Histórico

La figura más polémica del rock argentino y el aliado musical de Sampaoli habla de su visita

Patricio Fontanet fue el líder de Callejeros, el grupo de la tragedia en la discoteca Cromañón.

Tres años de tratamiento neurológico. Un año y dos meses en la cárcel. Seis meses encerrado en una clínica psiquiátrica. Dos años de medicación intensa, con 15 pastillas por día. Una novia fallecida en la catástrofe y un nuevo juicio que la próxima semana empezará a resolver su futuro penal. "La verdad, a mi me ha costado mucho. He estado internado, he estado medicado, he estado con depresión, y todos los que pasamos por esto hemos sufrido bastante. No es que uno lo pueda dejar atrás tan fácil", asume el cantante Patricio Fontanet (35), como una manera de matizar un registro que parece clínico, una síntesis farmacológica y penal de los últimos años de su vida, aferrado a un hito menos numérico, pero igual de dramático.

El artista era el líder de la banda Callejeros la noche del 30 de diciembre de 2004, cuando -mientras tocaban en la discoteca bonaerense República Cromañón- un incendio mató a 194 personas, dejó más de mil damnificados y, sobre todo, abrió una herida aún sin cura en la sociedad argentina, en un circuito cultural que crece traumatizado por una de las mayores tragedias en la historia del rock.

Un luto que además reveló un entramado de corrupción política y de negligencias en la escena porteña de conciertos, y que de paso, amenazó con sepultar para siempre la carrera de Fontanet con Callejeros, uno de los grupos más convocantes de Argentina, cabecillas de ese rock barrial que encarnó la vocería de los pibes de la calle y de esa "cultura del aguante" compartida con las barras de fútbol. El músico sigue:  "Cuando pasó el incendio, pensé en dejar de tocar para siempre. Me costó mucho volver a la guitarra y escuchar Callejeros. Pero en algún momento me di cuenta que eso era yo y uno no puede huir de lo que es. Tomamos la decisión de volver, por un asunto de necesidad y también por recuperar lo que se había perdido esa noche, que era la música, sentirnos vivos de nuevo. En eso influyeron mucho los sobrevivientes de este drama".

Pero volver a calzarse la guitarra fue una misión cuesta arriba: a Fontanet le costó varias vidas artísticas. Tras la tragedia, Callejeros regresó recién en 2006, período que culminó cuatro años después con batallas internas y la disolución del conjunto. En esa misma temporada, algunos miembros se rearmaron como Casi Justicia Social (CJS), pero en 2011 fueron condenados a siete años de prisión, logrando la libertad -debido a una orden judicial que exigió revisar el fallo- recién el año pasado. Ahí, renacieron como Don Osvaldo y, casi como un exorcismo, ampliaron su ruta, fijando un show el 15 de agosto en el Teatro Caupolicán de Santiago (entradas en Ticketek).

“Dentro de todo, la cárcel terminó siendo algo positivo. Es malísimo estar preso, sobre todo porque se nos metió ahí sin pruebas, pero al menos me convencí que debía volver a la música. Tengo bronca de haber perdido tanto tiempo y de no haber estado en cosas como el crecimiento de mi hijo, pero me sirvió para continuar mi tratamiento psiquiátrico. No pude hacer el duelo en su momento y creo que todavía no lo he hecho como corresponde. Estuve dos años medicado, hubo momentos terribles, pero fue enfrentar lo que tendría que haber asumido en 2005. Debería haber hecho un tratamiento serio tras el incendio, pero no lo hice, porque jamás había ido a un psicólogo, jamás había tomado una pastilla, para mí era algo exageradísimo”.

En su reencuentro con la libertad, Fontanet ha enfrentado las críticas de los familiares de los fallecidos, quienes lo acusan de ganar dinero a costa del dolor ajeno y de presentarse como víctima, y no como el responsable de encabezar un grupo que promovía el uso de bengalas y que aceptó tocar en un recinto sin condiciones adecuadas. La fricción más álgida se dio a principios de mes, cuando presentaron un show con una escenografía que mostraba un cadáver gigante en representación de la justicia, y un telón lleno de llamas y nubes de humo. Paradojas de la vida: para los afectados, el cantante estaba jugando con fuego.

“Respetamos todas las posturas, así como las de aquellos familiares que están felices que toquemos, que son la mayoría. Nosotros creemos que tenemos la razón y que los que reclaman son los equivocados, porque somos inocentes. Después de todas las desgracias que vivimos, tenemos derecho a seguir trabajando. Respeto los que critican, pero siento que están errados: penalmente no somos responsables, por el simple hecho de que no cometimos ningún delito, y espero que eso se ratifique. Y las bengalas ya existían cuando nosotros partimos, no es que las hayamos inventado. Eso fue un discurso creado por el gobierno y los medios”.

Ante tal escenario, para el cantautor el caso Cromañón tiene un gran responsable: Omar Chabán, dueño del lugar y que no sólo no firmó un contrato con la agrupación para la noche del evento, sino que además poseía permisos caducados y sobrevendió el sitio. Ahí el análisis gira hacia Chile. En abril, una tocata en el centro de Santiago culminó con cinco muertos debido a una avalancha de personas que quiso ingresar sin entradas y a las precarias condiciones en que se levantó la cita. "No conozco lo que pasó", se excusa el músico, aunque luego traza un paralelo: para él, los propietarios de los recintos y  los productores siempre son los culpables centrales de cualquier infortunio. "Yo tengo la responsabilidad que mi banda suene bien, pero el productor debe hacer todo lo que está a su alcance para que no pasen estas cosas. Es un rol muy importante, no hay que culpar a la gente".

En este trance, el grupo parece seguir una consigna inmortalizada en una de sus canciones: “No escucho y sigo/ porque mucho de lo que está prohibido/ me hace vivir”. De paso, es la frase que Jorge Sampaoli tiene tatuada en su brazo izquierdo.

El DT de Chile es un defensor de los argentinos, ha participado en varios actos de apoyo y ha visitado dos veces a Fontanet, incluyendo un cara a cara del año pasado en la cárcel, el que se extendió por tres horas. El artista sólo le regala elogios: “Le tengo todo el respeto y cariño. Es un tipo que, sin tener la obligación ni la necesidad, se brindó de la manera que pudo a ayudarnos. Tomando en cuenta la posición en la que está, es para sacarse el sombrero. Es un orgullo como argentino”.

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