Que no juegue la paranoia
Seguro que no lo sorprendo con esta afirmación: en la final de mañana, Argentina es favorita ante Chile. No hay que buscar segundas interpretaciones ni recurrir a algún charlatán de las predicciones para reconocer que el poderío de la Albiceleste es mayor que el de la Roja.
Jorge Sampaoli, la mente de la selección nacional, es quien lo tiene más claro. Lo sabe ahora, lo supo desde que asumió este desafío. Y eso es bueno, porque desde ahí sólo queda aspirar a lo mejor, a ser más grande. Todo lo que viene es crecer. El técnico sabe también que su escuadra tiene hambre y deseo de hacer historia, que no está conforme con haber clasificado a la último partido de la Copa América. Y eso es todavía mejor, porque está en las manos del entrenador canalizar bien esa energía. En el deporte, y muy especialmente en el fútbol, no existen imposibles, aunque la estadística, la historia, los millones de dólares y las fichas individuales sean tan aplastantemente favorables para el rival.
“No hay miedo”, exclama Claudio Bravo, golpeando la mesa y apuntando a los medios de comunicación. Yo le creo, aunque no comparto que tanto él como sus compañeros, en conferencias y redes sociales, salgan a responder a críticos, analistas y burlones, por desagradables que sean. Es una señal de debilidad, en días que se debe mostrar que no entran balas. Es indicarle al contrario que la cabeza no sólo está puesta en la pelota y la táctica. Es el discurso equivocado.
Es un partido de fútbol, nada más, como dijo Mascherano. Que los jugadores chilenos dejen de lado todo el peso emocional que involucra la final, todo lo que está en juego. Que utilicen todo eso en su favor. Empieza a correr el balón, empiezan a correr los jugadores. Las palabras, las amenazas, las dudas y las certezas se olvidan, dan lo mismo. La paranoia (que también ha tomado a varios argentinos), los temores y los análisis quedan para los que observan desde afuera, algunos más expertos que otros.
Chile hizo todos los méritos para jugar el último partido de la Copa América. Eso es indiscutible y es el mejor argumento para no sentir terror del monstruo albiceleste. Lo demás es sólo palabrería.
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