Las dificultades de enseñar en los colegios más pobres
En Chile, cerca de 50 mil profesores hacen clases a alumnos de establecimientos vulnerables. Respecto a sus pares, no tienen mayores incentivos económicos, pese a que se enfrentan día a día a un complejo aprendizaje y a precarias condiciones, que afrontan tanto ellos como sus estudiantes.
Más de tres meses se demoraron los profesores de un colegio del sector sur de Santiago, con un alto índice de vulnerabilidad, en recaudar dinero y poder instalar cubrepiso en una de las aulas del establecimiento. “Tomamos la decisión de mejorar la sala, ya que el sostenedor no cuenta con los recursos. Lo hicimos para mejorar las condiciones de los profesores y también de los alumnos. Pasábamos mucho frío, nos enfermábamos”, cuenta el profesor Marcelo, quien trabaja hace ocho años en el recinto que atiende a estudiantes de alto riesgo social y que han sido rechazados por otros colegios.
Marcelo se enfrenta, como dicen muchos, con la peor realidad del sistema escolar chileno: atiende a alumnos de una escuela de jóvenes rezagados y vulnerables. Con 44 horas contratadas y cuatro bienios acumulados, el docente recibe un sueldo de casi $ 900 mil brutos. Además de cancelar sus deudas personales, el educador -muchas veces - destina un porcentaje de su sueldo en comprar materiales para los alumnos que atiende. “Nos demoramos más de 20 minutos para hacerlos callar y empezar la clase. No sólo le enseñamos lectoescritura, sino también hábitos sociales y de higiene. Son niños vulnerables que tienen familias que no les prestan atención”, cuenta.
Una realidad que viven día a día miles de docentes a nivel nacional que atienden las aulas más complicadas del país, donde no sólo se enfrentan a desafíos de aprendizaje, si no que “muchas veces nos enfrentamos a los hábitos violentos de estos jóvenes, por lo que nos sentimos amedrentados. No es lo mismo enfrentar a un niño de quinto básico y de 10 años, que a uno de 20 años que retoma sus estudios y viene con conductas de pandilla”, dice.
En el país, existen más de 195 mil profesores que trabajan en establecimientos con financiamiento estatal. De ellos, el 27% trabaja en sectores vulnerables (Ver infografía). “Es fundamental reconocer la labor de los docentes en los lugares de mayor complejidad social. Más que un bono, es una corrección a muchos costos alternativos de sumarse a trabajar en lugares de mayor complejidad”, explicó Hernán Hochschild, director de Elige Educar.
Un profesor, que actualmente trabaja en un colegio vulnerable, es bonificado por su labor vía asignación por desempeño difícil, que representa alrededor de $ 30 mil al mes. El proyecto de Política Nacional Docente establece, también, una bonificación por desempeño en sectores vulnerables cercana a los $ 15 mil. Sin embargo, para muchos expertos la cifra es insuficiente. “Debería aumentar gradualmente y para todos”. A juicio de Hochschild, el beneficio debería representar “el 20% de la remuneración de un docente. Por ejemplo, si gana un millón, tendría que ser $ 1,2 millón, en total”.
Una opinión que comparte el fundador de Enseña Chile, Tomás Recart: “Las condiciones en las que trabajan estos profesores son muy malas, y no sólo en el sentido económico, hoy día al profesor nuevo se le da ocho mil pesos más mensuales para ir a un colegio vulnerable, eso no es un incentivo, ni siquiera te da para pagar la micro”.
Según fuentes cercanas al Mineduc, aumentar los beneficios para aquellos profesionales que trabajan en sectores vulnerables es uno de los desafíos a mejorar de la iniciativa. La idea que baraja el Ejecutivo es aumentar el bono propuesto y darles oportunidades de perfeccionamiento vía becas.
Complejidad de la vocación
Como Marcelo, hay otros profesores que trabajan en sectores vulnerables. Juan Pino es parte de la red de Enseña Educar y actualmente imparte la asignatura de Ciencias en un colegio de Temuco. “Este año ha sido complejo porque me tocó ser profesor jefe y darme cuenta que tal vez les estoy exigiendo algo y al mismo tiempo quizás el papá está preso o cosas así. Al final te sofocas un poco con tanta necesidad”.
Para el profesional, las condiciones difíciles agotan la motivación de enseñar: “Uno como profe puede disfrutar mucho de lo que hace, pero si constantemente esto no tiene un beneficio para ti, se vuelve más difícil”.
Macarena Pérez, también es parte de Enseña Chile. Trabaja en un colegio de Puente Alto que tiene alumnos en altos niveles de precariedad. Una de sus preocupaciones actuales fue el saber que algunos alumnos estaban consumiendo drogas. “Me encantaría poder parar todo y tratar esto antes de que se esparza al resto del curso y antes de que se hagan daño, pero no puedo porque no me da el tiempo y por eso lo está viendo otra persona. Es un desgaste porque siento que les estoy fallando”, explica Pérez, quien profundiza en el tema y dice que “existe también un desgaste físico y emocional súper grande, que te madura mucho también, pero de aquí a unos años, muchos profesores ya están cansados y se quieren ir, por lo que se pierde capital humano y bueno”. Sin embargo, recuerda que con esos niños “se debe hacer el esfuerzo por incentivarlos a que, por lo menos, sepan la utilidad de lo que aprenden”.
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