Histórico

El Abrazo de la Serpiente: locura y muerte en el Amazonas

La elogiada película colombiana nominada al Oscar extranjero se estrena en Chile y su director, que está en el Festival de Cine Viña del Mar, cuenta cómo fue rodar en blanco y negro y en lengua originaria.

En octubre del año 1924, el etnólogo y explorador alemán Theodor Koch--Grünberg contrajo malaria mientras se disponía a salir del pueblito de Vista Alegre, ubicado al norte de Brasil, en la frontera con Venezuela. Más de 20 años de experiencia en expediciones al corazón del Amazonas y una resistencia física inaudita a los climas más implacables le sirvieron de poco ante la más temible de las enfermedades tropicales. Al borde de la locura y de la muerte, la figura de este científico de 52 años se dispersa en gran parte de la historia de El abrazo de la serpiente, la película colombiana nominada al Oscar que el 22 de septiembre se estrena en Chile.

El resto de este evocador largometraje ganador de la Quincena de Realizadores en el Festival de Cannes 2015 es un retrato a gran escala y en un sugestivo blanco y negro de las tribus coihuanas del Amazonas. La película, la primera producción colombiana en ser nominada al Oscar extranjero en febrero pasado, ganó además hace dos semanas la Competencia Internacional del Festival de Cine Sanfic, reafirmando su condición de favorita de la crítica en todas las plazas donde se ha exhibido.

Durante dos horas el cineasta Ciro Guerra (1981) va describiendo los encuentros culturales (a veces violentos, a veces místicos) de  dos occidentales con la cultura amazónica: primero en el año 1909 es el científico alemán Theo von Martius (que no es otro que Theo Koch-Grünberg, interpretado por Jan Bijvoet) y luego en 1940 es el biólogo estadounidense Richard Evans Schulte (Brionne Davis). El primero va en busca de mayor gloria científica y el segundo parece estar interesado en el caucho, aquella milagrosa savia del árbol tropical que permite fabricar neumáticos en el mundo desarrollado.

Los dos, sin embargo, muestran una apertura mental distinta a la de otros blancos (diferente a la de un terco sacerdote español y a la un desquiciado portugués que se cree Jesucristo), que los liga a los indios del Amazonas. Aprenden su lengua, entienden que no deben imponer al Dios cristiano, buscan captar el sentido panteísta de sus creencias y, en fin, enloquecen en busca de la yakruna, una planta mágica que los curará y protegerá de todos los males.

Con una puesta en escena virtuosa y un tratamiento visual sorprendente, el director y guionista Ciro Guerra evita el pintoresquismo y trata a los personajes indígenas con  respeto. Son dos: el chamán Karamakate (representado por Nibio Torres de joven y por Antonio Bolívar de viejo) y el guía Manduca (Yauenkü Migue).

“Para nosotros fue fundamental que rodáramos la película con la absoluta colaboración y apoyo de las comunidades indígenas, pues era un reto muy grande filmar en esta zona. Lo que hicimos fue trabajar no en contra del ambiente, sino que a favor de la naturaleza. Es una región donde se respira una energía muy especial y el rodaje fue espiritualmente muy enriquecedor”, cuenta el realizador colombiano Ciro Guerra, que  está en Chile para presentar una retrospectiva de sus tres películas en el Festival de Cine de Viña del Mar (hoy a las 19.30 hrs. se exhibe su segundo largometraje Los viajes del viento en la Sala Cine Arte de Pza. Vergara 142).

Ciro Guerra, que ha estado además en tres ediciones de Sanfic con cada una de sus cintas, cuenta que las condiciones de filmación fueron durísimas en la zona sur del país, específicamente en los departamentos de Vaupés y Guainía de la Amazonía colombiana. Lejos de las grandes urbes del centro y norte del país, la región amazónica ocupa la mitad de esta nación caribeña, pero es la menos poblada. Sus habitantes, fundamentalmente de la etnia yagua, suelen referirse a sus compatriotas como  “los colombianos” y el chamanismo fue su creencia hasta la llegada del europeo. “Básicamente nuestro equipo de trabajo era un grupo de guerreros que debía estar preparado para las condiciones más complicadas”, dice Guerra.

Sobre las motivaciones para contar esta historia, el cineasta explica: “El reto era ir hacia lo desconocido, hacer algo completamente diferente a lo que ya había hecho. ¿Y qué más desconocido para un colombiano que su propia selva amazónica? A pesar de que esta zona cubre gran parte del país, nadie la conoce muy bien y casi no hay registros escritos de cómo vivían o enfrentaban al hombre blanco. Me puse a investigar y finalmente encontré los testimonios de estos dos exploradores y científicos que me parecieron fascinantes”. Acerca de la relación temática con sus dos cintas anteriores, descubre lazos: “La sombra del caminante (dos hombres que viven en difíciles condiciones en Bogotá), Los viajes del viento (sobre un acordeonista en la costa del país) y El abrazo de la serpiente son muy diferentes en su superficie, pero tratan de la necesidad de conocer al otro y de aceptarse”.

Calificada por la revista francesa Les Inrockuptibles como “una gran película sobre el mundo y una utopía”, El abrazo de la serpiente fue también un desafío formal con la utilización del  blanco y negro: “Siempre tuvimos en claro que debía ser en blanco y negro, pues es imposible representar el color de la selva con fidelidad en el cine. Es imposible mostrar lo que tales tonos significan para los habitantes de ahí, que pueden tener 50 palabras para el color verde. Con el blanco y negro, en cambio, cada espectador puede formarse en su mente su propia película”.

Esta coproducción entre Colombia, Venezuela y Argentina también tuvo problemas a la hora de encontrar financistas y distribuidores: “Cuando empezamos, muy poca gente creía en ella, pues pensaban que una cinta en blanco y negro y hablada en lengua amazónica no le iba a interesar a nadie. Al principio nos dieron muy pocas salas en Colombia, pero en las pocas que estuvo se exhibió durante meses, llegando a los 100 mil espectadores. Luego, cuando fue nominada al Oscar, nos dieron todas las salas y llegó a las 500 mil personas, lo que es rarísimo para una producción de estas características”.

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