La batalla por Hagia Sophia
Este edificio turco, creado hace más de mil años, es considerado como una de las maravillas arquitectónicas del mundo. Nació como iglesia cristiana, luego fue convertido en mezquita y hoy es un museo que recibe a millones de turistas. Pero eso podría cambiar por presiones de grupos religiosos que quieren volver a convertirlo en un lugar consagrado al islam.

Durante más de 1.400 años, el gigantesco domo de la basílica de Hagia Sophia ha sido un ícono de la ciudad turca de Estambul y una de las maravillas arquitectónicas del mundo. Construido en 537 por orden del emperador bizantino Justiniano, el edificio fue durante siglos la catedral cristiana más grande del planeta. Cuando el sultán otomano Mehmet II conquistó la ciudad, en 1453, convirtió el lugar -cuyo nombre en griego significa “sabiduría divina”- en una mezquita y finalmente en 1935 el primer presidente de Turquía, Mustafa Kemal Atatürk, lo transformó en un museo.
La apertura del recinto permitió que las reliquias y los numerosos y ricos mosaicos de la basílica fueran exhibidos al público por primera vez en casi 500 años, ya que muchos habían sido cubiertos con yeso debido a la prohibición de representación de imágenes por parte del islam. Tras la decisión de Atatürk estaba su intención de convertir el recinto en un símbolo de la república moderna y secular que quiso crear tras la desintegración del imperio otomano en la I Guerra Mundial. Su objetivo se cumplió y Hagia Sophia se convirtió en un potente imán turístico: hoy recibe un promedio de 3,3 millones de visitantes al año, los que llegan atraídos por riquezas como las tumbas de los sultanes, sus intrincados candelabros y sus enormes columnas.
En 1985 la Unesco incluyó a Hagia Sophia en su lista sitios clasificados como patrimonios mundiales. Pero luego de décadas de ser el museo más visitado de Turquía, el futuro del edificio se ve complejo debido a una fuerte disputa entre grupos islámicos que presionan para que vuelva a ser una mezquita y sectores laicos que desean mantener su actual estatus. En el centro de esta polémica están sectores religiosos conservadores, algunos de los cuales están ligados al partido Justicia y Desarrollo (AK), el más grande de Turquía y que desde 2002 gobierna ese país gracias a figuras políticas como el recientemente dimitido primer ministro Ahmet Davutoglu y el actual presidente Recep Tayyip Erdogan.
Fueron esos activistas los que a fines de mayo sorprendieron a los turistas congregados en Hagia Sophia con una protesta que reunió a más de mil personas. Muchas de ellas portaban carteles que decían “Ayasofya (el nombre en turco del museo) debe ser reabierto como mezquita” o “Que nuestras vidas sean sacrificadas por el islam”. “Este es un esfuerzo serio por liberar a Ayasofya de sus cadenas. Ayasofya es un símbolo del mundo islámico y de la conquista de Estambul. Sin él, la conquista está incompleta y significa que hemos fallado en honrar el legado del sultán Mehmet”, dijo a la agencia Reuters el dirigente Salih Turan, director de la Asociación Juventud de Anatolia, que ha reunido 15 millones de firmas para pedir que Hagia Sophia vuelva a ser una mezquita.
Voces enfrentadas
La campaña para lograr la reconversión se intensificó en abril, luego de que el Papa Francisco calificara como el “primer genocidio del siglo XX” al asesinato masivo que los armenios cristianos sufrieron a manos del imperio otomano en 1915. Hoy, según los propios armenios, más 1,5 millones de personas murieron en esa masacre, pero los turcos rechazan de plano el hecho. Tras esas declaraciones, el profesor Mefail Hizli, jurista experto en ley islámica cuyo cargo se conoce como “mufti”, criticó las declaraciones del pontífice y no sólo lo acusó de ser un “cruzado moderno”, sino que predijo que sus palabras “sólo acelerarán el proceso de reapertura de Hagia Sophia para la adoración musulmana”.
Casi al mismo tiempo de esta controversia, un clérigo musulmán recitó el Corán en Hagia Sophia por primera vez en 85 años. Este giro hacia el lado más religioso ha crecido de mano del propio presidente Erdogan, quien en 1999 fue encarcelado por leer en un discurso un poema religioso prohibido y que en los 13 años que lleva en el poder ha tomado decisiones que apuntan claramente al mundo musulmán. Eliminó la prohibición de llevar pañuelos islámicos en la cabeza que existía en las universidades, comenzó a limitar el número de colegios seculares y a construir más escuelas de tipo religioso, además de imponer más restricciones al consumo de alcohol.
Más allá de la política de Estado turca y de la presión de grupos religiosos, no todos son partidarios de devolver su estatus de mezquita a Hagia Sophia. Tal como señala la revista Newsweek, incluso durante la protesta de mayo los dueños de locales comerciales mostraron su molestia con el acto. “¿De dónde salió esta gente? Quieren convertir nuestro país en Irán”, dijo a la publicación Mustafa Sonmez, propietario de un antiguo local de kebab frente al museo. También se han sumado varios académicos y figuras turcas que temen el impacto cultural y turístico que podría tener una reconversión. Por eso, han reunido más de mil firmas para pedir que Haiga Sophia siga siendo un museo abierto.
Ellos temen la instauración de medidas que ahuyentarían a muchos visitantes, como accesos diferenciados para hombres y mujeres y el ocultamiento de los mosaicos para no ofender a los musulmanes. Por eso la Unesco anunció que si el lugar vuelve a ser una mezquita podría reconsiderar su clasificación como patrimonio, ya que se alteraría su valor cultural. “El tema se centra en si los mosaicos, incluyendo la imagen de la Virgen y el Niño elaborada en 867, o los retratos de emperadores y emperatrices que adornas las galerías seguirán siendo visibles. Esto parece poco probable si el museo vuelve a ser una mezquita. Esas obras son algunas de las piezas de arte bizantinas más finas que aún subsisten y ocultarlas sería algo muy triste”, explica Antony Eastmond, experto en arte bizantino del Instituto de Arte Courtauld de Londres.
La posibilidad de que Hagia Sophia vuelva a ser una mezquita incluso ha tenido repercusiones internacionales. En 2014, cuando se alzaron las primeras voces a favor del regreso al pasado, la Comisión de Libertad Religiosa de Estados Unidos, un panel asesor creado por el Congreso de ese país, publicó una declaración afirmando que si el gobierno de Turquía cede a las presiones de los grupos más radicales, su estatus se vería mermado, además de insistir en el mal trato dado a los cristianos a comienzos de siglo. “Ya sea por razones políticas o de otro tipo, reabrir Hagia Sophia como una mezquita sería claramente un movimiento divisor y provocativo”, dijo el organismo.
Alessandra Ricci, historiadora del período bizantino en la Universidad Koc de Istanbul, indicó que volver a consagrar el edificio como una mezquita implicaría privilegiar sólo una faceta de su historia. “Sería como sentarse frente a un telar y elaborar una alfombra. Si la conviertes en una mezquita, pierdes de vista el patrón general. No es la historia completa”, dijo a Reuters. Sus temores no carecen de fundamento si se considera lo ocurrido a otros dos lugares que también se llaman Hagia Sophia y que fueron iglesias para luego servir como museos y, posteriormente, ser reabiertos como mezquitas.
Uno de ellos está en el pueblo de Trobzon, en el Mar Negro, y cuando empezó a operar como recinto musulmán en 2013 sus frescos fueron cubiertos con persianas para no ofender a los musulmanes. En la ciudad amurallada de Iznik, conocida en la antigüedad como Nicea y donde se adoptó uno de los credos más fundamentales de la fe cristiana, otro lugar llamado Hagia Sophia que funcionaba como museo fue transformado en mezquita en 2011.
Tal como el edificio de Estambul, el lugar fue creado en el siglo VI y bajo el dominio otomano pasó a ser una mezquita, para luego derivar en museo durante el siglo XX. Según consigna Reuters, hoy Iznik es un polvoriento pueblo de granjeros en el que los tractores se mueven entre un anfiteatro romano de dos mil años que está a mal traer y donde las cabras vagan entre los pilares de una iglesia del siglo VIII que resultó quemada durante la guerra con Grecia en 1922. Desde la conversión en mezquita, los turistas y los peregrinos cristianos simplemente pasan de largo, y el dueño de un hotel que no quiso dar su nombre dijo a la agencia: “No estamos reconciliados con nuestro pasado, así que intentamos eliminar sus rastros. Es en ese momento cuando todos perdemos”.
COMENTARIOS
Para comentar este artículo debes ser suscriptor.
Lo Último
Lo más leído
1.
2.