali. En cada destino conocerá hombres y mujeres que la ayudarán a encontrarse consigo misma, a punta de comida, rezos y, digamos, amor.

Hay una larga tradición de películas sobre mujeres en esta clase de búsqueda y muchas son nobles e intensas, desde Stromboli, de Roberto Rossellini, hasta Refugio para el amor, de Bernardo Bertolucci. En ambos casos, el viaje y la angustia se funden con un paisaje arrollador. En la estupenda Safe, de Todd Haynes, la desconexión vital es el resultado de una angustia ante las exigencias de la sociedad de consumo. Sin embargo, en Comer rezar amar es el consumo el único escape para la angustia.

Para esta neoyorkina exitosa y con dinero, el viaje es la oportunidad para comprar nuevos vestidos; la liberación sexual se sublima comiendo carbohidratos, y la introspección se hace sobre la base de un discurso propio de los bestsellers de autoayuda. Esta visión del mundo tiene una corelación estética: buena parte de la película está filmada como un spot publicitario, desde los platos de comida en Italia hasta los paisajes de Bali. Estamos habituados a los reduccionismos turísticos del cine norteamericano, pero pocas veces las agencias de viajes podrán sentirse más satisfechas.

En resumen, son 133 minutos de Julia Roberts gritando, corriendo, andando en bicicleta, comiendo, teniendo relaciones sexuales, meditando y riendo con esa carcajada fresca que la hizo famosa hace 20 años en Mujer bonita. El ramillete de secundarios aprueba con holgura (Billy Crudup, James Franco, Richard Jenkins, Javier Bardem), pero en el centro está la diva mayor del cine actual para recordarnos que eres lo que amas, eres lo que comes, eres lo que rezas, pero, sobre todo, eres lo que pagas.

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