Pipa, la refinada playa del nordeste brasileño
Turistas de todo el mundo llegan a la que es considerada una de las playas más bellas de Brasil. Un prestigio que esta ex aldea de pescadores sabe mantener vigente, incorporando toques de sofisticación a la oferta turística.

Primero fueron los pescadores. Luego, hippies venidos desde el sureño Sao Paulo y la más lejana Europa. Más tarde, a comienzos de los 90, turistas que llegaban en charters también desde el Viejo Continente y que se quedaron.
Todos los habitantes de Pipa, una de las más lindas playas del nordeste de Brasil, ubicada a 85 km de Natal, aunque con distintos orígenes y diversas miradas, han hallado acá el sitio ideal donde instalarse y echar raíces. Sus más de 300 días de sol al año, sus rojizos acantilados cubiertos de vegetación, bahías de aguas tranquilas con piscinas naturales y playas con olas para el surf, la han catapultado en los últimos años como uno de los destinos en alza dentro de Brasil. Pero afortunadamente, Pipa sigue siendo privilegio de pocos, más parecido a la tranquilidad que se respira en Arraial D'Ajuda que a la agitación y el desenfreno de Porto Seguro.
¿Qué vieron acá tantos europeos y visitantes? Una larga faja de arenas finas, verdes cocoteros, aguas donde se ven delfines o golfinhos, y relajo, mucho relajo.
Lucía, una artesana chilena que, tras vivir 20 años en Porto Alegre, sintió el llamado de Pipa y se instaló acá, dice con énfasis: "Pipa nunca pasará de moda". Y es que, a su juicio, más que la canción del verano o el bar de moda como pasan en muchas playas, quienes visitan este balneario buscan un sitio con encanto, que reúne descanso, naturaleza y entretención, pero sin encandilar.
Lucía trabaja en el mercado de artesanías, inaugurado hace dos años, donde varios artistas elaboran trabajos en madera, tejidos y semillas nativas, además de pinturas. Y es en su trabajo que reafirma este concepto. La feria responde a un turismo orientado cada vez más hacia un perfil hippie chic.
Es así como los restaurantes del pueblo son tan rústicos como elegantes, los cafés y bares pueden ser pequeños y discretos, pero en su decoración hay un gusto exquisito, y las tiendas de decoración, exclusivas boutiques y locales de regalos que se han tomado la Avenida Baia dos Golfinhos, principal arteria del pueblo, lo grafican en sus vitrinas.
NOCHES CON CHARME
Restaurantes de suave iluminación y música chill out se ven en Pipa. Como el Agua Na Boca, que se instaló hace 10 años en el N° 687 de la calle principal y es reconocido tanto por su entretenido ambiente, sus contundentes platos de camarones y su barra con vinos chilenos. Como éste hay muchos, pero de las más variadas especialidades: una trattoría obviamente atendida por italianos, cocina española, japonesa, muchos de pescados y mariscos, mexicanos, y un largo etc.
Quizás la más exclusiva propuesta gastronómica es la que entrega Tadeu. Chef, periodista, aviador, viajero incansable y eterno enamorado (se ha casado ocho veces), instaló el restaurante Camamo en su propia casa, a cinco kilómetros de Pipa. Una "experiencia a los cinco sentidos" la define él. Se trata de un ritual culinario en seis tiempos, para un máximo de ocho personas. La propuesta varía y es, sobre todo, refinada. Probamos crema helada de mangos con camarones, ostras gratinadas con roquefort, albahaca y cointreau. Ideal para una velada romántica a la luz de 300 velas que se encienden en la terraza ($ 43.000 pp. http://camamo.com).
Y mientras ocho cenan (no abren al almuerzo y hay que reservar dos días antes), en Pipa cientos de personas se vuelcan a las calles a confirmar por qué este pueblo tiene una de las bohemias más vibrantes del nordeste brasileño. Un buen comienzo es en el bar café Aruman, donde se prueban los más sabrosos crepes y el mejor capuccino del pueblo, bajo una decoración minimalista que tiñe de blanco todo el local. Entrada la noche, bares como Oz, Tribus y Gatos da Rua se turnan en la semana para presentar música en vivo, reemplazando al popular forró de la región por sonidos electrónicos, reggae y bossanova. El cierre está a cargo de Calangos, club donde se puede bailar los fines de semana hasta la salida del sol.
PIPA DE AGUA
Difícil se torna dejar la posada por la mañana. Más aún si es una como la Pousada dos Girassois, que goza de un silencio y comodidad absolutos en sus condominios decorados con motivos naturales, además de contar con jacuzzi y terrazas con hamacas que dan a un jardín tropical que esconde piscinas con hidromasajes.
La adoquinada Avenida dos Golfinhos -que en rigor es una calle angosta y nada tiene de "avenida"- sale de nuevo al paso, ahora con llamativas tiendas de souvenirs. Entre las más exclusivas está la boutique Flor de Algodao, que diseña camisas, pantalones y faldas de fino algodón en colores naturales.
Bajando por alguna peatonal se llega a la Praia do Centro, llena de barcitos donde se pueden capear los húmedos treinta y tantos grados que hay el año corrido. Aquí también se encuentra la caleta de pescadores, con pequeños botes descansando en la orilla, siempre rodeada de corales.
Además de la pesca, hoy estas embarcaciones llevan al turista a navegar por el litoral. Hay paseos de una hora hasta la Praia dos Golfinhos (sí, los mismos), juguetones mamíferos que escoltan durante todo el trayecto. También se ven tortugas marinas nadando alrededor.
Volviendo a la Praia do Centro, la caminata puede continuar por el borde del mar. En el camino se pasa por Cabo Verde, el punto más cercano entre América y Africa, lugar donde se levanta Paraíso das Tartarugas (www.paraisodastartarugaspipa.com), acogedor guest house, con habitaciones que dan a la misma arena, bar con mesa de pool, hamacas y una escuela de surf para quienes se dirigen hacia Praia do Amor, ubicada a pocos metros del antiguo centro de reunión de los primeros hippies llegados a Pipa.
Hoy, esta linda playa continúa siendo perfecta para quienes quieran perderse por su larga faja de arena que termina en un bosque de palmeras.
Arriba del acantilado y con una vista excepcional, está Pipa Beleza, resort, spa y restaurante inaugurado hace dos años, en medio de un tupido escenario natural.
PIPA AVENTURA
Otra manera de codearse con la naturaleza de Pipa es visitando la Reserva Ecológica, cuya entrada se encuentra a 10 minutos del pueblo, rumbo a Tibau do Sul ($ 1.700, www.ecopipa.com.br).
La espesa Mata Atlántica alberga monos, serpientes e infinidad de loros, además de aves y animales que muchas veces han sido recuperados del tráfico ilegal. Puede observarlos y fotografiarlos al recorrer los 16 senderos que hay entre jardines botánicos, con puntos de descanso y miradores que dan a un criadero de tortugas marinas, ubicado a un costado de la Praia do Madeiro, para muchos la más hermosa de Pipa, de mar calmo y arenas blancas, acantilados y palmeras. Se puede bajar por una larga escalera. Conectada a esta área protegida se encuentra Punta do Madeiro, donde hay uno de los parques de arborismo más completos. Cuenta con mallas, puentes y troncos colgantes y un canopy de 890 metros que mira la selva desde arriba, junto a una vista panorámica del Atlántico.
Con la agencia Pipa Aventura se puede disfrutar de esta actividad, además de panoramas outdoors, como paseos en buggy, kitesurfing, parapente, arriendo de bicicletas y motos. Muy cerca se encuentra Ponta de Pirambú, un day use al que se accede por un funicular de bambú. Tiene resto-bar, spa con todo tipo de masajes, sauna y una bella piscina con vista al mar ($ 15.000 pp).
A escasos minutos de aquí, en el pueblo de Tibau do Sul, el muelle del hotel Marina (www.hotelmarinas.com.br) se llena de turistas que llegan a probar sus crepes cuando el sol se va ocultando en la laguna Guarairas, que desemboca en el mar. Una fiesta natural que, al igual que Pipa, cambia de colores, sin perder nunca su esencia.
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