Gerardo Rocha Haardt: La metamorfosis del heredero
A fines de febrero se cumple un año del incidente donde su padre terminó con la vida del martillero Fernando Oliva y que, tres meses después, también le provocó la muerte a él.
"Te voy a pedir por favor que uses corbata la próxima vez que asistas a una reunión". La solicitud que hizo Gerardo Rocha hijo al ejecutivo de Econsult Juan Sommer, produjo un incómodo silencio entre los miembros del directorio de la Corporación Santo Tomás reunidos en el piso 33 del edificio de La Industria. Cuando ya concluía la sesión de trabajo, realizada el 6 de enero pasado, Rocha se inclinó sobre el asiento que antes ocupaba su padre para explicarle al aludido que le parecía necesario mantener la formalidad en esos encuentros.
Luego, sin hacer más comentarios, bajó a su oficina privada ubicada en el piso 32, abrió con una tarjeta magnética la puerta de mármol de 300 kilos que permite el ingreso a su despacho y se ubicó tras el escritorio desde donde tiene una vista panorámica de Santiago. Ahí, tal como hacía también su padre, pasó solo gran parte de la tarde.
Sin embargo, entre los asistentes a la reunión de directorio había quedado dando vuelta el llamado de atención a Sommer. Si bien Rocha no perdió la tranquilidad que lo caracteriza, su escueto comentario final antes de retirarse desconcertó a la plana mayor de la Corporación Santo Tomás. Era otro gesto que si bien podía ser visto como un detalle, dejaba claro una vez más cómo él se había apropiado del cargo de presidente del directorio de esta corporación, rol que ostenta desde el 30 de septiembre pasado.
Algunos de los ejecutivos presentes comentaron, incluso, que poco quedaba ya de la imagen del tímido e ingenuo ex piloto de LAN que conocieron meses antes, cuando apenas expresaba su opinión como accionista mayoritario de la compañía.
Hoy ninguno de los problemas que lo tienen aislado parecen afectar su decisión de ejercer toda su autoridad para mantener la corporación bajo propiedad de la familia. No sólo ha respondido con dureza a los socios minoritarios que querrían verlo lejos de la institución. También ha sido indiferente a las exigencias que ha planteado su hermana Karla de recuperar los bienes que a ella le pertenecen y que hoy están bajo su administración. Y, más aun, no dudó en cortar cualquier posibilidad de entendimiento con Verónica Espinoza, la ex pareja de su padre por casi 10 años.
Ese cambio no sólo lo han sentido los directores. También lo ha resentido su propia familia, que ha visto cómo alguien cuya pasión de toda la vida fue la música y pilotar aviones ha mutado, en menos de un año, en un ejecutivo que concentra el poder absoluto como heredero de una empresa valorada en más de US$ 100 millones y que ha dado varios golpes sobre la mesa.
PERFIL CONCILIADOR
Quienes conocieron a Gerardo Rocha Haardt hace un año atrás, probablemente jamás habrían previsto el rol que adquirió tras el incidente que protagonizó su padre el 21 de febrero de 2008, en el balneario de El Quisco. Cuando el fundador de la UST provocó la muerte del martillero Fernando Oliva y fue internado de urgencia en la Clínica Indisa -con el 42% de su cuerpo quemado-, su hijo menor hizo lo posible por no alterar la vida que llevaba junto a su mujer, Alicia Urzúa, y sus cuatro hijos en Abu Dabi, capital de los Emiratos Árabes. Le agradaba mucho su rutina allí. Según él ha dicho, años atrás optó por trabajar en una línea aérea de ese país, en lugar de aceptar la oferta que le hizo su padre para que lo sucediera en el cargo. Alicia Urzúa cuenta, incluso, que en esa época su suegro le propuso a su marido un sueldo mensual de $10 millones si volvía a Chile a trabajar con él.
Si bien Gerardo Rocha Vera fue exigente con él desde niño, también consintió con un generoso aporte monetario las aventuras musicales que el hijo emprendió en la juventud. Desestimando versiones de prensa su madre, Carla Haardt, relata que la relación entre ambos fue cercana. Incluso, dice, su ex marido pensaba visitarlo en Abu Dabi poco antes del episodio que le provocó la muerte.
El perfil conciliador que Gerardo Rocha hijo mostró mientras su padre agonizaba tampoco sintoniza con la férrea actitud que ha evidenciado a la cabeza de la Corporación Santo Tomás. Su madre recuerda que lo primero que él hizo cuando ella le informó por teléfono a Abu Dabi sobre el incidente ocurrido en El Quisco, fue ordenar que compraran un libro de visitas para que Verónica Espinoza recibiera los saludos de quienes iban a la Clínica Indisa. Fue el único de los Rocha Haardt que decidió mantener comunicación con la joven pareja de su padre. Aunque a juzgar por un e-mail que, meses antes, había enviado a su padre, lo cierto es que esa relación no era tan buena. En octubre de 2007, cuando su progenitor le anuncia que viajaría con Espinoza a Abu Dabi, su hijo le respondió: "Pa` la próxima entonces".
Tampoco fue él, según afirman en su familia, quien en marzo del año pasado contrató los servicios del estudio jurídico Barros & Letelier en los difíciles días que siguieron a la muerte de Fernando Oliva. Su hermana Karla Rocha fue la persona encargada de hacerlo. Rocha hijo estaba entonces abocado a representar los intereses de su padre frente a los otros accionistas de la Corporación Santo Tomás. En esos días, el heredero se mostró abierto a conversar con los ejecutivos del Fondo Halcón -dueños del 15% de la corporación-, quienes propusieron a la familia comprar todo su porcentaje en la propiedad. Pero el negocio no se cerró. La razón, según advierte un ejecutivo de Econsult, obedeció a que Gerardo y Karla Rocha Haardt se sintieron ofendidos por la forma en que fue hecha la oferta en un momento personal delicado para ellos, con su padre agónico en la clínica. Con el tiempo, éste se transformaría en el primer punto de desconexión entre estos socios minoritarios y el heredero de Rocha.
EL ELEGIDO DEL PADRE
Después de permanecer durante tres semanas en Chile, para acompañar a su padre hospitalizado, Gerardo Rocha hijo partió a mediados de marzo de regreso a los Emiratos Arabes con su familia. Debía retomar su trabajo en la línea aérea Etihad. Pero ya nada volvería a ser igual para este hombre de 35 años. Pocas semanas después, todas las decisiones importantes pasaría a tomarlas él, pese a que en un primer momento se había resistido a hacerlo. En esos días surgieron algunos suspicacias frente a quien fue hasta entonces un desinteresado hijo que prefería ganarse la vida como piloto.
A sus manos llegó en abril una modificación del mandato que se guardaba en la caja fuerte de la Corporación Santo Tomás desde el año 2000, cuando su padre lo facultó para administrar sus bienes en caso de no poder hacerlo él en vida. El nuevo documento, extendía esas facultades al hijo en caso de que el empresario falleciera. En particular, respecto a la sociedad Angelicum, a través de la cual él y su madre controlan el 63% de esta corporación. Dicha potestad fue cuestionada al interior de la entidad, desde el punto de vista ético, porque se realizó mientras Gerardo Rocha Vera agonizaba en la clínica, y con una premura que despertaba sospechas.
Hoy, Carla Haardt recuerda que el polémico documento validado en El Cairo fue una idea que les presentó el estudio Barros & Letelier. "Ellos nos dijeron que en caso de no realizarse esta modificación, Angelicum se liquidaba y toda la obra se hubiese atomizado en dinero. También creo importante consignar que durante esa semana en que se firmó el documento, el estado de salud de Gerardo mejoró. Incluso, los médicos nos informaron que en cuanto lo trasladaran a otra pieza lo iban a hacer caminar", relata.
Según el abogado Darren Easton, representante de Verónica Espinoza, es a contar de ese instante cuando se evidencia una actitud "mesiánica" de Gerardo Rocha Haardt hacia ella y sus hijos. Dice que en ese entonces el actual presidente del directorio le aseguró a su defendida que jamás dejaría de depositar dinero para velar por el bienestar de quienes considera sus hermanos. La promesa no se cumpliría. El 31 de diciembre, el heredero le informó que los recursos necesarios para ello se habían agotado. Y hoy ya no le da dinero.
Pese a la acción judicial que Espinoza presentaría meses después para anular la legalidad del documento, cuando éste se firmó ella aún creía en la palabra de Gerardo hijo. A través de un e-mail fechado el 15 de mayo de 2008, él le comunicó la modificación de poder que realizó en El Cairo. Ante la noticia, ella le escribió: "Me parece excelente. Cuenta con todo mi apoyo".
Pero a mediados de mayo, pocos días después de la muerte de su padre, Rocha Haardt se había acostumbrado a tomar decisiones radicales. Según sus cercanos, se sentía el elegido del fallecido empresario y con el derecho de hacer lo que considerara correcto con su fortuna.
También por sugerencia del estudio Barros & Letelier, en mayo acepta retirar $1.080 millones de la caja de Angelicum, para trasladarlos a una cuenta personal suya que administra LarrainVial. La razón de esa transferencia, según Carla Haardt, era pagar un cúmulo de deudas que arrastraba la familia hacía tres meses. "Es una cifra alta entre comillas. Para tener una idea de lo que se ha gastado, puedo decir que sólo para el pago de impuestos se han destinado cerca de $200 millones. Sólo los estudios de Luis Hermosilla y de Miguel Soto (quienes se encargaron de la defensa penal de Rocha Vera) cobraron una suma innombrable", sostiene la madre de Gerardo, quien prefiere no precisar esa suma.
LA MANO DURA DEL HEREDERO
Gerardo Rocha hijo, según quienes lo conocen, se ha endurecido. A sus cercanos confidenció que las características de este negocio no le han dado otra chance. Las presiones internas y los ataques mediáticos que han cuestionado su gestión terminaron por convertirlo en una persona desconfiada. Pero también más hábil en el manejo de conflictos. Además, jamás alza la voz y rara vez se descontrola. Su estilo, es en ese sentido es diametralmente distinto, al de su padre. "Mi hijo es más alemán y más sencillo. Su padre en cambio era más de bombo y platillos. Si abría una sede en Etiopía quería que todo el mundo lo supiera", señala Carla Haardt.
Hoy, las actitudes de Rocha hijo son más frontales. De hecho, la última vez que intentó llegar a un acuerdo fue para detener un conflicto con Verónica Espinoza en lo referente a la herencia de su padre. En agosto le propuso una fórmula para zanjar el tema: ella renunciaba a tener injerencia en decisiones de la corporación, quedaba obligada a mantener confidencialidad de todo lo referido a la empresa y recibía una mensualidad de $8 millones por dos años. Sin embargo, la mujer desistió a último momento, porque -según contó a la prensa- la propuesta no protegía los intereses de sus hijos. Entonces, Gerardo Rocha cerró la puerta a cualquier otro entendimiento con ella. Tal como, a partir de entonces y en forma progresiva, lo haría también con cualquier iniciativa que amenazara con disolver las sociedades de su padre.
De esa decisión no se salvó ni siquiera su hermana Karla. Ella le ha hecho saber que quiere disponer de lo que le corresponde como heredera, lo cual no ha sido posible por la condición de administrador que él ostenta. Incluso, la semana recién pasada pidió revocar su mandato. Hoy, dicen, está arrepentida.
Desacuerdos respecto al futuro de Angelicum lo distanciaron también del estudio Barros & Letelier, que le habían sugerido liquidar esta sociedad. A Rocha hijo no le pareció y eso gatilló a fines de diciembre el fin del contrato con ellos. Aunque, según cuentan en la familia, la relación con esta oficina se había resentido desde el momento en que no lo defendieron públicamente con el bullado autopréstamo de los $1.080 millones.
EL CAMBIO RADICAL
Gerardo Rocha hijo no tiene experiencia en las altas esferas del poder. Pero sabe a quien aliarse en momentos difíciles. Y ése ha sido un acierto en su gestión. No ha querido, por ejemplo, remover de la gerencia general de la Corporación a Rodrigo Alarcón, a pesar de que desconfía de sus ambiciones personales. Porque tanto él como los representantes del Fondo Halcón han sido firmes defensores de traer nuevos socios y capital a la entidad que él preside, aún cuando eso signifique disminuir el control que tiene la familia Rocha sobre la obra fundada por su padre. Eso, sin embargo, no parece estar en los planes del heredero mientras no se resuelva el arbitraje que él solicitó para zanjar la disputa con los representantes de Econsult, quienes desean vender su participación a los Rocha Haardt.
Actualmente, el presidente del directorio cuenta con hombres de su total confianza en la máxima instancia resolutiva, como es el caso de su tío, Rodrigo Rocha Vera, su principal consejero y uno de los más firmes oponentes a la idea de que la familia venda su parte de la propiedad.
Quizá una de las pocas iniciativas que Rocha no pudo concretar sucedió hace unas semanas, cuando propuso incluir a su madre como integrante del directorio. Tuvo que desistir, según dicen sus detractores, porque a ello se opuso el estudio jurídico Vergara, Labarca y Compañía, quienes entraron en noviembre a trabajar con él. Esta oficina también habría optado por dejar de hacerlo con el heredero, aludiendo diferencias de fondo.
Tal como hizo más de una vez su padre, él que recurrió a facultades discrecionales que no agradan a los otros directores. Cuando asumió, pidió una asignación de $100 millones para uso personal. Al ser inquirido por las razones, adujo que no tenía que dar cuenta de nada. Su tarjeta de presentación lo dice claro: Gerardo Rocha Haardt, presidente del directorio de la Corporación Santo Tomás. Además, su principal logro, según dice él, es el récord histórico de matrículas que se ha logrado bajo su presidencia. "Espero que se traduzca en una confianza por parte de los demás socios del sistema", afirma muy seguro. En el Fondo Halcón, no obstante, atribuyen este éxito a la contratación de un experto extranjero.
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