La Tercera elige los mejores libros del 2008
La maravillosa vida breve de Oscar Wao, de Junot Díaz
El libro con que el dominicano avecindado en EEUU Junot Díaz ganó el Pulitzer es una novela exuberante y mestiza, que les debe tanto a los maestros del Boom latinoamericano como a la cultura pop estadounidense. No sólo narra la historia de Oscar, un gordo nerd de origen dominicano que vive en Nueva Jersey, sino también la de su familia y, con un prisma inesperado, la del dictador Rafael Trujillo.
In memoriam, de Raúl Zurita
El último libro de Zurita (en la foto) es una desgarradora no ficción poética en que enfrenta su vida con honestidad brutal: sus líos con el CADA, el día en que se cortó la cara, mientras se masturbaba públicamente y la polémica cuando ganó el Nacional de Literatura. A ello se agrega su propia soledad. Los días como prisionero político tras el golpe de Estado le permiten elevar un lamento mayor que empapa a todo Chile.
En el café de la juventud perdida, de Patrick Modiano
El imprescindible autor francés nos invita a caminar por un París que ya no existe, al tiempo que narra la historia de una inquietante joven que fascina a varios parroquianos del café Le Conde, local que en los 60 reunió a la bohemia parisina. De aura melancólica y densa, bellamente triste, es también una novela de iniciación: Louki y Roland, los protagonistas, construyen sus identidades.
Crónicas reunidas, volumen I, Joaquín Edwards Bello
En este volumen se recogen los textos que el autor de El roto publicó en el diario La Nación entre 1921 y 1925. Se trata de un período prácticamente olvidado de su producción. Las 142 divagaciones del libro adelantan todas la obsesiones, humoradas y contradicciones que desarrollará a lo largo de su vida. Una prueba irrefutable de que Edwards Bello es, por definición, perdurable.
Los libros de la guerra, de Fogwill
Fogwill ya no es un secreto: es el más rabioso escritor argentino. Este libro, que recopila sus ensayos y artículos publicados entre 1980 y 2005 en medios como El País, Clarín y Diario de Poesía, transmite urgencia, decisión y, sobre todo, independencia de las modas culturales. Además, muestra la códigos de una escena literaria casi desconocida en Chile. Las entrevistas que cierran el libro ponen la dinamita final.
El sindicato de policía yiddish, Michael Chabon
Otro mundo: llega a su fin la cesión temporal de 60 años de un terreno en Alaska que EEUU le concedió al pueblo judío, en la década del los 40, para que vivieran en paz. Israel, se supone, nunca existió. Con ese telón de fondo, el detective Meyer Landsman debe buscar al asesino de un adicto a la heroína que, todo indica, era el Mesías. Chabon firma un policial que atrapa y sorprende por su imaginación.
Historia de Chile III: Amos, señores y patricios, Alfredo Jocelyn-Holt
Utilizando un estilo que escasea en la historiografía local y que podríamos llamar literario, Jocelyn Holt relata el desarrollo de dos entidades fundamentales de los siglos XVII y XVIII para el sistema Chile: la hacienda y el criollo. La tesis central es provocadora: el hacendado fue "un sujeto histórico formidable", capaz de crear las estructuras sociales más duraderas de nuestro país. Para desintoxicarse de tanta imagen estereotipada.
El fumador y otros relatos, de Marcelo Lillo
El primer libro de Lillo (51 años) reveló, de sopetón, a un autor maduro cuyos cuentos, confesionales e introspectivos, nos hacen transitar por el gran arco de las pasiones humanas. Los tonos que dominan son el hastío y la soledad, los protagonistas son diferentes tipos de perdedores y el paisaje es incómodo y a ratos miserable. Seco y realista al estilo de Carver y Tobias Wolff, Lillo factura el mejor debut del año.
Siútico. Arribismo, abajismo y vida social en Chile, de Oscar Contardo
Oscar Contardo nos informa que la palabra siútico apareció en nuestro país a mediados del siglo XIX, cuando la oligarquía local avizoró al avance de los "nuevos ricos". Narrado con acuciosidad historiográfica, con el estilo libre del ensayo y a ratos con humor galopante, Contardo rastrea las transformaciones de ese viejo insulto y atraviesa la historia social chilena hasta nuestros días.
Luces de reconocimiento, de Roberto Merino
La escritura de Merino pasa con una naturalidad impresionante de lo superfluo a lo esencial: en este volumen hay juicios arbitrarios sobre la obra de Lihn, Couve, Marín y Parra, entre otros, pero para intensificar el placer el autor incluye anécdotas y observaciones que dan cuenta del carácter y las manías de los miembros de la fauna literaria local. Los lectores asisten a un trozo de la historia de Chile y, sobre todo, a una cabeza, la de Merino, que opera con total libertad.
Fueron consultados Juan Manuel Vial, Andrés Gómez Bravo, Roberto Careaga y Alvaro Matus.
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