Memoria: la distorsión de los recuerdos
Los hechos se contaminan con el paso del tiempo. Experimentos han demostrado los vericuetos de la mente para hacernos creer que recordaremos vívidamente algo que nunca sucedió.<br />

A ojos de la ciencia, la clásica pregunta que se formula en un juicio, "¿Jura decir la verdad, toda la verdad y nada más que la verdad?", es una petición absurda. El avance de las investigaciones ha llevado a concluir que los recuerdos grabados en nuestra memoria, definitivamente, no son tan confiables como creemos.
De hecho, desde que el test del ADN se erigió como evidencia judicial, sólo en Estados Unidos más de 240 condenados han quedado libres, y en el 75% de los casos las personas habían sido condenadas tras ser erróneamente identificadas por testigos que juraron decir la verdad.
Según los investigadores, la mente humana no es una grabadora ni una filmadora, por lo que cuando recordamos no es como retroceder una cinta para luego repetirla. La ciencia de la memoria advierte que nuestros recuerdos son vulnerables a la información a la que accedemos después del evento en cuestión.
Cuando ocurre un hecho, primero lo grabamos en el hipotálamo, núcleo ubicado en lo profundo del cerebro. Sólo cuando es relevante para la persona, se inicia el proceso de la "consolidación": el hecho se traslada a la corteza para guardarlo por largo tiempo. Desde allí se recupera cada vez que la persona lo recuerda.
Pero al momento de volver a evocarlo este recuerdo se combina con vivencias e ideas, formando un nuevo recuerdo uniforme y fluido -refinado, embellecido o desmejorado- que procede a guardarse nuevamente, con una química cerebral sutilmente diferente, compatible con la nueva imagen. Ello explica las distintas distorsiones que se producen con el tiempo.
Preguntas tramposas
Las investigaciones han demostrado que las insinuaciones pueden alterar los recuerdos y, más aún, crear recuerdos completamente falsos. En un estudio realizado por las sicólogas Elizabeth Loftus, de la U. de California en Irvine, y Jacquie Pickrell, de la U. de Washington, se "inyectó" seudorecuerdos en la mente de los voluntarios. Para ello, las especialistas se coordinaron con los padres, madres u otros parientes sobre una experiencia traumática que les habría ocurrido a los participantes cuando niños: extraviarse en un mall a los cinco años por un buen rato, y luego ser rescatados por una persona mayor, quien los reunió con su familia. El 25% de los voluntarios "recordó" completamente el episodio con detalles específicos.
A partir de este estudio se sucedieron varios trabajos en que los investigadores implantaban "falsos recuerdos" en la memoria de los participantes: ser atacado por un perro, un accidente serio, ser rescatado por un salvavidas o sufrir una lesión causada por otro niño. Las cifras fueron, en todos ellos, decidoras: el 26% "recordó" completamente el episodio, mientras que otro 30% pudo recordarlo parcialmente. Si en el experimento se agregaron técnicas para estimular la imaginación de los participantes, se llegó a un 36% de recuerdo total.
En los últimos años, otros estudios han demostrado que, también, una simple pregunta capciosa logra distorsionar los recuerdos del interrogado. Si usted le pregunta a un testigo: "¿Cuán rápido iban los autos antes de que se destrozaran ambos?", la persona estimará como mayor la velocidad de los autos, que si le pregunta "¿cuán rápido iban los autos antes de chocar?". Incluso, si usa la palabra destrozar, es más probable que los testigos digan haber visto vidrios rotos en el lugar de los hechos, aunque no existieran.
Forzando los recuerdos
¿Qué diferencias hay, entonces, entre un recuerdo verdadero y uno falso? Poco, dicen los especialistas, y ello es lo que consideran más preocupante. Sólo algunas sutilezas marcan la frontera entre los reales y ficticios. Los recuerdos verdaderos tienen una intensidad emocional mayor y se relatan en primera persona, a diferencia de los falsos que se cuentan desde la perspectiva de un observador. Pero incluso esa pequeña diferencia desaparece cuando la persona debe contarlo en más de una ocasión.
El progreso de la ciencia en la materia también derribó la creencia que imperaba en la década del 90, cuando se pensó que era posible recordar los traumas infantiles de víctimas de abusos a través de terapias sicológicas o siquiátricas. La idea era que los recuerdos "reprimidos" podían salir a la luz con terapias, como hipnosis, interpretación de los sueños o suero de la verdad. Esto generó una epidemia de denuncias de abusos en Estados Unidos, muchas de ellas entre parientes. Después de que la ciencia comprobó que no hay evidencias que respalden esa tesis, muchos terapeutas debieron enfrentar de vuelta querellas de sus pacientes. Un siquiatra de un hospital de Chicago, por ejemplo, debió pagar más de US$ 10 millones en compensación.
Judicialmente, también ha habido cambios. "Los recuerdos de un testigo -sostienen en la organización Innocence Project- son tan delicados como cualquier otra prueba de la escena del crimen. Deben conservarse en forma cuidadosa y recuperarse en forma metódica, de lo contrario, pueden contaminarse".
Publicidad evocadora
La evidencia actual sobre la memoria ha llevado a los publicistas a darse cuenta de que los recuerdos se construyen y se alteran continuamente, moldeados por las nuevas vivencias de la persona. De hecho, se ha comprobado que las generaciones expuestas a similares mensajes de los medios llegan a tener recuerdos parecidos de su infancia.
Por esto, las empresas buscan recrear épocas de infancia -los años 70 u 80, por ejemplo- para llegar con su mensaje al grueso de los actuales consumidores. Así, muchos son persuadidos de comprar cuando ven estos "recuerdos" desplegados ante sus ojos.
Por ello, la próxima vez que piense que ese olor a galletas recién hechas le recuerdan las tardes de domingo de su infancia, piénselo dos veces. ¿De verdad habrá vivido esa sensación de niño, o son los trucos de su propia mente que ha modificado los hechos? En parte, por esos recovecos de la memoria se explica que nunca dos hermanos recuerden lo mismo sobre la infancia compartida.
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