Crítica de cine: Invictus

En la Sudáfrica de 1995, el flamante Presidente Nelson Mandela (ex prisionero de los gobiernos del apartheid por 27 años) decide impulsar la participación del equipo nacional de rugby en el torneo mundial. Su objetivo es usar al deporte como catalizador de una reconciliación racial. Su único aliado blanco será nada menos que el capitán del equipo. Cualquier sutileza o zona gris respecto a la manipulación política de eventos deportivos brilla por su ausencia. Aquí todo es heroísmo, grandes discursos y heridas históricas que sanan con un gol. Invictus tiene un barniz de epopeya histórica, pero su verdadera patria no es Sudáfrica, sino las soleadas canchas del drama deportivo clásico: el equipo en el que nadie cree, enfrentando a los rivales más temibles del mundo. ¿Cómo puede ser que el director que nos acaba de entregar los abismos morales de Gran Torino y El sustituto aparezca con un producto tan plano y predecible? Misterio.
Director: Clint Eastwood.
Con: Morgan Freeman, Matt Damon.
Duración: 133 minutos.
Género: Drama.
Producción: EEUU, 2009.
Calificación: Todo espectador.
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