Histórico

Putre-Chungará: Belleza en las alturas

<img height="16" alt="" width="60" border="0" src="http://static.latercera.cl/200811/193728.jpg " /><br />Son sólo 4 kilómetros y medio de recorrido, pero en dirección hacia el cielo. Un lugar que deja sin aliento.

Después de haber recorrido varios días el desierto y poblados donde no se veía ni un alma, el Altiplano me parece otro mundo. O, por lo menos, un norte completamente distinto. Basta llegar a los 3.800 metros sobre el nivel del mar (msnm), para que la aridez dé paso a bofedales (pantanos), llaretas,  riachuelos, vicuñas, alpacas, montañas nevadas y colores que sorprenden.

La mayoría de los que visitan el Parque Nacional Lauca toman un tour por el día y suben de una sola vez desde los 0 metros, a orillas del mar en Arica, hasta los 4.500 msnm en que se encuentra el lago Chungará. Es un viaje por todo el día y pocos lo disfrutan, porque casi nadie se salva de los síntomas del mal de altura: somnolencia, dolor de cabeza, náuseas, problemas para respirar. Incluso, en algunos los síntomas se agravan y tienen que bajarlos rápidamente.

Pero, de a poco, los turistas han ido entendiendo que es mejor recorrer la zona con calma, para aclimatar el cuerpo y realmente disfrutar el Altiplano en vez de ir a sufrirlo. Para eso, la alternativa ideal es subir hasta Putre, dormir una noche y seguir subiendo temprano al  día siguiente.

Putre se fundó en 1580 y rápidamente se convirtió en importante lugar de descanso y reabastecimiento entre Arica y Potosí, en pleno auge de las minas de plata. En ese tiempo se crearon grandes casonas, de las cuales hoy perduran sólo algunos portales de piedra tallada y su iglesia, reconstruida en 1670.

Putre se encuentra sobre los 3.500 msnm y apenas tiene unos 1.200 habitantes, pero gracias al turismo es un pueblo lleno de vida, que lo convierte en mucho más que un mero lugar de paso. Por sus calles se pasean decenas de extranjeros, la mayoría en el mismo estilo: mochila, un libro de viajes, chaqueta de plumas y un infaltable chullo o gorro estilo boliviano para capear el frío de las alturas. El ambiente, los acentos –de extranjeros y locales–, la comida, la arquitectura..., todo hace sentir como si se estuviera en otro país.

Por ejemplo, los restaurantes se llenan de ingredientes y sabores locales, pero a los que en el resto de Chile no estamos acostumbrados. En vez de un bife de vacuno, un buen trozo de alpaca a la cacerola. En vez de arroz o puré, el acompañamiento estrella es la quínoa. En vez de café, acá se toma un reponedor té de coca que, de paso, ayuda a evitar los síntomas de la puna o el mareo de alturas.

A LAS PUERTAS DEL ALTIPLANO
Por la mañana, uno de los integrantes de nuestro grupo desiste de seguir subiendo y decide regresar a Arica. Tiene la respiración agitada, dolor de cabeza y náuseas. Nos explican que la altura actúa en forma diferente según cada persona y, además, según el día. "Puedes venir una vez y que no te pase nada. Pero, puedes venir otra vez y sentirte pésimo. Depende de cómo andes tú y de factores como la humedad del aire", nos dicen en el pueblo, ya acostumbrados a los malestares de algunos visitantes.

Tomamos un desayuno liviano y emprendemos nuestra aventura al Altiplano. La subida desde Putre es corta, pero lo hacemos lento, parando en cada paisaje que nos cautiva. "Ya estamos sobre los 3.800 metros", nos dice nuestra guía. "¿Saben por qué? Porque ahí se ven las primeras vicuñas". Es un animal muy parecido al guanaco, pero un poco más pequeño y esbelto, y sólo vive sobre esta cota de altura. En esta zona hay cuatro especies de camélidos: guanaco, vicuña, llama y alpaca. Tanto guanacos como vicuñas son especies salvajes; en cambio, la llama y la alpaca son domesticables y han sido usadas por el hombre desde el período preincaico.

De a poco, empezamos a divisar algunos manchones de nieve que nos indican que la temperatura debe estar bastante fría. La oscilación térmica es grande. En la noche la temperatura puede descender a -10° C, mientras que en el día puede superar los 20° C.

El ascenso continúa lentamente. Ya comenzamos a ver llaretas, que es un buen indicador de que ya estamos por sobre los 4.000 metros. Esta planta es muy fácil de reconocer gracias a su forma de cojín –claro que son muy compactos y duros– de color verde claro. Crece apenas unos 20 milímetros al año y en la antigüedad su utilización como combustible doméstico en las minas y salitreras la llevó casi a la extinción.

Un poco más allá se encuentra el ingreso al Parque Nacional Lauca. La carretera por la que vamos (Camino Internacional CH-11) cruza el parque por el centro, así es que comienza a mezclarse la señalética de Conaf con la de Vialidad.

Nos detenemos en el sector Las Cuevas, donde hay un refugio de Conaf y uno de los sitios arqueológicos más importantes de la zona. Aquí, frente a uno de los bofedales, se encuentran las cuevas y aleros donde se descubrieron residuos fósiles de hace más de 9.000 años, que demuestran la existencia de pueblos cazadores-recolectores.

Antes de visitar el lago Chungará decidimos entrar a Parinacota, parada obligada, ya sea de ida o de vuelta. Este pueblo, ubicado a 42 km de Putre, es Monumento Nacional y fue declarado Zona Típica. Lo habitan apenas 149 lugareños, pero su fama recorre todo el mundo, especialmente, gracias a su iglesia que es protagonista de la mayoría de las postales.

La iglesia se ubica en el centro del pueblo, alrededor del cual fue creciendo un pequeño poblado con 50 casas de piedra, adobe y techos de paja. Fue construida en el siglo 17, pero debió ser reconstruida en 1789. Todo en ella sorprende: su enorme campanario blanco que contrasta con el color siempre azul del cielo; su piso de ladrillos y piedras; sus capillas laterales; su altar repleto de imágenes que mezclan la cultura aimará con la católica. Es imposible no detenerse un buen rato en los murales interiores, especialmente en el que se encuentra a la entrada a mano derecha. Es una llamativa representación del Juicio Final, donde claramente las mujeres salimos perdiendo, porque somos las únicas juzgadas, incluyendo todo tipo de torturas y hasta un dragón.

Al frente de la iglesia se ubica una pequeña feria artesanal. Es una lástima,  ya que escasea lo autóctono y local: son las mismas artesanías que se encuentran de Arica a Punta Arenas. Con algo de paciencia podrá encontrar buenas mantas y ponchos tejidos con lana de alpaca, y algunos "tesoros" imperdibles, como nacimientos en miniatura donde todos los protagonistas tienen estilo aimará.

A 19 kilómetros de Parinacota se encuentra el lago Chungará, famoso por su belleza y por ser considerado uno de los lagos más altos del mundo (4.517 msnm).  Se encuentra a los pies de los volcanes gemelos Payachatas: el Parinacota y el Pomerape.

Realmente, el paisaje deja sin aliento y da lo mismo que un poco más atrás esté la carretera o que cueste respirar. El azul intenso del lago, montañas de 6 mil metros que lo rodean, cumbres nevadas, bofedales, decenas de camélidos que pastan tranquilos, cientos de aves que se pasean por la orilla y, por supuesto, decenas de llamativos flamencos ayudan a completar este colorido cuadro.

Lamentablemente, aquí las demostraciones efusivas de felicidad por el paisaje –como bajar disparado del auto para ir a tomar una foto– debemos evitarlas por nuestro propio bien, porque la altura obliga a moverse a paso de tortuga. Cuesta quedarse quieto: la emoción es grande. Pero hago caso de inmediato cuando, un poco más allá, veo sentado a un turista, muy pálido, cabizbajo y respirando con una botella de oxígeno. Desafiar la altura es desafiar al cuerpo; por eso, dicen que con la puna no se juega.

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