Histórico

Los chilenos en el diván

<img height="21" alt="" width="94" src="https://static-latercera-qa.s3.amazonaws.com/wp-content/uploads/sites/7/200811/193348.jpg" />&nbsp;&nbsp;<br /> Hoy, llegan a terapia&nbsp;igualmente angustiados que hace 20 a&ntilde;os, pero de falta de pasi&oacute;n. Esa es la enfermedad que hoy tira a los divanes a miles de chilenos.

Pocos pacientes acudirían hoy en Chile a la consulta del famoso doctor Freud. Su especialidad, las represiones sexuales que tanto analizó, trató y lo convirtieron en el monstruo mundial del psicoanálisis, se encuentran en plena retirada en nuestra sociedad.

Hombres y mujeres, que hasta hace pocas décadas llegaban a consultar cargando cantidad de deseos y pasiones insatisfechas, han dado paso a chilenas y chilenos que llegan igualmente angustiados, pero de falta de pasión y deseo. Esa es la enfermedad que hoy tira a los divanes a miles de chilenos, dice el doctor Francisco O'Ryan -psiquiatra y presidente de la sociedad psicoanalista de Chile- y los hace arrugar kilos de kleenex, frotando sus ojos. Porque los especialistas coinciden en que estamos quedando ciegos de tanto mirarnos el ombligo.

Pero si los dilemas personales han cambiado al ritmo de los años, la sociedad chilena y su evolución también se reflejan en el diván. Hace dos décadas, el contexto social se colaba por debajo de las puertas de las consultas mostrando la división de la sociedad y la importancia de los temas políticos. "Miedo, rupturas familiares por diferencias ideológicas, exilio, imposibilidad de relaciones entre oposición y gobierno", enumera la sicóloga Eugenia Weistein. Hitos colectivos como la elección del Sí y el No entraban de lleno en la terapia, ya fuera porque era parte visceral de la vida de las personas o como pasión por una u otra postura.

"Ello se perdió paulatinamente con la disminución de la conflictividad social y  el creciente individualismo", dice Weinstein. A tal punto que hoy lo colectivo se ha disuelto. Los problemas en las consultas son cada vez más personales: pareja, familia, trabajo, hijos, estrés, vida sin sentido, soledad, angustia, identidad sexual. El único tema colectivo que hoy emerge en la consulta, dicen los especialistas, es la crisis económica, porque es una amenaza que afecta la vida de las personas.

ADICTOS AL DIVAN

Hace 20 años, la mayoría de las  personas que iba a una terapia lo hacía a escondidas, era una cita secreta, explica el psiquiatra Oscar Feuerhake. Sentían que fácilmente podían ser estigmatizados como locos o, al menos, raros. En los hospitales públicos, los pacientes esperaban su hora tapándose la cara con revistas, con vergüenza. Y en la mayoría de las consultas privadas, lisa y llanamente -y hasta el día de hoy-  no existen las  salas de espera. Los doctores dan horas con suficiente distancia como para que los pacientes no se topen. Tocan el timbre y al diván.

Hoy, la situación es distinta.

En una reunión de cuarentonas que celebraban los 25 años de salidas del colegio, de las 29 presentes, sólo una dijo no haber asistido jamás al psicólogo o al psiquiatra. Las 28 restantes admitieron haber ido  a terapia,  ya fuera sola, con su pareja, la familia enterita o haber llevado a algún hijo por recomendación del colegio. Un par dijo haber ido para ver "qué onda".

Ha sido tanto el cambio en estos años, que del silencio se pasó a un sostenido aumento de las consultas sicológicas. "Hace 20 años había poca conciencia respecto de que el propio sufrimiento, en gran medida, es causado por uno mismo. Y desde esa perspectiva tiene sentido pedir ayuda para intentar cambiar algo", dice Feuerhake. León Cohen, siquiatra psicoanalista, agrega que la gente hoy sabe que quienes consultan son seres comunes y corrientes y que -como ellos- llevan en su interior conflictos, angustias, tristezas, las que les interesa entender, aliviar y cambiar para llevar una vida mejor.

Pero también vamos más al diván "porque estamos y nos sentimos más solos que hace 20 años", explica el doctor O'Ryan.

Otra causa poderosa es la vida cada vez más compleja y competitiva. "En estos años han aumentado los conflictos con los cuales hay que lidiar", dice la sicóloga Eugenia Weinstein. "La familia extendida, que ayudaba mucho en la crianza de los niños, se ha acabado, y la pareja se ha visto sobre demandada, sin capacidad para cumplir todas las  expectativas que hay sobre ella, lo que ha aumentado las crisis matrimoniales".

LAS MUJERES HABLAN DE PEGA

Hoy, la proporción de hombres y mujeres que consultan es prácticamente la misma. Las razones, eso sí, bien distintas: "Hace 20 años las mujeres llegaban hablando de hombres y los hombres hablando de pega; ahora, las mujeres llegan hablando de pega y los hombres, de mujeres", dice Feuerhake.

En el caso de las mujeres, esto tiene que ver con la inserción laboral y la imposibilidad de estar a la altura con todo lo que se les exige, y en el caso de los hombres, con la necesidad afectiva dejada de lado por décadas, con la postergación de las emociones.

"Las mujeres corren con desventaja", dice O´Ryan. "Tienen  la fantasía de que van a llegar, pero en esta sociedad es imposible, lo que produce  que, lógicamente, ellas se frustren y hagan depresiones". Lo bueno, en el caso de ellas, es que como llevan las carencias afectivas más a flor de piel,  pueden reconocer más fácilmente lo que les está pasando y pedir ayuda.

Aunque la depresión femenina no es fruto exclusivo de esta época, lo que sí ha ido variado son las razones de ésta. Décadas atrás se relacionaba más con la permanente sensación de postergación; hoy, con la lucha por estar a la altura con la enorme presión que significa criar hijos y trabajar al mismo tiempo.

Así, las mujeres llegan al diván con cuadros depresivos y ellos con cuadros ansiosos -una sensación permanente de intranquilidad, inquietud, de que algo va a pasar. La depresión está más asociada a la pérdida y a la culpa que al temor a lo que viene. La depresión se da  mirando hacia atrás y la ansiedad,  mirando hacia adelante", explica el psiquiatra.

ENFERMOS DE EXITO

El éxito profesional de los hombres se ha convertido en un nuevo desafío para la psiquiatría. Dado el nivel de desarrollo que ha alcanzado el país y el crecimiento económico experimentado en estos últimos 20 años, la carrera por ser el más competente o potente, ha pasado de ser un boom, a un boomerang.

El doctor Feuerhake cuenta que a su consulta llegan muchos hombres, entre los 45 y 55 años, aparentemente muy exitosos, pero con altísimos niveles de ansiedad que ellos no saben a qué responde.

Se han pasado años compitiendo, lanzados en una carrera donde hay que ganar como sea. Compiten, se miden con sus pares, son promovidos, acaudalados, pero no saben dónde van ni dónde termina la pista. Han ensalzado el éxito, el personalismo, el narcisismo, a tal punto que cuando logran todo lo que han buscado, se encuentran con el vacío.

¿Cuál vacío, preguntaría uno, si tienen los bolsillos llenos?

Es que ya la plata no sirve de nada, dice Feuerhake.  Siguen girando, ansiosos, pero sin rumbo, todo les da lata. Y no entienden qué pasó en el camino.

Es como seguir en el colegio midiendo quién hace pipí más lejos, por el puro placer de competir. Lo que no es nuevo y viene desde que el hombre hace pipí. Lo que sí ha  cambiado en estas últimas décadas y parece  preocupante, es el nivel  de competencia y lo centrada que está nuestra cultura en el logro.

Uno de los temas que hoy ocupa más espacio en las consultas es el narcisismo (narciso es quien necesita a los demás como auditorio de sus propios logros). Una enfermedad que padecen las personas con una autoestima muy frágil, y aunque suele darse más en hombres, gradualmente ha ido aumentando en las mujeres. Los narcisistas suelen haber sido niños criados con abandono afectivo, hijos de padres que valoran mucho el éxito y que por diversas razones no pudieron dedicarles el tiempo necesario, lo que compensaron con abundancia de cosas materiales y sin rectores claros en términos de autoridad. Esta mezcla -tan común en sectores acomodados chilenos- forma personas que buscan el éxito como única manera de valorarse. La autoestima se mantiene con dinero: mientras más tengo, más valgo.

"Tanta competitividad genera falta de pasión en la intimidad  y ese es el problema de nuestra sociedad. Freud diría que esta sociedad se curó de las represiones, pero se enfermó de narcisismo", agrega Francisco O'Ryan.

EL VIAGRA EN EL CURRICULUM

Así no es difícil comprender por qué algunos de  los medicamentos más recetados son el ravotril -clonazepam- fluoxetina y el viagra. "El primero para tranquilizarse y el segundo, para no estar tan tranquilo", comenta el doctor Cohen.

El mayor uso del viagra no está en las personas que  sufren de impotencia sexual, sino en hombres que quieren mejorar su potencia, es decir, su "rendimiento". Así, la potencia pasa a ser parte del currículum, del currículum narcisista. O'Ryan explica que a menor satisfacción en la intensidad de las relaciones afectivas, mayor necesidad de rendimiento sexual. "Una  buena relación afectiva no se echa a perder cuando la potencia sexual no es lo que se espera", enfatiza.

En las mujeres, el currículum narcisista actual  vendría a ser la estética. Tratar de mantener el físico intacto, siempre pensando en ser vista y admirada. Prueba de ello es la proliferación de centros de estética, gimnasios, cirugías, tratamientos láser, botox y estrictísimas dietas que marcan la vida de destacadas profesionales.

Y son esas: la falta de afecto, la soledad, la intolerancia al dolor y el hedonismo, las principales razones de las consultas psiquiátricas y psicológicas de nuestra época.

Razones que están muy vinculadas con el desarrollo que ha experimentado el país en estos últimos 20 años. Porque no hay duda que hombres y mujeres de todas las edades están hoy mucho más satisfechos con el logro de  sus deseos individuales, pero sumidos en la soledad profunda, con menos contacto, con mucha presión y poca, muy poca pasión.

ASI NADIE PUEDE

La sicóloga Weinstein explica que muchas de las crisis de pareja se producen por las exigencias a las que se ven sometidas. "Cuando al fin deciden comprometerse establemente, esperan que su pareja no sólo sea capaz de enamorarlos, sino que además, sea buen padre o madre, buen marido o esposa, responsable en el trabajo, los gastos, el dinero y las tareas del hogar, se lleve bien con la familia, sea buen amante y buen amigo, comparta hábitos, valores, costumbres y proyectos, posea una visión similar sobre la crianza de los hijos, la política, el sexo y la autonomía; ojalá tenga los mismos amigos e intereses parecidos, además de suficiente compatibilidad de caracteres como para llegar a acuerdos, dirimir conflictos y pasarlo bien juntos. Mucho ¿cierto? Nadie puede".

LOS PADRES PERDIERON EL INSTINTO

En los niños, las razones por las que hoy van a terapia tienen mucho más que ver con las motivaciones de sus papás, que con los problemas que ellos mismos pudieran tener. Hace dos décadas, explica Ana María Reyes, psicóloga de la U. Católica, consultaban cuando vivían un drama muy grave o cuando los mandaban del colegio, por problemas con sus compañeros o dificultades de aprendizaje. Hoy, son los padres quienes toman la iniciativa. Para prever. Para asegurarse de sus habilidades como educadores.

La  competitividad de los adultos hace que se  sientan  permanentemente evaluados en su calidad de padres, lo que aumenta las consultas en los niños. "Porque sienten que no pueden equivocarse con su hijo, que deben darle todas las oportunidades, lo que incluye colegio caro, deportes, ballet, paseos, juguetes, apoyo en las tareas y psicólogo". Lo que explica por qué muchas de las consultas psicológicas terminan siendo de "psicoeducación" a los padres: validarlos en su rol, hacerlos que se respeten a sí mismos, que confíen en su intuición.

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