El absurdo está de aniversario: Los 100 años de Eugène Ionesco
El autor de La cantante calva y de otras obras incomprendidas en su tiempo hoy es considerado un referente en temas tan vigentes como los problemas de comunicación o la dificultad de las relaciones humanas.

No muchos lo entendieron. Sin embargo, en el escenario del teatro francés de posguerra, las obras de Eugène Ionesco figuran entre las más representadas. Una paradoja, diseñada casi a medida para el representante del teatro del absurdo.
El escritor nacido en Rumania habría cumplido 100 años este jueves 26 de noviembre. Escribió obras de teatro porque en las tablas se pueden expresar las contradicciones sin impedimentos; afán que siempre le otorgó a lo grotesco un papel fundamental.
En sus obras, compuesta de escenas que prácticamente no tienen relación, Ionesco pretende dejar al descubierto el carácter absurdo y banal de la vida y del comportamiento humano. El fracaso de la comunicación y de las relaciones -una problemática sumamente vigente- es el gran tema transversal en su trabajo.
"Desde hace más de 50 años tenemos representaciones diarias de Ionesco y las entradas casi siempre están agotadas", comenta Jacques Legré, uno de los actores que participan desde hace décadas, noche tras noche, en las puestas en escena que hace el Théâtre de la Huchette de París de La cantante calva y La lección.
El teatro, situado en el corazón del Barrio Latino, es el único lugar en el mundo en el que se realizan funciones de ambas piezas de manera invariable, desde 1957.
El teatro del absurdo surgió en la época de posguerra y está marcado por la total insensatez de la guerra y de la vida. "Esa sensación de miedo existencial que proviene de reconocer la falta de sentido de la vida, con sus conflictos y sus sufrimientos personales, es un tema que nunca perderá actualidad", afirma el actor.
Absurdo que también se manifiesta en el lenguaje. Éste deja de ser un medio de comunicación para perderse en frases, conceptos, lugares comunes y clichés disconexos.
En palabras del mismo Ionesco, "El absurdo es algo que no tiene objetivo... Separado de sus raíces religiosas, metafísicas y trascendentales, el ser humano está perdido, toda su conducta pierde sentido, se hace absurda, inútil, muere antes de nacer".
Para Ionesco, todo el mundo era un absurdo. Y si bien afirmó tener problemas para explicar en qué consiste –ya que no existen modelos para hacerlo- fue enfático al señalar que el mundo no le gustaba. "No tiene ninguna correspondencia conmigo y no tiene sentido", explicó este dramaturgo que adoptó la ciudadanía francesa en 1950.
En el fondo, el autor de obras como El rinoceronte o Las sillas vivía atormentado por una silenciosa necesidad de que exista una vida mejor.
"Mis miedos me sometían por completo. No podía seguir viviendo, tal era el grado de horror de mis miedos y depresiones, que están por demás justificados si uno ve lo que es el mundo", dijo en una
entrevista.
Tras el estreno en 1951 de su primera obra, La cantante calva, la bra no estuvo mucho tiempo en las carteleras francesas. El público no la entendía y la crítica tampoco fue muy elocuente.
"El teatro de Ionesco es, por mucho, el más extraño y espontáneo de la posguerra", escribió en aquel momento el diario Figaro. Sin embargo, sólo seis años después, en 1957, sus obras fueron redescubiertas. Desde entonces, son representadas en todo el mundo.
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