Sobre unos 300 kilómetros de sinuosos camino en los llamados Alpes marinos franceses, tomamos contacto con el nuevo XF-R, el que confirmó en terreno que se trata de un auto que cumple plenamente  con la promesa del fabricante: "Beautiful fast cars".

Llama la atención que Jaguar no le haya dado una identidad más personalizada, pese a que tiene pequeños elementos diferenciadores del XF de entrada. Eso, en todo caso, es un plus, ya que se trata de un deportivo con muy buen gusto.

Lo que más impresiona del XF-R es el sonido que sale desde el mismo instante en que se enciende el motor V8 de cinco cilindros con inyección directa, que genera 385 Cv y 515 Nm de par. Para realzar este sonido, muy ronco y armonioso, Jaguar abrió un conducto que lo transporta hasta el habitáculo, creando una atmósfera altamente deportiva.

Luego está la extraordinaria respuesta al acelerador, que es inmediata e intimidante. La aceleración es continua en todo el régimen, y se nota que tiene mucho torque, desde bajas revoluciones hasta el mismo corte.

La caja de seis marchas ayuda a aprovechar bien esta potencia, ya que es rápida en los pasos y muy efectiva en los rebajes. Se usa a través de las levas detrás del volante o en modo automático.

Sin embargo, y aquí está la gracia de este deportivo, es que también sabe desenvolverse con tranquilidad. Todo depende de la fuerza que se le aplique al pedal. Con esto, el XF-R es fácil de manejar, ya que se siente muy dócil y noble en sus respuestas.

Dinámicamente, el XF-R se mueve con facilidad y con aplomo, transmitiendo siempre alta seguridad de marcha. La dirección es muy directa y con tacto, los controles electrónicos ayudan a mantener la línea, y la suspensión variable juega un rol preponderante, ya que mantiene el auto pegado al piso, pero, además, es capaz de aislarlo con eficiencia de los baches.

En definitiva, se trata de un deportivo de verdad.