Terminal San Borja

Señor director:
Si un extranjero llega al Terminal de Buses San Borja de Santiago, lo primero que hará es acudir a la notaría más próxima, para declarar bajo juramento que no volverá a pisar la capital de Chile.
Si ese visitante tiene, además, la desgracia de desembarcar durante las noches de verano, donde los buses, las personas y las maletas se confunden en una masa perturbadora, sumará a su desconcierto la sensación de sentirse perdido, ya que para abandonar el caótico recinto no tendrá ninguna indicación sobre los puntos cardinales. No será tan imposible que el sufrido viajero crea encaminarse hacia la salida del terminal cuando, en realidad, lo estará haciendo hacia el sector de la entrada de los buses.
Hay más. Si logra resolver su problema de orientación, escabulléndose entre el tumulto y los anuncios de partida de las máquinas que se interponen en su marcha, deberá caminar algunas cuadras, sorteando a los transeúntes que circulan en los corredores de esa feria de vanidades que, al final de la fatigosa aventura, le permiten acceder a un medio de locomoción.
Hago un llamado al alcalde y a las autoridades todas a trasladar ese esperpento Terminal San Borja a un lugar humano. Hay que eliminar ese punto negro de la capital. Será un favor no sólo para los turistas, sino también para los habitantes de Santiago, que están condenados a usar los buses que los llevarán a otros pueblos, ciertamente, más acogedores que este rincón hostil de nuestra ciudad.
Eduardo Cruz-Coke M.
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