La gran novedad en la oncena que Universidad de Chile presentó en su duelo ante Everton tuvo nombre y apellido: Iván Rozas. El jovencísimo delantero, de 18 años, nacido en Temuco y curtido como jugador en la series menores del conjunto estudiantil (a las que llegó a través de una prueba masiva), formó desde el inicio en el perfil derecho del ataque.

Guillermo Hoyos le dio la alternativa ante la necesidad -advertida desde la directiva- de ir concendiendo protagonismo a los futbolistas Sub 20, a fin de cumplir el mínimo de 675 minutos por semestre que establece para cada club la actual normativa.

Y es que hasta la puesta de corto de Rozas, la U tan solo había dado espacio a un jugador juvenil en todo lo que va del Clausura, Mario Briceño, un bagaje demasiado escaso considerando la etapa inicial en la que se encuentra el torneo, propicia, sin lugar a dudas, para apostar por el relevo. Y el sacrificado con la irrupción del temuquense fue el argentino Lucas Ontivero.

Rozas, de 78 kilogramos de peso y 178 centímetros de estatura, comenzó el encuentro un tanto nervioso. Impreciso en el pase y bastante desasistido por sus compañeros. Se fue entonando con el devenir de los minutos, dejando entrever una notable personalidad y compensando su escasa participación ofensiva con un solidario despliegue físico.

La primera aventura como futbolista del plantel adulto de la U del seleccionado Sub 20 -el de ayer fue su estreno en partidos oficiales con el equipo-, duró exactamente 60 minutos, los que tardó Guillermo Hoyos en ordenar el ingreso en su lugar de Ontivero. Al abandonar el césped del Nacional, el jugador se persignó y se fundió en un afectuosos abrazo con el estratega, que lo felicitó por su desempeño.

Mucho más hostil fue sin duda el trato que brindó la hinchada azul a la Gata Fernández, increpado durante numerosas fases del partido por sus errores y pifiado incluso en su despedida, a los 68', cuando fue reemplazado por Felipe Mora.