Pirincho Cárcamo bajo la lupa
En menos de tres años, Sergio ''Pirincho'' Cárcamo se ha tenido que someter a cuatro intervenciones para salvar su fulminante pérdida de visión. Por lo mismo, la voz de Radio Futuro se ha alejado de los conciertos y no sale mucho más que a trabajar.
Las quejas comienzan apenas el micrófono de Radio Futuro, donde trabaja desde hace 17 años, se apaga. Ahí, el locutor Sergio “Pirincho” Cárcamo (70) advierte que tiene poco tiempo y que lo van a interrumpir mientras habla. También dice que hace calor, que no sabe bien qué decir, y que hace algunas semanas se peleó con su hija Valeria (30), porque él criticó a las mujeres que no denuncian a sus maltratadores, y ella lo trató de machista. “Me crié con tres mujeres, es imposible que yo sea machista”, se defiende. Tras una pausa, el tema de conversación cambia radicalmente y se impone: “No soy una leyenda del rock y ya me da vergüenza ir a conciertos”.
La foto institucional para promocionar su programa, Con la ayuda de mis amigos, delata el paso del tiempo: antes tenía más pelo en su cabeza, una postura más erguida, una sonrisa menos arrugada, usaba anteojos y tenía ojos café. Hoy, como si se hubiesen desteñido, el color de las córneas es completamente azul. A veces le lagrimean los ojos; otras, se achinan para enfocar lo que tiene enfrente. La mayoría del tiempo no lo logra leer hasta que saca una lupa oftalmológica de una caja.
Empezar a andar con la lupa fue la culminación de una seguidilla de hechos y descuidos. “Hace mucho tiempo empecé a tener una cosita azul al costado del ojo derecho. Era un principio de cataratas, pero no hice caso”, recuerda Pirincho. En 2013 se operó para para dejar de usar anteojos. La intervención fue un viernes y el lunes siguiente ya estaba sentado en el estudio de Futuro para hacer su programa. Ese mismo día sintió molestias en un ojo y su visión se hizo cada vez más borrosa por una lesión que apareció sin motivos en su córnea. A los tres meses, y con una pérdida progresiva de la visión, la opción era una sola: un trasplante de córnea.
“Rechacé la primera córnea y me tuvieron que poner otra. Tras esa segunda operación, estando resfriado, me tapé la nariz para estornudar y se me cortaron los puntos”, recuerda Pirincho antes de explicar que tuvo que recurrir a una tercera y luego cuarta intervención. Esta vez, con el diagnóstico de “miopía o astigmatismo. O ambas cosas”. Su caso, entonces, fue rápidamente enviado a Brasil, Estados Unidos, Alemania, Inglaterra y Argentina sin obtener un diagnóstico claro.
La falta de nitidez en la visión la compensó con el desarrollo del tacto y olfato. Además, aprendió que apretando “control” y el signo “más” en su computador la letra se hacía cada vez más grande y los guiones de su programa, que se emite de lunes a viernes de dos a cinco de la tarde, pasaron a estar redactados en letra Arial 72. “Aprendí a vivir con la lupa, también”, aclara Pirincho. Por precaución, algunos meses dos de sus tres hijos, Valeria y Camilo (37), quienes en diversas ocasiones le han pedido a su padre que deje de trabajar para que no abuse de lo que le queda de visión, se hicieron cargo de sus cuentas de Twitter y Facebook para que no cometiera errores: “Una vez agregué sin querer, porque no veía, a muchas chiquillas guapas a Facebook pensando que sólo les estaba pinchando la foto. Nunca me enteré de lo que hice hasta que vi que era amigo de ellas. Quise hacer un comunicado, pero el resto de las chicas que tenía entre mis amigas se podían ofender pensando que las trataba de feas. Desde ahí, me autodenomino el señor “me gusta”, porque cuando entro a Facebook le pongo “me gusta” y “compartir” a todo. Suena trivial, pero la vida social se limita a eso en redes sociales”.
Pirincho ya no va a conciertos
“Si no puedo ver, ¿para qué voy a ir?”, comenta. A eso se suma el factor vergüenza, esa que le viene de manera fulminante cuando se le acercan personas de todas las edades a pedirle fotos y saludos. “La gente es tan extremadamente cariñosa y eso de las fotos me da plancha. Últimamente me han dicho que me veo viejo y que el tiempo ha pasado por mí”, cuenta Pirincho. El último autógrafo que dio fue a una niña de unos 15 años del Liceo Carmela Carvajal. Pirincho se sorprendió. Sacó un lápiz, tomó el papel y desconcertado le dijo: Ya poh, ¿cómo te llamas? La niña respondió: no, si no es para mí, es para mi abuelita. “Lo encontré la raja”, recuerda.
Aun así -y aunque sea uno de los rostros más reconocibles del mundo radial- lo suyo es la voz. “Pero no sé si soy una voz vigente todavía, y tampoco me interesa saber”, afirma. El micrófono, según él, es un escondite que eligió. En el comienzo, a sus 15 años, fue parte de un grupo vocal llamado Los Cuatro Hits. Hacían jingles para comerciales, pero se terminó en el minuto que Pirincho escuchó a los Beatles “el tipo de armonías que hacíamos estaban obsoletas y no hubo caso de cambiar la forma de pensar de mis compañeros”, cuenta. Tras eso, empezó a hacer pruebas en diferentes radios de Valparaíso, donde más por porfía que por talento, terminó presentando canciones. Ya en 1999 llegó a Radio Futuro cuando esta se fundó, donde se ha convertido en un referente para los fanáticos del rock clásico. Van casi 20 años desde que llegó a ese dial y no parece querer moverse, aunque siempre esté amenazando con que se retirará: “Toda la vida me retiro o me mando a cambiar porque no me dejaron poner un disco o algo así. La última vez que me retiré fue a fines del año pasado, pero por cosas sentimentales no lo hice”.
Estar en la casa lo aburre, mientras que la radio es un relajo mental, la válvula de escape, aunque hay rutinas que lo fastidian, como “la repetición de música, o que un programador no se pueda desarrollar y tenga que alimentar a un computador de música y la máquina se equivoque. Me empelota la tecnología en general”.
¿Qué harías si no estuvieras en la radio?
Usar la lupita para volver a leer.
“Me sobra vida”
¿A qué le está faltando rock?
Ni al Gobierno, ni al Estado. Sino a nosotros, a la gente en general. Estamos confundidos, porque cuando decimos que el rock es una actitud no nos referimos a algo confrontacional, sino de luchar por los valores e ideales. Pedimos mucho y hacemos poco.
¿Y cómo ves la demanda colectiva por mejorar las pensiones?
Me indigna lo que pasa. No por mi caso, sino que más que nada porque el sistema está mal distribuido. En un principio estuvo bien, pero si tú partes de la base de una ecuación de que 2+2=5 puedes desarrollarla, pero el resultado es falso. Eso pasa con las AFP, tienen que haber más bases. No me gusta el concepto, eso del pilar solidario, pero creo que debería ser el Estado el que se haga cargo de la plata que depositamos mes a mes, no el empresariado, que ha manejado la mano de obra.
Él tiene una casa en Viña del Mar, un departamento en Santiago y un lugar “donde caerse muerto”, como dice él. Puede jubilar, según él, tranquilo. Pero tampoco piensa hacerlo en el corto plazo.
Mientras suena Led Zeppelin de fondo cuenta que nunca se imaginó llegar a su edad: “Cuando uno es cabro imaginaba la vejez como algo patético. Ahora me sobra vida y eso es lo preocupante”.
Hace casi veinte años, Pirincho pensó que iba a morirse: tras un episodio de estrés, se le paralizó el cuerpo completo. “Tuve que ir al sicólogo y al siquiatra, pero no cambié en nada. Sigo siendo mañoso”, admite. Por lo mismo, su familia le ha pedido en innumerables ocasiones que baje las revoluciones y que se quede más en su casa. En la radio, en tanto, tiene un círculo de protección donde se preocupan de hacerle ver en grande sus guiones, lo trasladan con cuidado y saben, aunque ocurra en pocas ocasiones, que “cualquier crisis, temblor o corte de luz, puedo solucionarlo yo”.
Pero los años han limitado sus paseos, su diario vivir es ir de la radio a la casa y al revés. “En la casa de repente tengo problemas para leer las preparaciones de las comidas. Me pasa también con el celular que tengo que pedir ayuda de vez en cuando para contestar los mensajes. Una vez me pasó que le quería mandar un piropo a una chiquilla y se lo terminé mandando a otra”, cuenta.
La edad lo aburre y no poder leer también. Está convencido de que tomar descansos sólo estará asociado a las intervenciones quirúrgicas que tuvo y que podría volver a tener. “Tras la última operación, fue la radio que me convenció de que me tomara una semana más para reponerme. Yo estaba bien, más aburrido que la cresta, eso sí”. Echo de menos leer. “Cuando pueda hacer eso de nuevo, me voy a jubilar”, dice.
¿Y cuál fue el último libro que pudiste leer?
Hace mucho tiempo, uno muy malo sobre Edgar Allan Poe.
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