Histórico

El hombre que usó Twitter para recorrer el mundo gratis

Alojamiento, recorridos y comida. Eso fue parte de lo que Paul Smith consiguió al emprender un viaje que resultó sólo por la buena voluntad de sus seguidores en la red social.

Todo partió un sábado de aburrimiento en el supermercado de la ciudad de Gateshead, Inglaterra. En la sección del pan, Paul Smith (35), simplemente agotado de las insustanciales conversaciones en los pasillos del arroz, el café o los pañales, se dijo: quiero estar en otra parte, quiero viajar por el mundo. Y, claro, como soñar no le costaba nada, pensó en utilizar su red social favorita en ese momento, Twitter, para hacerlo gratis.

Los meses anteriores a esa  declaración, Paul se había dedicado a trabajar como colaborador freelance para diferentes medios, como The Guardian, desde el comedor de su casa. Tras años dedicado a la industria radial y al movimiento constante, la soledad de esta nueva forma de trabajo lo abrumó y lo hizo revalorar el ciberespacio con el que siempre había estado relacionado: internet había pasado a ser su única forma de comunicación con el mundo, y las redes sociales se convirtieron en el sustituto de una relación diaria. Twitter era la más importante de ellas.

Poco tiempo después de haber deseado estar en cualquier parte menos en un pasillo de supermercado, Smith le contó su plan a su esposa de sólo cuatro días. "Creo que me gustaría tratar de viajar por el mundo usando Twitter", le dijo. "¿Por el mundo? ¿A dónde irías?". "¿Nueva Zelanda, quizás?", le respondió algo temeroso. Después de unos segundos, Jane, su esposa, respondió: "Está bien. Sólo ponlo en el calendario y avísame cuándo irás".

LAS REGLAS 
Paul, ya determinado a la aventura, eligió como destino final un punto ubicado casi exactamente al otro lado del mundo de su ciudad, pero para llegar a las Islas Campbell, en Nueva Zelandia, tenía que crear una serie de reglas, para "asegurarme de que las personas comprendieran que nada en este viaje era una certeza y que llegaría un punto en que su participación y compromiso determinaría mi destino".

Cinco reglas establecerían lo permitido durante el viaje: no podría pagar por transporte o alojamiento durante los 30 días que se puso como plazo para llegar a Nueva Zelanda; sólo podría aceptar ofertas de personas que lo contactaran a través de Twitter; podría gastar dinero propio sólo en comida o bebida; no podría hacer planes para más de tres días y no podría pasar más de 48 horas en la misma ciudad. Si nadie le ofrecía ayuda para trasladarse al siguiente punto dentro de esos dos días, consi-deraría que su desafío había fracasado. Un agravante para la última regla: no podría pedir ayuda específica a sus seguidores en Twitter, sino que tendría que esperar a que alguien le ofreciera algo.

AYUDA DESINTERESADA
Cinco días antes de comenzar el desafío, Paul twitteó: "Bueno, soy todo suyo, amigos. Comienzo en Newscastle el domingo. ¿Pueden ayudarme a llegar a otra parte? ¿Pueden ofrecerme una cama por una noche?" Nada. No pasó nada. Después de tres minutos en los que Paul sintió que toda la actividad en Twitter se había detenido y que su viaje no tenía futuro, una seguidora llamada Leanne le ofreció un viaje en ferry a Amsterdam. 17 horas de viaje hasta Holanda hicieron temer a Smith, sobre todo porque durante casi un día no tendría acceso a lo que ocurriera en Twitter, por lo que se encontraría a la deriva y sin posibilidades de conseguir alojamiento una vez que llegara a Amsterdam.

Nada de eso. La colaboración de sus seguidores hizo que, desde ahí, Paul pudiera trasladarse muy pronto a París y luego a otras ciudades como Nueva York, Washington, Chicago y muchas otras, a través de todos los medios de transporte existentes y poniéndose en contacto con decenas de seguidores, de los que recibía  pequeños regalos como un libro o una fotografía, a cambio del que él les entregaba, que le había sido regalado por su anterior colaborador.

Durante la última semana de viaje, cuando ya se encontraba cerca del destino que había elegido en Nueva Zelandia, se dio cuenta que no podría acceder a él: era casi abril, es decir, el comienzo del invierno en esa parte del mundo, y requería de un capitán de barco dispuesto a arriesgar su vida y la de su tripulación para llegar a las islas Campbell.

Paul estaba algo decepcionado por no poder llegar exactamente al punto que había predestinado, pero ya cansado, decidió regresar. Después de todo, lo había logrado, aunque algunos twitteros lo habían dejado plantado, había tenido que pelear con cucarachas, se había perdido en el metro de París y había creído morir en un accidente de tráfico en Alemania.

El libro que Smith escribió para relatar su aventura saldrá a la venta en Agosto en Estados Unidos.

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