Histórico

Hans Ehrmann, un periodista global de cacería por Hollywood

Fue jurado del Festival de Cannes en ocho ocasiones y un crítico de cine, teatro y ballet . A 10 años de su muerte, lo mejor de la obra del periodista chileno es recuperada en una trilogía de libros.

No necesitaba internet. En su casa albergaba un riguroso archivo donde metódicamente clasificaba todos los recortes de prensa, fotos y pressbook de las películas estrenadas en Chile en sus 40 años de carrera como crítico de cine, teatro y ballet. Innumerables periodistas llamaban a Hans Ehrmann (1924-1999) por teléfono para consultar datos específicos sobre el año de estreno o el título original o en español de una película. El siempre tenía la respuesta precisa.

Terminó usando el computador y el correo electrónico, pero le gustaba ir a dejar sus colaboraciones personalmente escritas en papel. Todas las semanas subía por las escaleras al cuarto piso del diario La Nación con sus críticas sin concesiones y conversaba con los reporteros de Cultura, siempre atento a ironizar con sabiduría y agudeza sobre la contingencia. "La hora y media más larga de mi vida", sentenció en 1995 sobre el estreno de la obra teatral Lucrecia y Judith, de Marco Antonio de la Parra.

Fue un periodista globalizado mucho antes que el término se enarbolara como una palabra cotidiana. Corresponsal de las revistas Variety y Dance, fue miembro del jurado de la crítica internacional en el Festival de Cannes en ocho ocasiones y dos en el de Berlín. Entrevistó a Alfred Hitchcock, R.W. Fassbinder, Akira Kurosawa, Arthur Miller y a Stanley Kubrick. Al director de La naranja mecánica le mandó su artículo. Kubrick, en un acto de caballerosidad, le contestó con una carta.

De paso por Nueva York en 1965, Ehrmann se puso la meta de entrevistar a Kubrick. El propio periodista relató en una crónica cómo consiguió hablar con un cineasta conocido por su parquedad en estas materias.

"Obtenido el teléfono de su oficina (no sale en la guía), al segundo o tercer intento, avanzo desde la secretaria al asistente del director. 'Bien -dice-, vuelva a llamar en un par de días'. Lo hago una y otra vez: 'No he tenido oportunidad de tratar su asunto con Mr. Kubrick'. Finalmente: 'Acepta la entrevista, pero está muy ocupado y aún no puede fijar la fecha. Por favor vuelva a llamar'. Suma y sigue. Se cumple un mes desde la primera llamada. Mientras tanto, me había fascinado una grabadora General Electric. Por subdesarrollo o porque realmente eran una novedad, no las conocía. Aquel arcaico modelo tenía unos grandes cassettes que duraban apenas unos quince minutos. A pesar del precio, pudo más la tentación. En la oficina de Kubrick, aún decían: 'Sí, pero todavía no tiene tiempo', mientras la cuenta regresiva de mi regreso a Chile se tornaba alarmante. Casi en la quemada, me dio cita y todo anduvo bien, salvo un detalle. No me permitió usar la grabadora que, seis meses más tarde, ya estuvo obsoleta".

El diálogo fue fluido. Luego se batirían a duelo. No usaron pistolas, sino máquinas fotográficas. Cuando Ehrmann sacó su Rolleiflex, el cineasta lo retó a que se retrataran uno al otro. "Ya me dirá cuál salió mejor", sentenció Kubrick.

HITCHCOCK SEGUN EHRMANN
De visita en Hollywood en 1964, una mañana suena el teléfono. "¡Levántese Hans! Salió un auto a buscarlo. Hitchcock lo va a recibir". De esa cita, Ehrmann también dejaría testimonio en la siguiente crónica que sintetiza su forma de entender el periodismo, con escepticismo y un exacerbado sentido de independencia.

"Se abre la puerta y lo primero que se ve es una cabeza que flota sobre un inmenso escritorio. 'Buenos días', dice la cabeza. 'Cómo está usted. Sírvase un puro'. Emerge desde el escritorio y se descubre el macizo cuerpo que la sustenta. Y un par de cortas piernas sobre las cuales se equilibra en forma milagrosamente segura. El puro tiene dimensiones churchilianas. Hitchcock prende el suyo. Se sienta en un sillón. Un alargado edificio de un piso en los estudios Universal es el cuartel general de las Producciones Hitchcock. Hace algunos meses lo vino a ver el director francés Francois Truffaut en calidad de periodista. Preparaba un libro sobre el 'maestro' y pasó diez días en su compañía. En Francia, Hitchcock no es una persona o un director de cine, sino un mito. Los críticos franceses han hecho de él un verdadero culto. Y a él, ¿qué le parece esa situación?
"-Me halaga- responde. Y sonríe.

"El peligro está en que comienza a creer en su propio mito- me dijo días más tarde Bosley Crowther, crítico de cine del New York Times.
 
"En la biografía oficial de Hitchcock, proporcionada por el estudio, se informa que se casó en 1926 con Alma Reville y que es el único director que ha contraído matrimonio con su asistente. Esa biografía también cuenta con un pintoresco rubro que lleva el título "Estadísticas Vitales". Fecha y lugar de nacimiento: Londres, 12 de agosto de 1900. Altura: 1,70 metro, Peso: 88,5 kilos. Pelo: negro. Ojos: café. ¿Pelo negro? ¿Apenas 88,5 kilos? Difícil creerlo.
 
"Mis películas -dice Hitchcock- son un triunfo del bien sobre el mal. Su protagonista es el hombre común (Everyman). A través de él se genera la

LA ULTIMA PELICULA
También estuvo a punto de entrevistar a Orson Welles. Se lo encontró de improviso en un lugar público, pero de pura admiración no se atrevió a hablarle. Al menos, le sacó una foto.

En Chile, dialogaría con Joaquín Edwards Bello, María Luisa Bombal, Nicanor Parra, Manuel Rojas, Amanda Labarca, Camilo Mori y Ernest Uthoff. La entrevista a este último es rescatada en el libro Cuatro décadas de ballet en Chile (Ril Editores), primera parte de una trilogía sobre su obra periodística que se lanzará el 23 de abril en la Galería Patricia Ready.

El libro cuenta que Ehrmann nació en Viena en 1924 y, poco antes de cumplir nueve años, su familia se radicó en Chile. Tras estudiar inglés y literatura en Santiago, trabajó en una compañía de seguros marítimos ("Los críticos también tienen que comer", solía decir), junto con ejercer como periodista. A fines de la década del 50, llegó a revista Ercilla como editor cultural, junto a Lenka Franulic, Luis Hernández Parker y José Donoso.

Desde 1972 fue director de la revista cultural La Quinta Rueda y tras ser vetado en 1973 en los medios de comunicación emigró a EEUU para hacer clases en la Universidad de Stanford, California. "Cuando joven podía leer 500 novelas y obras de teatro en un verano en la Quinta Vergara", recuerda su hija Karin Ehrmann. "Sus archivos fueron donados a la Fundación de Imágenes en Movimiento. No creo que internet lo haya sustituido. Los periodistas ya no tienen a quién llamar para confirmar un dato".

Siempre usó una barba digna del Quijote y fumó por años Belmont rojo, el cigarrillo más fuerte, costumbre que le costó la vida. En 1999 fue a la avant premier de La amenaza fantasma a pesar de estar enfermo (le gustaba La guerra de las galaxias). Luego sufrió un paro respiratorio y fue internado en el Hospital del Tórax, donde falleció. Así, la precuela de George Lucas se convirtió en la última película de Hans Ehrmann.

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