El tocadiscos vuelve a sonar
Algunos lo daban por muerto, pero desde hace cinco años, este formato que nació hace más de un siglo, viene subiendo en las ventas y se ha reposicionado en el imaginario colectivo. Parece otra moda hipster o vintage pero los expertos dicen que hay algo más: la posibilidad de volver a disfrutar la música como corresponde y participar en comunidad.

" - Ya, vamos a hacer un sorteo. La primera persona que llegue con un carné terminado en... cinco, se lleva este vinilo de Soda Stéreo. - ¡Yooooo! - gritan unas 10 personas al unísono, mientras salen corriendo disparados hacia Álvaro Acuña, productor general de la feria que la Cooperativa del Vinilo realiza un sábado de enero en el Centro Cultural de La Moneda.
Una efervescencia por supuesto graciosa, pero que da cuenta de lo que ya han dicho numerosos medios nacionales e internacionales: el vinilo se puso de moda, el vinilo regresó, el vinilo es el nuevo hype, el vinilo renace y un sinfín de otros títulos que reflejan un fenómeno creciente y paradójico: mientras que la venta de música decae en casi todo el mundo, el único formato que sube sus cifras es el vinilo.
El estudio anual de la consultora norteamericana Nielsen Soundscan informó que mientras las ventas totales de música habían caído un 8% en 2013, el vinilo había subido de 4,6 millones a 6,1, cifra que no incluye los discos usados, que se venden en el mercado informal de los coleccionistas.
El crecimiento de este mercado ha sido sostenido desde 2008; sin embargo, la explosión en Chile comenzó realmente el año pasado. Según Álvaro Acuña, que junto a otros 12 vendedores conformaron la Cooperativa del Vinilo, desde el verano de 2013 se ha notado un aumento exponencial en las ventas y el interés: "Antes había gente que llegaba y decía 'oh... ¿y aún existen los vinilos?'; en cambio, hace poco estaba en una feria y un niñito de 12 años llegó con su papá y le dijo 'mira, papá, este tiene la etiqueta azul, eso significa que es la versión inglesa'". Entre las ventas de las ferias y su tienda Kind of Blue, en el Barrio Lastarria, Acuña dice que vende unos 350 vinilos al mes.
Johnny Cavieres, famoso vendedor del persa Biobío, confirma el alza y recuerda sus inicios hace 20 años: "Yo quería cambiarme al CD, pero la gente me vendía sus vinilos tan baratos que fui acumulando muchísimos. Si antes vendía 10 diarios, ahora vendo 40. Y ya no vendo compact disc, claro".
Frente al aumento de la demanda ha florecido el mercado. Mientras que en el Bar Loreto, el Santo Remedio y el Desmadre se hacen ventas informales, también se han abierto tiendas que ofrecen vinilos, tornamesas, agujas, audífonos y otros artículos. Como Needle (www.needle.cl), que partió en 2010 como página web y ahora está ubicada en el Drugstore, y Maxivinil (www.maxivinil.com) en Vitacura, propiedad del popular comunicador Cristián "Chico" Pérez y donde además se limpian y "enderezan" vinilos antiguos. Este verano, de hecho, hasta el Jumbo ofrece tornamesas y vinilos.
Sellos como Quemasucabeza, Algo Records, BYM y Oveja Negra han lanzado, aunque en cantidades discretas que no superan las 500 copias, vinilos de sus solistas y bandas, como Gepe, Pedropiedra, Astro, Perrosky, The Ganjas y Manuel García, todo de la mano de Discos Río Bueno, propiedad de Oliver Knust, quien adquirió con el apoyo de un Fondart cuatro prensas para fabricar vinilos en Chile, las que están en proceso de implementación. EMI y Sony también ofrecen este tipo de discos de artistas como Los Bunkers, Los Prisioneros y Los Tetas. Tener un vinilo "le sube el pelo" a una banda y tanto los sellos discográficos y las radios las toman más en serio. Todos concuerdan, además, en que a pesar de ser un mercado pequeño, los discos se venden y rápido. Los únicos que se quejan son los coleccionistas, que dicen que los precios han aumentado injustificadamente.
No suena mejor
Pero tampoco peor. Entre los fanáticos del vinilo hay un mito transversal: suena mejor que el CD y, por supuesto, que el MP3. "Me gusta más el sonido del vinilo. Es más 'original', el del CD es muy 'plástico'", dice Nicolás Ottaviani, de 18 años, quien vive en Talca y colecciona este tipo de discos desde 2013.
Más real, más cálido, más puro, más limpio. Todos adjetivos que se le han adjudicado. Lamentablemente, la ciencia no está del lado de los vinilistas. Según el profesor del Instituto de Acústica de la Universidad Austral, Jorge Cárdenas, la batalla entre lo análogo y lo digital está perdida: "El vinilo no es mejor ni peor, es simplemente distinto. Desde un punto de vista económico y social, creo que la tecnología digital es por lejos mejor, pero desde un punto de vista musical y artístico, son tecnologías diferentes y complementarias".
Para los fanáticos, el sonido se resguardaría en el vinilo, porque la tecnología análoga capta la música en un continuo (el sonido es de naturaleza ondulatoria) y es una representación exacta de la onda sonora. Mientras, lo digital "sólo" es capaz de captar el sonido en forma discreta, a una velocidad de 44.100 muestras por segundo, en el caso del CD. Esto, afirman, permite que el sonido análogo sea más real, "como los músicos querían que los escucháramos". Pero la verdad es que lo que se oye en un vinilo dista bastante del sonido que realmente se escuchó en la sala de grabación: "El problema de los sistemas análogos es que si bien capturan el sonido en forma continua, no son perfectos y terminan por sumarle ciertas impurezas al sonido original, como ese ruido 'de papas fritas' que tienen los vinilos", dice Cárdenas.
Por supuesto, el disco antiguo tiene un factor que va más allá de los dispositivos en que fue grabado: hoy se puede mejorar la mala ejecución de un músico usando un software, pero antiguamente eso no se podía y los artistas tenían que interpretar en el estudio sin faltas. Esa es música de verdad, agregan los fanáticos, no esas reediciones hechas con grabaciones digitalizadas y remasterizadas, y por supuesto los artistas nuevos, que en su mayoría graban en digital para luego sólo pasar esa música al vinilo.
Claudio Hernández, coleccionista y vendedor de tornamesas antiguas, tiene casi 12 mil seguidores en su página de Facebook, "Tornaland", y una postura mucho más pragmática: "Que el sonido es distinto, es totalmente distinto, pero si suena mejor o peor es una cosa subjetiva. Depende mucho de tu cadena de audio", dice.
Mientras el sonido y calidad del CD y el vinilo dejan espacio para el debate, el MP3, formato clásico de la descarga de música, queda relegado a un lejano tercer plano. El profesor Cárdenas explica que por su sistema de compresión, el MP3 sacrifica de manera importante la calidad del sonido, por lo que es recomendable escuchar archivos en formato AIFF, SDII y WAV, que preservan las características del sonido en mejor calidad y pueden equiparar al sonido del CD.
Experiencia sonora
Cuando tenía siete años, el músico y conductor Sergio Lagos se instalaba en el living de su casa, en Temuco, a escuchar Mitos y leyendas del Rey Arturo y los caballeros de mesa redonda, de Rick Wakeman, tecladista de Yes. Abría el disco doble, donde salían dos caballeros con su espada y escudo luchando y "alucinaba" con Merlín, con la dama del lago y los personajes del rey Arturo. "Pelaba el cable; es uno de esos momentos de película que tengo en mi vida y por eso lo escucho, al menos, una vez al año", señala.
Tomar el vinilo cuidadosamente sin mancharlo con las yemas de los dedos, colocarlo con suavidad sobre el plato, poner la aguja y sentarse a escuchar atentamente cada canción, una tras otra como un continuo, mientras se mira y lee la carátula, con fotografías, ilustraciones e información de la música que se está escuchando, y a los 20 minutos, levantarse y darlo vuelta para escuchar el otro lado: ese es el ritual del vinilo.
Para muchos, el vinilo representa al verdadero "fanático de la música". El que no sólo oye, sino que escucha con atención cada canción y se pregunta por qué la banda decidió poner esa antes de la anterior. Ese que sabe todos los detalles del álbum y es capaz de sentarse un largo rato sólo a disfrutarlo, como se disfruta un libro, o una obra de teatro. Alguien que es capaz de "contemplar" la música como lo que verdaderamente es: arte.
"A diferencia de tener una lista de Spotify o un playlist en random en iTunes, el vinilo te obliga a ponerle más atención a lo que estás escuchando. En el vinilo la música está en primer o segundo plano, no simplemente de fondo", dice el periodista de tecnología Alejandro Alaluf, quien también colecciona vinilos. A esto adhiere el músico Pedropiedra: "Lo que me gusta del vinilo es que facilita la escucha de un disco completo, costumbre que he ido perdiendo gracias a internet y su esquizofrénica oferta de información".
Así, a un fanático de la música tener 10 millones de canciones en un disco duro ya no lo impresiona. Menos es más, dice Marcelo Villegas, dueño de la tienda Futuro Prometido: "Creo que la gratuidad y acceso ilimitado del formato digital tarde o temprano cansa. Dedicar más tiempo y energía para escuchar los discos por supuesto produce una satisfacción mayor".
Aunque esa no es la única característica particular del vinilo. Desde que en los años 90 resurgió de la mano de los DJ, se ha transformado en un objeto de arte en sí mismo. Las carátulas son verdaderas piezas de colección y existen varios libros sobre el tema. Hoy también se fabrican vinilos de colores, y más pesados (de 140 gramos han pasado a 220), para hacerlos más resistentes y a la vez más "tangibles". Además, el vinilo es una pieza única y es imposible hacer una réplica exacta de este tipo de discos. Todo esto alimenta el fetichismo de los coleccionistas que pueden llegar a tener 10 o 20 versiones de un vinilo porque son distintas ediciones con diferentes imágenes (un vinilo cuesta en promedio $ 15 mil). De hecho, en una encuesta realizada por la British Phonographic Industry (BPI), 3,7% de los coleccionistas de vinilos confesó que no poseía un tocadiscos.
Pero eso no es todo: la afición también genera comunidad y puede ayudar a sentirse parte de algo. Como le pasó a Ermy Araya, de 38 años, quien retomó su gusto por este formato de música el año pasado: "Había gente con la que no tenía temas de conversación, compañeros del trabajo y gente de Facebook, con la que empecé a generar un lazo y a compartir datos. Se arman cofradías".
Lo mismo hace Marcel Lecourant, de 44 años, quien invita regularmente a un grupo de amigos que hizo en un taller de investigación de rock chileno a su departamento a escuchar vinilos: "La música estimula a los seres humanos creativamente, por eso en nuestras reuniones la música está en primer plano y es súper bueno, me siento menos solo".
Según los sociólogos Dominik Bartmanski e Ian Woodward, quienes han investigado el auge de este formato, "el vinilo es exclusivo pero no elitista, sofisticado pero no esnob, tradicional pero no conservador, alternativo pero no pretencioso". En resumen, el vinilo es un mensaje en sí mismo.
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