Hoy, en el torneo de fútbol de Chile, y quizás solo por hoy, no existe convicción como la de O’Higgins. Puede que no le alcance para nada o que le falte cuando más importa, ante Universidad de Concepción, en la última fecha. Pero hoy, entre los postulantes a la corona, nadie parece más dispuesto a conseguirla que los celestes.

Ni siquiera Universidad Católica, que tras vencer a la U aparece totalmente enchufada hacia el mismo objetivo. La inesperada caída en Arica, donde pudo enfilar un camino mucho más tranquilo, es demasiado reciente como para sobreseerla.

En Rancagua supieron levantarse del ignominioso 8-1 de la tarde irrepetible de los azules de Beccacece y, lejos de cualquier foco, comenzaron a armar un fondo de juego para una campaña que ya acumula una decena de partidos sin conocer la derrota.

Cuando esa labor alcanzó la luz pública y les permitió la ilusión -después de derrotar a Colo Colo-, los celestes demostraron tener la mordida de quien no quiere dejar escapar a su presa.

Frente a San Luis -el miércoles- y Cobresal,  O’Higgins estuvo abajo en el marcador y por momentos hasta fue superado por su rival en la  cancha -en especial en el norte-, pero no se rindió jamás ni se echó a morir por sus propios errores (los penales de Vargas ya son objeto de estudio). Todo lo contrario: se convenció de que podía salir adelante a como diese lugar.

En la Sexta Región saben que no dependen de ellos, que la primera opción es de la UC, que mañana ante San Luis debe volver a mostrar que aprendió la lección y que puede soportar la presión. Lo de O’Higgins es dársela. Y es lo que ha hecho con sus últimos triunfos.

Colo Colo también depende de ese resultado. En su caso, para saber si llega al final, aunque sea, con una remota posibilidad. Sin demasiado brillo, alcanzó un triunfo que llega muy tarde para una escuadra que esta semana se desencajonó completamente, con una interna que comprobó carecer de la convicción necesaria para alcanzar cualquier objetivo. Lo opuesto a O’Higgins.