Jaime Lorca revive la atmósfera de la antigua Casa de Orates de Santiago en su nueva obra
En Orates, Lorca trabaja con el frío, el abandono y los delirios de los internos del antiguo psiquiátrico.

Son cartas, pero parecen súplicas: "Estimada Lucha: hace tres días escribí a Ud. suplicándole que tuviera la bondad de venir a verme y no se ha dado ese lugarcito". "Querida tía: muchas cartas le he escrito. Creo que ninguna ha llegado a su poder o conocimiento, porque no he recibido contestación alguna". "Estimado doctor: todos estos días he esperado las facilidades que Ud. me prometiera el domingo para salir a mis diligencias y arreglar mi situación afuera antes de irme".
Estas misivas fueron escritas entre 1919 y 1931 por internos del Instituto Psiquiátrico, recinto ubicado en Recoleta, que hasta 1928 se llamó Casa de Orates de Nuestra Señora de los Angeles.
En una parte del edificio estaba el pensionado. Allí vivían los pacientes cuyas familias podían pagar sus habitaciones individuales de suelo de parqué, sillones y camas con dosel. Muy diferente era la situación de casi 2.000 internos comunes, los cuales vivían hacinados en un lugar pensado para 200 personas.
Los del pensionado eran educados, sabían escribir y hasta adornaban con giros poéticos sus cartas. Eran los dementes privilegiados, aunque eso no los libró del abandono. Muchas de sus cartas con ruegos y alucinaciones jamás fueron enviadas. Algunas sobrevivieron al incendio de 1946 que destruyó parte del recinto y, a fines del 2000, la psicóloga Angélica Lavín encontró 29 cartas en una caja. Las sacó a la luz en 2003, en el volumen Cartas desde la Casa de Orates.
Una copia del libro llegó a manos de Jaime Lorca. El ex integrante de la compañía La Troppa, creador de Gulliver, se tentó con el material. "Son personajes en una situación crítica, en un lugar que los enloquece más que sanarlos". Eso, dice Lorca, lo intrigó. Entonces convocó a un grupo de actores para su nuevo proyecto: Orates. Aldo Parodi, Teresita Iacobelli, Rodolfo Pulgar, Matías Jordán, Nicolás Zárate y Paulina García (que trabajó en la dirección y dramaturgia con Lorca) se subirán al escenario el 4 de noviembre para recrear el ambiente desquiciado que se vivía en el principal recinto psiquiátrico de Santiago a comienzos del siglo XX.
UN POCO DE JUSTICIA
"Yo no sé si es delito, pero debería serlo, ¡encargarle a alguien que te mande una carta y la persona no lo hace! En esa época quienes estaban en el psiquiátrico no podían salir al correo, estaban encerrados como cumpliendo condena", cuenta Lorca atravesado por una indignación que dejó fluir en Orates, obra con que pretende "saldar la deuda pendiente".
Esta vez, Lorca crea un juego de espejos: una compañía de teatro está preparando una obra sobre unos internos del psiquiátrico que, a su vez, están preparando otra obra. "En Orates se juntan dos realidades. Se ve el estreno de la compañía de teatro y también el de los locos, el que presentan a sus familias y a los médicos con motivo de la Navidad", explica. En vez de leer las 29 cartas, se hará sobre el escenario una representación de su contenido: el frío, el encierro y los delirios que sufrieron quienes las escribieron.
EMPERADOR DE JAPON
Para viajar a la realidad del recinto psiquiátrico de hace un siglo, Lorca también entrevistó a psiquiatras y buscó fotos, informes y todo tipo de documentos que le ayudaran a completar el cuadro. "Encontramos diagnósticos médicos de la época. Son muy básicos. En esos años recién están dándose cuenta de que los pacientes no están embrujados y que no hay que quemarlos. Claro que no había medicación como ahora", cuenta.
En una de las cartas, un paciente escribe: "Dear Sir: no sirviendo a mis intereses, ni tampoco a la, nuestra sociedad; la mía y la de mi primo Lord Curzon, sírvase entregar el manejo de nuestro negocio al Señor lsaías A. Ahues o Lord Matheus". A pesar de los guiños británicos, al final el autor de la carta firma como Eduardo Johnson C., "Emperador del Japón".
Para entender cómo funciona la mente de un loco, el elenco mantuvo charlas con el psiquiatra León Cohen. "El nos decía -recuerda Lorca- que cuando alguien se cree emperador, la mente, que está frágil, está haciendo un esfuerzo por ordenarse y construir un sentido. Lo mismo ocurre cuando cree que los marcianos lo persiguen. En el fondo, los delirios de grandeza o de persecución los salvan del caos".
En Orates, los actores compartirán escenario con marionetas, elemento ya característico del creador de Gulliver. Los muñecos serán las enfermeras, monjas y doctores. "También tenemos una marioneta que recibe un electroshock. Es espeluznante. No lo hacemos con un actor, porque es un movimiento involuntario, violento, muy difícil de imitar, pero a la marioneta sí le pasan cosas con el electroshock", cuenta.
Esa era sólo una terapia para controlar a los pacientes. También eran duchados con agua helada, apaleados o se les sacaba sangre para debilitarlos. Lorca no tiene palabras para describir lo que ha descubierto creando Orates: "Los de las cartas son la elite y decían que estaban muy mal. Hay que imaginar cómo estarían los otros. He averiguado cosas que no son para contar a la hora de la comida... Digamos que a un animal lo tratas muchísimo mejor".
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