La democracia de la unanimidad
<div>Hay una tendencia que, invocando la tolerancia, busca una sociedad uniforme, que "funa" a quienes tienen una visión diversa. </div><div><br></div>

VARIOS PROYECTOS de ley han sido aprobados recientemente por unanimidad. Todos de acuerdo, nadie se opone, ideal. Pero, ¿será lo más conveniente para la sociedad y la democracia? Al menos sería inconcebible en los países desarrollados, donde los grupos de opinión y los políticos buscan que sus ideas prevalezcan.
La opinión pública, sensibilizada con graves accidentes causados por jóvenes ebrios circulando a 170 km/h, pidió castigar con mayor dureza a los que conducen bebidos. El resultado fue una ley, aprobada en la Cámara de Diputados por 82 a 0, que bajó el umbral para los delitos de conducir bajo influencia del alcohol al equivalente de haber bebido una cerveza, y de conducción en estado de ebriedad a dos vasos de vino. En este último caso, se castiga por igual al que conduce básicamente sobrio y al que lo hace totalmente intoxicado, lo que no parece justo. Pero, además, el sistema penal deberá distraer recursos escasos procesando conductores que han tomado una simple cerveza. Los verdaderos delincuentes -esos que roban, acuchillan y violan- deben estar muy satisfechos de que haya menos capacidad de perseguirlos. En el Congreso no hubo un solo parlamentario que expusiera este punto de vista, al menos atendible.
También se aprobó, por 97 a 0 en la Cámara, un popular "perdonazo", consistente en borrar el historial de los que no han pagado sus deudas. A nadie le importaron los acreedores, a los que se dificultará recuperar sus acreencias. Caer en Dicom es un incentivo a pagar puntualmente o a ponerse prontamente al día, y la economía no funciona si la gente no paga. Menos importó aún que aumentara el riesgo crediticio y, consecuentemente, las tasas de interés para todos, incluidos los que cumplen con sus obligaciones. Por cierto, ningún diputado defendió este punto de vista.
La democracia supone diagnósticos y propuestas diversas, y debate para llegar a soluciones apropiadas. Como existe la diversidad, las cosas se resuelven por mayoría. Por eso, cuando no surgen planteamientos alternativos, se rehúye -o teme- el debate y se vota como otros exigen, la democracia está fallando. Puede que la mayoría, al final, resuelva castigar sin distinción a los que conducen bebidos o condonar el historial a los que están apremiados por deudas, pero es necesario que se discutan todas las aristas para que la decisión se pueda considerar ponderada. Y el que disiente no puede negar la señal de votar en contra.
En Chile existe una creciente tendencia que, invocando la diversidad y la tolerancia, busca una sociedad monocromática, que no duda en "funar", ya sea en las calles o en las redes sociales, a quienes tienen una visión diversa. Es el fenómeno de lo políticamente correcto, que mueve a muchos a callar lo que piensan. La derecha ha sido especial presa de esta práctica, alentada sobre todo desde dentro por analistas que prescinden de las ideas y privilegian la táctica política, que al cabo no denota más que falta de coraje, y los resultados están a la vista.
Si todo va a ser unanimidad en el Congreso, ¿entonces para qué tenemos parlamentarios? Bastaría que alguien decida en función de encuestas lo que hay que hacer y nos ahorramos las dietas. Quedaría únicamente dilucidar si eso sería dictadura o un simple régimen.
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