La Casilda de Sampaoli
Jorge Sampaoli es el entrenador de moda. Ganó el título de Apertura, llevó a la Universidad de Chile a su primera copa internacional y ahora pelea el título de Clausura. Pero en su ciudad natal, en Argentina, donde aún viven su madre, sus hijos y algunos amigos, se acuerdan de otras cosas. Hablando con ellos, y caminando sus calles quietas, queda claro que Casilda no olvida al "zurdo".
Casilda es una ciudad lenta que sus habitantes describen como un pueblo y que queda a 56 km de Rosario. Casilda, que nació como villa hace ya 141 años, es una explanada sin sorpresas, de 47 calles, donde vive una comunidad que los censos cifran en 35.000, pero que los casildenses suben a 42 mil.
El pueblo, o la ciudad si se quiere, está cruzada por una línea ferroviaria que dejó de llevar personas hace más de 15 años y que hoy sólo se usa para sacar trigo y soja hacia el puerto de Rosario. La producción de soja, que después de procesarse se exporta como aceite y harina, les enseña pronto a los niños casildenses una de las reglas básicas del libre mercado: que, tarde o temprano, toda la materia con potencial debe abandonar ese rincón de la Argentina profunda para embarcarse a otros destinos. A lugares en que, a diferencia de Casilda, el comercio no muere de 13.00 a 16.00, porque el pueblo ejercita su derecho a siesta para burlar los 40º del verano.
Casilda, a simple vista, es un punto agrario como cualquier otro. Pero Casilda, y este es el detalle, tiene a Jorge Sampaoli.
Jorge Sampaoli nació en Casilda, un 13 de marzo de 1960, como el primer hijo de Rodalgo Sampaoli y Odila Moya. Rodalgo, antes de todo esto, era un policía flaco en la jefatura de Casilda, al que todos conocían como el 'Negro'. Era un hombre que fumaba y que gritaba por River Plate. Aunque eso no fue obstáculo para casarse con Odila, que siempre iba por Boca, y que nunca salió a trabajar, porque quería dedicarse a esa familia que empezó a formarse con Jorge, y que continuó con Marcelo y María Laura, que nacieron tres y 13 años después del primogénito.
La primera casa que tuvieron quedaba en la calle Primero de Mayo. Como casi toda Casilda, es un barrio residencial con casas de un piso y pequeñas rejas de entrada. En esa casa, al lado de una panadería, tenían un perro callejero al que Jorge bautizó como "Leopoldo Jacinto Luque", porque así se llamaba el delantero Santafesino que jugó por River Plate en los 70.
Muy pronto, Rodalgo y Odila entendieron que su primer hijo era una criatura especial que funcionaba a ritmos más acelerados que los de su pueblo. Que sólo se encontraba cómodo corriendo en las canchas, donde todos lo conocían como 'zurdo', porque chuteaba hábilmente con la izquierda. Así que a los ocho o nueve años lo incluyeron en el equipo de baby fútbol El Poderoso, donde entrenaba los fines de semana. Ahí comenzó la obsesión.
Jorge Sampaoli entendió allí que quería vivir su vida con las reglas de la cancha y no con las de la sala de clases. Así que se escapa de Escuela Primaria Casado y de la Escuela Secundaria Comercial para ir a jugar a un descampado. Ahí, con siete amigos, llevaba la pelota con la zurda, fingiendo ser un 10 como el Beto Alonso de River, su ídolo de adolescencia, y no paraba hasta las 10 de la noche.
Sergio Abdala, uno de los buenos amigos de Sampaoli que queda en Casilda, y que hoy es presidente del Club Alumni, camina por ese descampado. Y recuerda.
-Nosotros jugábamos con una pelota de trapo. Era bravo Jorge. Era un tipo que metía y metía y metía. Siempre lo teníamos que salir a defender. Armaba quilombo con los jugadores del otro equipo.
En el descampado juegan unos niños. De pronto, uno se barre y bota al niño del otro equipo que llevaba la pelota. Abdala se ríe. Dice: así era Sampaoli.
En la historia oral que por estos días recita la familia de Jorge Sampaoli, hay dos clases de anécdotas. La primera, que tiene que ver con el lado más burlón y bromista del DT de U. de Chile, entra en detalles sobre cómo no le gustaba la escuela, cómo hacía la cimarra y cómo su madre debía prepararle resúmenes antes de las pruebas.
Odila recuerda esas historias, tomando mate dulce en su casa. "Cuando estaba en la Escuela Comercial, tenía el pelo largo. El director le dijo que tenía que cortárselo y me llamó a mí para decirme que si no le cortaba el pelo, no entraba a la escuela. Yo tenía que ir a Rosario, entonces le dije a Jorge: 'Cuando vuelva tenés que tener el pelo cortado. Si no, te lo corto yo'. Volví y tenía el pelo largo. Tomé unas tijeras y él salió corriendo. No lo podía encontrar. Era de noche y me bajó una desesperación. Yo decía: 'Se va a tirar bajo el tren'. Tenía esa rebeldía de pibe. Debe haber tenido 14 ó 15 años. Todo el barrio estaba buscándolo. Después de varias horas, descubrimos que se había escondido bajo el techo de mi casa. A la mañana tuvo que ir a la peluquería a cortarse el pelo".
El otro tipo de anécdotas que le gusta recordar a la familia Sampaoli son las que muestran el lado más tenaz y competitivo de Jorge. Como esta que cuenta María Laura: "Una vez, con su hermano Marcelo, que jugaba para otro club, se enfrentaron en la cancha. Y se tenían que marcar. Habrán tenido 14 y 17 años. Marcelo jugaba en Juventud Unida y Jorge en Aprendices. En una jugada, se pelearon porque Jorge le hizo un foul a Marcelo. Mi mamá les decía que no se pelearan, que eran hermanos. Se pelearon igual y después, en casa, estuvieron una semana sin hablarse. Todo por el fútbol".
Pero hay una historia de la que ni la familia ni su amigo Sergio Abdala se acuerdan con precisión, porque Jorge decidió borrarla de sus recuerdos. Sucedió en 1976, durante un entrenamiento en las canchas de Newell's Old Boys, cuando Sampaoli se abría paso como carrilero por la izquierda en el equipo de juveniles que ese club de Rosario tenía en la Cuarta División argentina. Era una práctica. Un amistoso entre el equipo y su par de Tercera División. Ahí, en una circunstancia que nadie es capaz de relatar, el casildense sufrió una fractura expuesta de tibia y peroné.
A la cancha llegó Rodalgo, que llevó a su hijo a un hospital de Rosario. Ahí, como diría Odila en su comedor, Jorge aprendió que su pierna no fue lo único que salió fracturado de la cancha. Que en ese césped, a los 16 años, también se habían fracturado sus sueños de fútbol. Que él, Jorge Sampaoli, nunca debutaría en primera.
Estas fueron las calles tristes de Sampaoli. La ruta que no lo llevaba a un estadio, sino al Banco de la Provincia, donde atendía detrás de la ventanilla de cajero. La sucursal quedaba en calle Buenos Aires. Jorge llegaba todos los días a las 7.15 de la mañana. Si había conseguido ese puesto un mes después de recibirse de la secundaria, en enero de 1978, era porque Odila había usado todos sus contactos para encontrarle un trabajo a su hijo y prevenir que estuviera en la calle. En el banco, Jorge descubrió que su perfil hiperkinético lo convertía en un cajero rápido, veloz para manipular los billetes.
Sergio Abdala, que entró a trabajar a ese banco meses después, lo recuerda así: "Entrábamos a las 7.15 y salíamos a las 12.15. Pero por horario teníamos que quedarnos hasta las 14.30. Y este no le daba bola a nadie. Eran las 12.15, terminaba su trabajo, y se iba". Odila, con risa, agrega: "Le decían 'tortuga de jardín' en el banco. Sabían que estaba, pero no sabían dónde".
El 'zurdo', entendiendo que la burocracia no podía ser su mundo, se escapaba al bar Sarmiento, a tomar aperitivo. A hablar de fútbol, mientras los años pasaban y Sampaoli se convertía en un jugador amateur para el club Alumni del barrio Barracas los fines de semana, y en un hombre de familia: en febrero de 1985 se casó con Analía Sampaolese, con quien tendría dos hijos, Sabrina y Alejandro.
Después que el Banco de la Provincia se privatizara en 1991, se fue a trabajar en el juzgado de un pueblo colindante, Los Molinos, que funcionaba como oficina de Registro Civil. Sampaoli no quería dejar de trabajar en una repartición pública que le dejara tiempo para otras cosas: como ser entrenador de las juveniles y del primer equipo del Alumni, que competía en la liga de fútbol casildense, y los cursos que tomó durante tres años en el club Renato Cesarini, de Rosario, para convertirse en un director técnico acreditado.
La dureza marcial por la que Jorge Sampaoli se ha hecho conocido en la banca esconde pequeñas fracturas. Como cuando su padre murió de un cáncer al pulmón, en 1985, y el 'zurdo' sintió tanta tristeza que, como recuerda Sergio Abdala, "no llegó a los velatorios. Se quedó afuera de la iglesia. Sentía tanta pena, que no podía estar ahí. El era muy apegado a su padre".
Después de eso, Sampaoli no dejó fumar a su madre y comenzó una cábala que silenciosamente guarda hasta hoy: nunca dirige un partido sin tener una foto de su viejo en la billetera.
Con esas fracturas escondidas, el entrenador instauró los entrenamientos cinco veces por semana en el Alumni, impuso prácticas profesionales de doble jornada a futbolistas de fin de semana y en ese club ganó cinco años la categoría juveniles y jugó dos finales adultas de la liga casildense. Sampaoli se convirtió en un obsesivo del fútbol y un admirador de Marcelo Bielsa. Alguien capaz de decirles a sus jugadores en el Alumni: "Si vos no practicás, no jugás. Y si vos no jugás, mejor dedicate al estudio".
Esa forma de entender las cosas le permitió entrenar al Argentinos de Rosario de la Primera B Metropolitana y, luego, el gran salto al profesionalismo en el 2000, cuando alguien en Rosario lo recomienda a la gente del Juan Aurich, un equipo peruano de Chiclayo. Ahí empezaron los viajes de cuatro horas entre Casilda y Buenos Aires para tomar sus vuelos y las dudas que veía Sergio Abdala cada vez que lo llevaba.
-Decía: 'Me voy, no me voy, me voy, no me voy'. Estaba siempre dudando. Y bueno, se iba siempre. Pero antes de subir al avión estaba mal. Le costaba muchísimo.
Cuando Sampaoli se fue a Perú, su hija Sabrina -hoy de 25- tenía 16 años: "Nosotros lo apoyamos. Pero inevitablemente se pierden cosas en el camino. Cumpleaños, graduaciones... Y bueno, nosotros siempre entendimos que lo que estaba haciendo era su sueño".
Alejandro, su hijo de 24, agrega: "Su partida a Perú la sufrí un montón. El tuvo que tomar una decisión muy difícil. Nos dijo que era una oportunidad única".
Jorge Sampaoli pasó por Juan Aurich, Sport Boys y en 2005 firmó por el Coronel Bolognesi de Tacna. Ahí le dijo a su mujer que viajara a Perú, que viera si podía adaptarse. Sergio Abdala lo cuenta: "Analía me decía: 'Yo me fui a vivir allá tres meses y los tres meses no estuve con él. O estaba concentrado o cuando comíamos lo llamaban 10 veces por teléfono. Me acostaba con él y hablábamos de fútbol'. No es fácil ser la mujer de un técnico. Jorge comenta que se acostumbró a la soledad. Que hace cinco, seis años entendió que no puede estar más que solo. A pesar de que ahora está en pareja, él es un tipo para estar solo. El mismo lo dice: 'Es muy difícil estar conmigo'".
Casilda tuvo que acostumbrarse a la partida de Jorge. A que volviera dos veces al año y que ahí, por un par de días, recuperara sus rutinas en el bar Sarmiento, sus trotes diarios por los campos de soja, sus raquetazos en la arcilla de las canchas del Alumni y los partidos que armaba en las calles amarrando una red en los postes de luz.
Jorge, de cierta forma, volvía a la sala de estar de Odila cuando ella sintonizaba uno de sus partidos en el Sporting Cristal de Lima, el O'Higgins de Rancagua, el Emelec de Guayaquil o, ahora último, con la Universidad de Chile. Aunque para ser honestos, con esta última pasó algo distinto después del título del Apertura 2011. Porque Casilda de pronto tenía niños vestidos con camisetas azules y en el salón del Alumni había días en que se hablaba de Eduardo Vargas casi tanto como de Lio Messi.
Entonces, llegó esa final de la Copa Sudamericana que ganó contra LDU, donde Sampaoli invitó, según Abdala, a 24 personas para que el Estadio Nacional tuviera a parte de Casilda dentro. Aunque eso, quizás, no fue lo más impresionante.
Lo más impresionante, diría María Laura, que no pudo viajar a Santiago el 14 de diciembre, fue que después de que el árbitro pitó el final del partido, alguien en Casilda salió a celebrar. Dice ella que no logró ubicar quién fue, pero que se trataba de un muchacho en bicicleta, que pedaleaba tirando globos rojos y azules.
Dice también que gritaba algo.
Que cantaba "Sampaoli, Sampaoli".
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