Histórico

Crítica de discos: Adam Lambert y Simply red

El primero lanzó The original high, mientras que la banda británica estrenó Big love.

Adam Lambert: The original high

No todo lo que brilla

No ganó American Idol pero triunfa igual. Adam Lambert (33), como One Direction y David Bisbal, no fue el favorito del jurado en los respectivos programas de talentos donde se dieron a conocer, pero consiguió contrato discográfico, decidido a validarse más allá del entramado de teleserie de esa clase de concursos televisivos. La carrera de Lambert es brillante, literalmente. Interpreta a un héroe glitter de la canción pop con gesto afectado, ropajes extravagantes, maquillajes de cabaret, y un declarado orgullo gay. Su llegada a lo que queda de Queen (los tendremos por acá el 30 de septiembre), encaja. Maneja la voz con técnica superlativa y despliega los modales de un divo, detalles que lo acercan a Freddy Mercury en el papel, aunque sin el asomo de la garra del fallecido ídolo. Suma exitosas participaciones en musicales, género donde sus características calzan perfecto.

En apariencia todo marcha, con discos asistidos por lo más selecto de la industria. Aún así Adam Lambert no registra canciones número uno, pese a que en el primer álbum el listado de compositores incluía a Lady Gaga, Matt Bellamy (Muse), Rivers Cuomo (Weezer), Ryan Tedder y Alain Johannes. Su segundo título Trespassing (2012), si bien debutó liderando listas y tiene a Pharrell Williams en la producción de un single, vendió muchísimo menos que el debut (de 863.000 a 192.000 copias), y falló rotundo en radios.

Lambert declara que ahora sabe con mayor exactitud quién es como artista, y esa consciencia se traduce en trabajar con Max Martin, el productor de pop más exitoso de los últimos 20 años, y su socio Shellback, quienes ya le acompañaron en el primer disco.

The original high confirma que el estadounidense puede cantar lo que sea con un acento femenino, y que el escenario diseñado en esta ocasión para sus aptitudes semeja una discoteca. El contraste radica en que a pesar de la sensación fiestera, él es una figura solitaria, personaje que ha delineado desde los inicios. Another lonely night, Underground, There said it y Evil in the night resumen, entre varias, una melancolía llevada al baile con delicadeza, pero también con las mismas ideas una y otra vez: el eco de un piano a lo lejos, la voz desolada impresa en un suave estribillo, y luego un coro donde el cantante pueda demostrar que sube y baja más escalas que un habitante de los cerros de Valparaíso.

Adam Lambert tiene todas las aptitudes técnicas y, sin embargo, no logra que ese talento sea una firma. En el mundo del pop sigue sin ser un protagonista, solo un personaje de reparto.

Simply red: Big love

El arrepentido

Uno más a la lista de los que montan la parafernalia de la despedida, la ejecutan y regresan sin que los llamen, probablemente cuando se dan cuenta en la tranquilidad del retiro, que el estrellato es una adicción de por vida. Entre 2009 y 2010 Simply red giró diciendo adiós, incluyendo una pasada por el festival de Viña. Cuatro años de silencio hasta que en noviembre último anunciaron conciertos en 2015 por las tres décadas del debut. A la par, han tenido la decencia de lanzar este nuevo álbum de material inédito, para justificar de mejor forma el regreso a las pistas.

Big love marcha por las avenidas de siempre, un soul elegante y sugerente conducido de manera indiscutida por la fantástica voz de Mick Hucknall, como guía de unos músicos capaces de pasearse por el jazz y el funk con instinto pop.

Los años de retiro conservaron su garganta pero le quitaron ligeramente las energías que, convengamos, nunca fue un rasgo a destacar en la propuesta de Simply red. Hay unas cuantas canciones que parecen los créditos de una serie de los 70, incluyendo la que da nombre al álbum y The ghost of love gracias a elaborados arreglos de cuerdas. Big love se acomoda fácilmente en la discografía de Simply red sin descollar, pero manteniendo la calidad y la tradición.

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