Padres y profesores saben que cuando los niños vuelven a clases en marzo, luego de tres meses de vacaciones, deben repasar las materias porque varios de ellos ni siquiera las recuerdan.

Esto porque durante las vacaciones es probable que parte del aprendizaje del año escolar anterior se pierda, sobre todo en niños de menos recursos. Es lo se que analizó en un seminario realizado por el Centro de Estudios de Políticas y Prácticas en Educación de la U. Católica (CEPE-UC) y la Fundación Consejo de Curso.

Tal como explica Andrés Bernasconi, director del CEPE y vicedecano de la Facultad de Educación UC, la educación es un proceso complejo y multifuncional, y no solo se logra en la sala de clases.

La pérdida del aprendizaje en vacaciones afecta al grueso de los niños y jóvenes, aunque en mayor medida a aquellos que provienen de contextos de escasos recursos, dice Sebastián Marambio, director ejecutivo de Fundación Consejo de Curso. “La explicación es que en verano, niños y jóvenes en general están expuestos a muchos menos estímulos culturales y educacionales que durante el año académico. En el colegio leen, escriben y hacen matemáticas, entre otras cosas. En la casa, durante las vacaciones, el trabajo intelectual es mucho menor, sobre todo si pasan solos, frente al televisor, sin acceso a libros ni oportunidades como viajes o salidas al museo”.

A juicio de Marambio, esa pérdida de aprendizaje en el verano es “devastadora” y explica gran parte de la brecha educacional. “Cuando llegan las vacaciones, mientras algunos niños siguen aprendiendo, la mayoría pierde aprendizaje, y esto ocurre sistemáticamente verano tras verano, desde primero hasta cuarto medio”, indica.

Un estudio realizado por investigadores de la U. de John Hopkins, en 2007, reveló que al iniciar la educación media, más de la mitad de la brecha de rendimiento académico entre alumnos de nivel socioeconómico bajo y alto, puede explicarse por el acceso desigual a oportunidades de aprendizaje durante el verano.

“No se trata de evitar el ocio, el juego o el descanso. Todos son necesarios para el desarrollo integral de los estudiantes, sino más bien, de dar a cabida a microcápsulas de contacto con espacios de formación relativamente informales y más distendidos, pero que sí signifiquen un desafío cognitivo para los estudiantes”, dice Marambio.

Marcelo Mobarec, director de PentaUC, explica que desde la lógica de este programa interdisciplinario que se dedica al desarrollo de altas habilidades cognitivas y socioafectivas, “la temporada de verano es un espacio privilegiado de mayor libertad para los estudiantes que les permite tomar contacto con experiencia de enriquecimiento extracurricular”.

Sin embargo, para un alumno altamente talentoso e intrínsecamente motivado, las vacaciones resultan un espacio amenazante, pues pierden oportunidades de continuar desarrollando sus habilidades. “Dejan de aprender si no se les ofrece un espacio especialmente diseñado para responder a sus gustos e intereses”, agrega.

En Chile hay pocos estudios sobre la pérdida de aprendizaje durante el verano. Marambio cree que se debe a que “se supravalora el descanso inoficioso y se entienden las vacaciones como el lugar para no hacer nada, por lo que todo lo que llegue a significar desafío cognitivo, artístico o deportivo, es visto como una amenaza”.

¿Qué puede ayudar? Las visitas al teatro, al cine, a parques nacionales, leer y conversar sobre esas lecturas, y recorrer sitios históricos son parte de la educación no formal que ayuda a los niños a reforzar sus conocimientos y aprender otros nuevos.

Mobarec añade que también ayuda la participación en cursos y talleres de verano organizados por universidades, municipios y/o parroquias, ver programas culturales de televisión que sean de interés del estudiante y YouTube, acceder de manera gratuita a exposiciones, conciertos, encuentros deportivos que se ofrecen en comunas, iglesias, grupos scouts, entre otros.