Crítica de cine: Rango
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Un camaleón mascota con crisis de identidad se ve súbitamente expuesto a la aventura de su vida -nada menos que en pleno desierto de Mojave- al caer y quebrarse el terrario en el que venía. A partir de ese momento, nuestro protagonista comenzará un viaje iniciático y pasará a convertirse en sheriff y en un inusual héroe del Viejo Oeste, donde deberá detener los planes de un maquiavélico alcalde del pueblo y salvar a sus habitantes de quedarse sin el más preciado elemento del sector: el agua.
La idea de Rango es juntar nuevamente a Johnny Depp con su director en la saga Piratas del Caribe. Y la fórmula funciona de maravillas: además de contar con una de las mejores y más hermosas técnicas de animación digital del último tiempo, la película es una fresca mezcla de aventuras, romance y… comedia existencial. Lógicamente, todos sus guiños apuntan a los clásicos spaghetti westerns, aunque quizás el mejor chiste es el encuentro del camaleón con Hunter Thompson, quien en Pánico y locura en Las Vegas fue interpretado justamente por Depp. Con una soberbia dirección de arte y una banda de sonido ad hoc, Rango es una cinta de animación por sobre la media.
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