El veneno, un arma habitual contra los enemigos de Rusia
En 2004, dos años antes del caso de Alexander Litvinenko, el entonces político opositor ucraniano, Viktor Yushchenko, fue envenenado durante una cena con altos cargos de los servicios secretos.

El envenenamiento en Londres, en 2006, del ex coronel del antiguo KGB, Alexander Litvinenko, hace recordar la siniestra historia del empleo de venenos contra los enemigos del Kremlin.
En los años 30 del siglo pasado, cuando Stalin regía con mano de hierro los destinos de la Unión Soviética, el profesor Grigori Mayranovski fundó con ese fin un laboratorio secreto. Simultáneamente y también bajo el patronato del NKVD (predecesor del KGB), desarrollaba investigaciones similares un laboratorio bacteriológico encabezado por el profesor Serguei Muromtsev.
Condenado a 10 años de prisión en 1951 durante una campaña contra el "cosmopolitismo", que principalmente hizo estragos entre intelectuales de origen judío, Mayranovski escribió al jefe de la NKVD, Lavrenti Beria: "De mi mano fueron aniquilados más de una decena de enemigos del poder soviético, incluidos nacionalistas de todo tipo".
De los casos probados, en 1946 fue víctima de semejante método el dirigente nacionalista ucraniano Shumski, deportado a la región de Sarátov, y en 1947 corrió la misma suerte el arzobispo uniata de los Cárpatos, Romzha, a quien Mayranovski aplicó personalmente la inyección letal. Ambos, de acuerdo a las autopsias, fallecieron de "insuficiencia cardíaca aguda".
Según afirma en sus memorias el "jefe de operaciones especiales" del NKVD, Pavel Sudoplatov, también en 1947 el mismo veneno causó la letal "insuficiencia cardíaca aguda" del diplomático sueco Raoul Wallenberg, secuestrado por los servicios secretos soviéticos en 1945 en Viena después de haber salvado del Holocausto a más de 100.000 judíos.
En 1955 en el penal de Vladimir murió de "insuficiencia cardíaca aguda" el último comandante del Berlín nazi, poco después de que fuera decidida su repatriación. "Es posible que el entonces líder soviético, Nikita Jrushchov no quisiera que trascendieran los últimos días de Hitler y las circunstancias de su suicidio", escribió el historiador ruso Boris Sokolov.
Un año antes, en la misma prisión y con el mismo diagnóstico, falleció el mariscal hitleriano Ewald von Kleist, a quien las autoridades soviéticas no deseaban ver al frente de la Wermacht de Alemania Occidental. En el mismo período en el penal de Vladimir estaba recluido Mayranovski.
En 1957 y 1959 fueron envenenados los dirigentes nacionalistas ucranianos Lev Rebet y Stepan Bandera, y en 1958 el KGB intentó matar con un talco radiactivo a su ex agente prófugo Nikolai Jojlov, pero los médicos norteamericanos consiguieron salvarlo.
El último sonado atentado en el que se vio implicado el KGB se produjo en 1980 en Londres, cuando de un pinchazo de un paraguas envenenado murió el disidente búlgaro Gueorgui Markov.
En 2003 Rusia, heredera de los secretos del KGB, empleó una carta envenenada para aniquilar en Chechenia al saudita Jatab, uno de los comandantes de la guerrilla chechena más odiados por las fuerzas rusas.
El mismo año el primer ministro de Chechenia, Anatoli Popov, en agudo conflicto con los militares rusos, sufrió un misterioso envenenamiento, del que logró salvarse gracias a los médicos del Hospital Clínico de Moscú.
El caso Yushchenko
En 2004, la tradición soviética fue retomada en Ucrania, donde el entonces líder opositor y un año después presidente, Viktor Yushchenko, fue envenenado durante una cena con altos cargos de los servicios secretos.
En su caso, el objetivo, según los expertos, era dejarlo fuera de combate en plena campaña electoral y, posiblemente, acabar con su candidatura a la Presidencia por razones de salud. Yuschenko fue envenenado con dioxinas del tipo TCDD, el grupo más potente de estas sustancias químicas cancerígenas, informó entonces Michael Zimpfer, el director de la clínica en Viena donde fue tratado el político ucraniano.
Los médicos austriacos precisaron que en las muestras sanguíneas del político se encontró "una cantidad al menos mil veces mayor a la concentración normal en la sangre" de esta sustancia cancerígena.
Luego de una cena en la que participaron agentes del servicio secreto ucraniano (muchos de ellos ex agentes del KGB), el fotogénico líder de la oposición ucraniana tuvo que ser tratado en la capital austriaca por especialistas que registraron un cuadro clínico sumamente extraño, con pancreatitis, úlceras, gastritis aguda e inflamación musculares. Tras una semana de tratamiento, las facciones angulosas del político se desfiguraron y su rostro se cubrió de pústulas y acné, y su nariz se ensanchó.
COMENTARIOS
Para comentar este artículo debes ser suscriptor.
Lo Último
Lo más leído
1.
2.
3.
4.