Señor director:
Con el paso de los años las celebraciones religiosas han perdido su importancia dentro de la sociedad. Ahora, por ejemplo, la Navidad no es más que una compra desenfrenada de regalos. De la Cuaresma somos pocos los que nos acordamos. La Semana Santa y la Pascua de Resurrección son sólo un fin de semana largo más. Es cierto que durante este período muchos dejan de comer carne, pero, en cambio hacen los cebiches y mariscales más grandes del año. De esto se aprovechan los vendedores de pescados y mariscos subiendo los precios prácticamente al doble de lo que estaban hace una semana.
La Pascua de Resurrección, en tanto, pierde su significado y se transforma en la "pascua del conejo", tal como la promocionan supermercados y fábricas de chocolates.
La gente se ha olvidado de que estas fiestas suponen un tiempo de reflexión y de recogimiento. Son para estar con la familia y no sinónimo de paseos a la playa o grandes curantos.
Marcia Retamal