Histórico

La historia del joven de 23 años que vivió con un orangután y fue exhibido en un zoo

<div>Ota Benga llegó como esclavo a Estados Unidos en 1904 para ser presentado como el eslabón perdido.</div><div><br></div>

El 30 de abril de 1904 se inauguró la Exposición Universal de San Luis, una feria donde las potencias occidentales exhibían, generalmente por meses, sus mayores avances tecnológicos. Eran todo un evento, que concentraba la atención de los principales medios de América de Norte y Europa.

Para esa oportunidad, un caso especial llamó la atención: la presencia de un hombre de color, pequeño (no más de 1,50 metros de altura) y de dientes afilados presentado como el eslabón perdido. El ser humano que unía a las razas predominantes en el occidente, con los monos.

Este ser humano permaneció toda la feria encerrado en un jaula y exhibido todos los días al público.

Pero detrás de esta “atracción” había una penosa historia de abuso y esclavitud que, años mas tarde, tendría un triste desenlace.

El llamado eslabón perdido era Ota Benga, un pigmeo del Congo de 23 años, que efectivamente tenía dientes afilados, pues eran limados como parte de una tradición de su etnia.

La periodista estadounidense Pamela Newkirk narra la triste vide de Benga en su libro recién publicado "Spectacle: The astonishing life of Ota Benga" (Espectáculo: la increíble vida de Benga), asegura Daily Mail.

Acá se cuenta cómo fue adquirido por un doctor de Estados Unidos, Samuel Phillips Verner, a quien la organización de la Feria Universal encargó traer un pigmeo.

Ota llegó a Estados Unidos a los 23 años y estuvo en exposición los seis meses que duró la Feria y después inició una vida itinerante, donde recorrió varias ciudades de EEUU, siento tratado como un animal.

Su travesía tuvo otro capítulo en 1906, cuando fue exhibido en el zoológico del Bronx, Nueva York, junto a los simios. Ahí vivió junto a un orangután y lanzaba flechas y trepaba los árboles para entretener al público.

Ante protestas de la comunidad afroamericana, Benga salió de exhibición y pasó a un orfanato. Se le colocaron fundas en los dientes, se le entregó ropa e ingresó al colegio. Sin embargo, Ota nunca se acostumbró. Dejó la escuela y comenzó a trabajar en una empresa de tabacos, donde no tenía problemas para trepar a la cima de los árboles, sin ninguna protección, y sacar las hojas de tabaco.

La historia de Ota llegó hasta 1916, cuando a los 32 años, se desprendió de sus ropas, se sacó las fundas que ocultaban sus dientes afilados, encendió una pequeña fogata y, con una pistola, se disparó en en el corazón.

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