Prince versus la industria: una batalla que duró cuatro décadas
Desde sus disputas con Warner hasta su relación con internet, el solista luchó de diversas formas por el control de su música.
A comienzos de 1985, luego de vender casi 20 millones de copias de Purple rain, además de ganar el Grammy y un Oscar por la película homónima, Prince dio el primer gran golpe de timón. Todo el mundo esperaba un nuevo éxito mundial, pero el músico, ya convertido en una superestrella, sorprendió con Around the world in a day, disco de orientación sicodélica y con menos potenciales hits radiales que su antecesor, lanzado con escasa promoción y sin un single por anticipado. Fue el comienzo de una tirante relación entre Prince y la industria, que sufrió varios dolores de cabeza con las decisiones de un artista poco apegado a los códigos del medio.
El capítulo más ilustrativo de esa fricción comenzó en 1992, cuando el músico tituló su duodécimo álbum con un símbolo impronunciable, que al año siguiente pasó a ser su nombre ante la ley. Fue su intento de boicot contra Warner Bros, sello que lo fichó en 1978 y que para comienzos de los 90, tras varios fracasos de venta, buscó dosificar sus lanzamientos. Así, en 1994, mientras la prensa lo rebautizaba como “el artista antes conocido como Prince”, éste aparecía con la palabra “esclavo” escrita en su cara y publicaba el exitoso single The most beautiful girl in the world de forma independiente, para demostrar de lo que era capaz sin la compañía. Finalmente resolvió el conflicto contractual publicando cinco discos entre 1994 y 1996.
En los años siguientes el autor de Kiss exploró todas las posibilidades: editó álbumes con otras multinacionales (EMI, Universal), con su propio sello (NPG) e incluso volvió a trabajar con Warner en 2014. Pero la movida más llamativa ocurrió en 2007, cuando sacó Planet Earth gratis en la primera página de un diario británico; no le avisó de esto a Columbia, sello con el que había llegado a un acuerdo previo para lanzar el álbum.
En la red
Con el nuevo siglo, y a medida que los sellos comenzaban a perder poder,el solista cambió su foco de atención hacia las posibilidades de internet, con las que mantuvo una relación de amor y odio. Así, mientras se decidía a vender discos y entradas para sus conciertos en la web -a través de suscripciones online y saltándose a los intermediarios-, demostraba al mismo tiempo su rechazo a la propagación digital de su obra.
Ya en 2007 anunció acciones legales contra YouTube por usar su música sin autorización. Fue el inicio de una batalla de una década contra el popular sitio de videos, donde sólo figuran un par de clips suyos. La pelea llegó a extremos absurdos, como el caso de una mujer demandada en 2015 por subir un video de su hijo bailando Let’s go crazy.
Su visión del streaming fue igual de contradictoria. En 2015 sacó su música de todas las plataformas y lanzó sus dos últimos álbumes sólo por Tidal, pero un mes después presentó el single Stare en exclusiva por Spotify. Es una de las sólo cinco canciones de Prince que, al menos hasta ayer, se podían escuchar en la plataforma.
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