Histórico

Muerte de Sandro

Señor director:
Tuve la oportunidad de conocer y atender a Sandro desde su primera visita a Chile, el verano de 1968, cuando se alojó en el hotel Alcázar para actuar en el Festival de Viña.
En mi condición de representante periodístico de CBS, su casa discográfica, era mi rol contactarlo con los medios y la gente del evento. Años más tarde lo acompañé, como reportero, en dos giras nacionales y nos reuníamos cada vez que venía a Chile.
Por más de una década compartimos almuerzos, comidas, confidencias, carretes y hasta me encontré varias veces protegiéndolo del delirio público de sus fans, a quienes jamás dejó de respetar con delicadeza.
A su muerte, la que siento como la de un estimado amigo, quiero destacar sus auténticas virtudes artísticas y personales que raramente descubrí en otras figuras estelares. Por ejemplo, su caballerosidad, su buen humor, su cariño por los niños, su inspiración innata para crear canciones del rescate de cualquier idea.
Nunca lo escuché expresarse con groserías -hoy tan celebradas- ni criticar a las vacas sagradas del espectáculo argentino, que por la condición humilde de donde provenía le hacían entonces la vida imposible y que hoy roban espacios en la TV para declararse "sus amigos de siempre".
Para quienes lo conocimos de cerca, creemos con legítima certeza que se ha ido el último de los grandes artistas trasandinos, el que jamás requirió de escenarios con efectos especiales ni sobrepoblados de grupos de baile para montar sus actuaciones. A él le bastó con su voz y sus genuinas contorsiones corporales.
Amigo, buen y merecido descanso.
Alfredo Barra

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