Histórico

Los 80 años de Claude Chabrol, mucho más que el "Hitchcock francés"

El legendario cineasta trabaja sin parar y sigue fiel a su obsesión de desenmascarar las bajezas de la burguesía de su país.

El cineasta francés Claude Chabrol se burla de la edad y tampoco cree mucho en las carreras. "Los triunfos son la muerte de un director. Tuve muchos triunfos hermosos y pequeños", afirma el veterano director a modo de balance. Tal vez esta modestia explica la larga vida cinematográfica del realizador galo, que el jueves cumple 80 años.

Hace más de cuatro décadas que Chabrol (quien debutó en 1958 con El bello Sergio) filma películas en las que examina sin compasión las bajezas humanas y lo que hay detrás de la fachada de la sociedad burguesa. Pero parece que los años no pasaron por él: A pesar de su edad, Chabrol hace honor a su fama de adicto al trabajo. Después de Bellamy, que en 2009 fue mostrada en la Berlinale, este año puede verse en la televisión francesa una serie basada en la obra de Guy de Maupassant.

"Nuestra generación no pensaba en la carrera, queríamos crear obras. No estoy seguro de que actualmente de verdad se intente hacer cine", señala el maestro.

Chabrol no sólo critica a la burguesía, a la cual conoce como hijo de una clase social cuya hipocresía ataca sin piedad. También observa a la gente y su vida. Para él los festivales de cine y sus premios son un escaparates de la vanidad y la apariencia. Los compara con tómbolas, que no tienen mucho que ver con la calidad de las películas que muestran y premian.

Así, el cineasta cree que Cannes es un circo mediático. "No hay mucho más que esa gente que camina por la alfombra roja en traje de noche y pasa el mayor tiempo criticando el espectáculo", dice Chabrol.

Sin compromisos, cínico y de honestidad brutal son las características de él y su obra. No hay nada que disfrute más que desenmascarar en sus películas la falsedad, falta de visión y egoísmo de la burguesía a través de dramas provincianos y familiares, ojalá enriquecidos con incesto o asesinato. La estructura policial siempre está presente (es por ello su apodo de "El Hitchcock francés"), pero en Chabrol puede más la fría y clínica disección de las pobrezas humanas.

A diferencia de muchos de sus coetáneos, Chabrol no llegó al cine como asistente de dirección, sino como crítico de la revista especializada Cahiers du cinéma, igual que sus compañeros de ruta Godard, Truffaut y Rohmer.

Chabrol es parte de la generación que hace más de 50 años creó la Nouvelle Vague, un movimiento contrario al cine establecido y acomodado. Quería más individualidad, más profundidad, frente a los productos de masas. Nació el término "cine de autor", cuya característica era el inconfundible sello individual de cada cineasta. Desde la muerte de François Truffaut y Eric Rohmer, Chabrol es junto a Jean-Luc Godard uno de los últimos directores de la Nouvelle Vague.

Con más de 60 largometrajes, ha hecho más películas que sus ídolos Fritz Lang y Alfred Hitchcock. Chabrol se hizo un nombre con cintas como Una mujer infiel, El carnicero, Un asunto de mujeres, Violette Noziere, Gracias por el chocolate o La flor del mal, donde sus mejores títulos han estado protagonizados por Isabelle Huppert, su propia musa y quien ha plasmado de manera magistral esa ambigüedad típica de sus personajes, prisioneras entre la abyección y las apariencias.

"Sólo un psiquiatra podría averiguar por qué insisto en desenmascarar la doble moral de la burguesía", dijo una vez Chabrol. Agrega que en todo caso no se debe a su educación católica, la cual no dejó huellas, según él. En otras palabras: Chabrol es por naturaleza un moralista cínico.

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