Histórico

La letra chica y el éxito de Chile

<font face="tahoma, arial, helvetica, sans-serif" size="3"><span style="font-size: 12px;">La letra chica lleva al progreso, promueve la paz social, legitima la labor del gobierno y la oposición y apoya a los necesitados.</span></font>

LO QUE SEPARA una sociedad de individuos egoístas, que se organizan en función de lo que pueden extraer para sí del sistema, de una solidaria y que apoya a los más débiles es, exactamente, la "letra chica". Esta limita a los jubilados más pobres los beneficios de la reducción del 7% de cotización para salud o pone tope a la remuneración de las mujeres que califican para ser subsidiadas durante su posnatal. Sirve para focalizar el apoyo fiscal en los más desprotegidos, dando un sentido ético a las contribuciones que efectúan los demás chilenos.

La letra chica evita burocracia y permite que el país progrese. Sin ella, la clase media pagaría más impuestos, sólo para que los políticos y la burocracia estatal devolvieran esos recursos, después de un gran recorte, a quienes mueven al país con su esfuerzo. En este círculo vicioso de impuestos elevados-recortes para la burocracia-restitución de ingresos disminuidos, se debilitan los incentivos para trabajar y se generan estímulos para distraer tiempo e imaginación en "conseguir" lo que el Estado y las burocracias reparten. Sin letra chica politizaríamos la vida de los chilenos y alentaríamos el abandono de los pobres y el estancamiento.

Saber que los impuestos son acotados y se usan en beneficio de los más pobres permite a todos trabajar más tranquilos. Porque si, en un mundo sin letra chica, se comenzara a sospechar que los impuestos van a los más pechadores y mejor contactados, el incentivo sería a pujar por acceder a los recursos estatales, cerrar los ojos a la coima, y sumar fuerzas en el partido para confrontar a todos los interesados en la misma plata. ¿Se le viene a la cabeza algún país falto de "letra chica"? Ciertamente, hasta ahora, ese país no es Chile.

Hoy las cabezas de la oposición compiten por la autoría de esta innovación intelectual: "el gobierno de Sebastián Piñera utiliza letra chica". No estaría mal que los presidentes de los partidos eje de la Concertación conversaran con sus propias autoridades técnicas. Hablen con Engel o Velasco, que quisieran que el gobierno de Piñera no hubiese propuesto nunca la eliminación del 7%, para no arriesgar la verdadera innovación chilena, -de 30 años- que ha permitido que el país progrese mientras apoya a sus pobres: la letra chica.

Corren tiempos complejos. Los dirigentes políticos quieren dar un carácter solidario a las nuevas pujas por acceder a más recursos públicos, para así poder acompañar a los movilizados con la frente en alto. Según ellos, estaríamos ante la inquietud ciudadana por hacer el modelo más solidario, sensible, amable. Un nuevo hippismo, se ha dicho. ¿En Magallanes, defendiendo el subsidio al gas? ¿O en Requínoa, pidiendo apoyo a los fruteros? ¿O marchando con alumnos de una universidad que quieren excluir de algún beneficio a los alumnos de otra universidad?

Gobierno y oposición deben estar atentos a las demandas ciudadanas. Pero lo que legitima su labor, lleva al progreso, promueve la paz social y apoya a los más necesitados es la letra chica. Entre las muchas demandas posibles las hay atendibles, urgentes, postergables o directamente rechazables. La única forma de atender y rechazar lo que se debe es con títulos claros y letra chica.

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