¿Por qué nos gusta tanto pensar en el futuro?
Según los especialistas, hacerlo es necesario y propio de la especie humana. Pero también puede ser riesgoso. En promedio, las personas pasan seis horas diarias pensando en el mañana, lo que puede significar desde ser más creativos, hasta aumentar la frustración.
Quién no se ha imaginado en su casa, acostado viendo televisión, mientras está apretujado en el Metro en "horario punta". Quién no ha querido estar en la playa en lugar de la oficina, cuando todavía falta un año para las próximas vacaciones. Y quién no ha deseado, quizás secretamente, que el conductor de noticias diga sus números cuando anuncie al ganador del Kino un domingo en la noche. Quién no piensa en el futuro, ya sea utópico o factible, al menos una vez al día.
Nadie, según un estudio de la Universidad DePaul, en Chicago. Los participantes en la investigación debieron responder utilizando una escala de uno a tres, sobre cuánto de su día ocupaban en pensar en el mañana, en el hoy o en el ayer: uno era mucho tiempo y tres, muy poco. El futuro promedió 1,6; mientras que el presente y el pasado, promediaron 1,9 y 2,6, respectivamente. De hecho, el 38% del tiempo lo pasaban abocados al futuro. También se concluyó que la mayoría de las decisiones las tomaban en función de lo que cada uno proyectaba para sí mismo, con o sin alguna cuota de realidad.
CONTROL, ANTICIPACIÓN Y PLACER
Que el futuro importe más que el presente no es azaroso, sino inevitable. Con la evolución del ser humano, su cerebro aumentó de tamaño y la corteza prefrontal creció más que cualquier otra área. Y como explica en su libro Stumbling on happiness Daniel Gilbert, sicólogo de la Universidad de Harvard, "esta parte del cerebro le da al ser humano la capacidad de pensar en su existencia a través del tiempo".
Claudia Badilla, sicóloga de la Clínica Ciudad del Mar, concuerda con el autor. Dice que pensar en el futuro es normal. Incluso, "fundamental, porque le da control a la vida". Ese es uno de los tres factores claves de por qué le dedicamos tanto tiempo a lo que aún no ha pasado, y que podría no pasar: tener el control es una necesidad básica del ser humano. Y pensar en lo que aún no ocurre se asocia a la prevención de lo evitable, a la anticipación y al ensayo mental de todas las situaciones posibles.
Porque fantasear sobre el futuro no implica sólo finales felices. Los pensamientos negativos de lo que puede ocurrir ayudan a minimizar su impacto, si es que se concretan. Un experimento mencionado en el libro de Gilbert lo comprobó: sometió a dos grupos a 20 descargas eléctricas. A los integrantes del primero les avisaban con segundos de anticipación antes de hacerles una descarga alta, siendo las 20 de la misma intensidad. A los otros, en cambio, se les hizo 17 cargas bajas y tres altas, pero sin advertirles. La incertidumbre de no saber qué podía tocarles, hizo que las altas les dolieran más que a los otros.
Pero la anticipación también puede provocar placer. De hecho, ese es el tercer motivo por el cual nos gusta pensar en el futuro: porque es placentero. Según Gilbert, pensar en él es incluso más agradable que concretar ese futuro que imaginamos idílico o perfecto. Bien lo sabía el personaje del zorro en El Principito, de Antoine de Saint-Exupéry: le exigía al pequeño aviador que le dijera una hora exacta en la que iría a verlo. Y le explicaba por qué: "Si me dices que llegarás a las cuatro, yo te estaré esperando desde las dos; ansioso por tu llegada. Y esa espera me producirá felicidad".
FANTASEAR EN EXCESO
Como en todo, pensar excesivamente en el futuro puede ser dañino. Especialmente para quienes sufren de ansiedad. Y "la personalidad chilena en general es bastante ansiosa y depresiva", explica Badilla. Dichos rasgos suelen llevar el fantasear con el futuro al extremo, porque exageran la necesidad de tener el control y, para salir de la depresión, se busca estima del resto poniéndose metas -o imaginando un futuro- muy improbables, aumentando la frustración al no poder cumplirlas.
Según la sicóloga de la Clínica Ciudad del Mar, pensar en el futuro de manera obsesiva es cada vez más común: "Antes la vida estaba bien pauteada, ahora hay muchas más opciones para todo". Y eso aumenta las posibilidades y la incertidumbre. Por ende, los posibles futuros en los que pensar.
Sin embargo, eso no implica que haya que dejar de hacerlo. Imaginar lo que puede pasar es, como dice Gilbert en su libro, "el mayor logro del cerebro humano". Lo que realmente nos distingue del resto de los animales. Y Badilla insiste en lo positivo: "La fantasía es muy útil. Nos permite adelantarnos mentalmente a las consecuencias y está muy asociada a la creatividad". Pero hay que saber usarla.
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