Eric Rohmer, el director que amaba los detalles
A los 89 años, mientras dormía, falleció el autor de una de las filmografías más singulares, perdurables y consistentes de la historia.

"Tienes que ver una de sus películas, y si pasa que te gusta, deberías ver las demás. Pero necesitas ver una para ver si te gusta". En cierta entrevista, Quentin Tarantino, que como todo cinéfilo algo le debe a su colega francés, dio una tenue luz sobre por qué el cine de Eric Rohmer no es de vocación masiva, pero tampoco un pesado objeto de arte y ensayo. Por qué este autor de películas sencillas en las que convergen la belleza, el azar, la duda y el amor, es al mismo tiempo ligero y profundo.
El realizador de Cuento de invierno y El rayo verde, colega y amigo de Godard, Truffaut y Chabrol, murió ayer por la mañana, "mientras dormía", informó la presidenta de Les Films du Losange, productora que él mismo había fundado. Se fue sin estridencias, cual había sido su conducta en vida. Como un solitario.
Profesor de letras oriundo de Nancy, Maurice Schérer -su nombre legal- pasó la mayor parte de los años 40 haciendo clases en un liceo de provincia. Pero ya a fines del decenio colaboraba para La Revue du Cinéma, donde intervenía André Bazin, "padre espiritual" de la Nueva Ola francesa y fundador de los Cahiers du Cinéma, en que ambos volverían a coincidir. La militancia cinéfila implicaba discutir mucho y escribir con pasión, como Rohmer lo hizo respecto de DW Griffith, FW Murnau, Jean Rendir y los directores hollywoodenses, gracias a los cuales nació la expresión "cine de autor". Asimismo, empezó a forjarse una carrera de cineasta.
Realizador de cortos en los 50, sólo en 1959 se estrenó su primer largometraje, El signo del león, considerado pionero de la Nouvelle Vague, aun si en su minuto no tuvo gran impacto. Sólo a fines de los 60, el reconocimiento a escala mundial llegaría para Rohmer junto con Mi noche con Maud, buena parte de la cual transcurre en una casa donde tres personajes, y luego dos, hablan del matrimonio, la moral y hasta de Pascal. Como dijo en su época un crítico chileno hablando de la película, el de Rohmer "es cine intelectual sólo en la medida en que el razonamiento ofrece la clave para acceder a la emoción".
Mi noche… fue parte de los Seis cuentos morales (que incluyen La rodilla de Clara y La coleccionista), donde una y otra vez se ve a personajes que predican sobre el amor, la infidelidad, etc., pero que se ven desafiados y desmentidos por las circunstancias. Proclive a trabajar con equipamiento liviano, pocos colaboradores y actores sin mucho cartel, no será esta la única "serie" de Rohmer que le permitiría hacer variaciones sobre un tema: en 1980 arrancan sus Comedias y proverbios, mientras los 90 lo vieron estrenar sus Cuentos de cuatro estaciones. Como siempre, los personajes nos dicen algo, mientras su comportamiento nos habla de otra cosa.
En años recientes, levantó polvareda con La dama y el duque (respecto de la cual un comentarista de Libération escribió que "todos sabemos que Rohmer es un reaccionario"). Pero este ambientalista ferviente, que no tenía teléfono en casa y nunca manejó un auto, se mantuvo fiel a sí mismo y a su idea de que, por más que tachen a sus películas de verbosas, éstas son las de un "cineasta mudo" que prefiere mostrar antes que decir.
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