No basta con rezar. También habrá que desembolsar una buena suma de dinero para aterrizar la fantasía de Madonna en Chile. Junto con lo que parece ser el intento más serio por traer por primera vez a la diva del pop a Santiago, asoma también el tema más sensible para cerrar el soñado negocio: los altos costos de un primer espectáculo de la estadounidense en suelo chileno.

El eventual desembarco de la gira  Sticky & sweet tour (versión alimentada por el anuncio de rodar hacia fines de año por Sudamérica que hizo la cantante a través de su página web, www.madonna.com/) podría superar lo desembolsado por conciertos como el último de U2 en Santiago, en febrero de 2006. Es decir, una cifra no menor a los cuatro millones de dólares, según fuentes de productoras de espectáculos  que operan en el país.

Sólo en honorarios de la artista será necesario pagar una suma cercana a los US$ 2 millones y el resto se calcula en los gastos operativos que demanda una empresa de esta envergadura.

Dentro de estos figuran ítems como el arriendo de lugar donde se realizaría el show, empresa de seguridad, el apartado técnico (que considera amplificación e iluminación, entre otras cosas), los impuestos aduaneros por la infraestructura del recital, además de pasajes aéreos, visas de trabajo, viáticos, hotel, transporte, camarines,  catering y las personas que será necesario contratar en Chile para temas como enrejado y cubrepiso.

Todos coinciden en que una eventual presentación de Madonna en Santiago debería realizarse en el coliseo central del Estadio Nacional y el arriendo de esa plaza asciende a los ocho millones de pesos más un porcentaje variable según el borderó y que va de 3% a 6%, según un rango de asistentes que va de 35 mil personas a 65 mil. Todo un diseño que sólo es factible convocando a más de 70 mil personas. Algo, por cierto, esperable.