Histórico

Uso de marihuana en adolescentes

El uso agudo de cannabonoides puede producir alteraciones en la percepción y en la coordinación psicomotora. El consumo prolongado puede producir alteraciones en la organización del pensamiento, alteraciones de la memoria y la concentración. En algunos adolescentes vulnerables puede desencadenar psicosis, lo que es un riesgo grave y difícil de predecir.<br>

EL CONSUMO de drogas representa un problema en muchos países del mundo por sus consecuencias sociales y en la salud de las personas. Por esta razón, y en relación a la polémica sobre la posible legalización, es que la Sociedad de Psiquiatría y Neurología de la Infancia y la Adolescencia (Sopnia), ha querido precisar ciertos conceptos referentes a su uso e impacto en la salud de adolescentes, que de algún modo es diferente al impacto social en adultos, quienes en pleno conocimiento de riesgos, presuntos beneficios y haciendo uso de su derecho dentro del marco de la ley, optan por su  consumo.

Lejos de la intención de plantear el tema desde un punto de vista político, económico o de discurso  social, la necesidad de analizar sus implicancias  desde las sociedades científicas obedece al deber de informar a la opinión pública acerca de los efectos de ciertas sustancias como la marihuana, principalmente en los jóvenes, porque su desarrollo cerebral aún no se ha completado y se afectan funciones cerebrales en forma más definitiva que en adultos. Existen estudios ya avanzados sobre cómo el cerebro del adolescente responde al uso de cannabis sativa.

El uso de sustancias psicoactivas habitualmente es gradual y no siempre se llega a la dependencia. Esta ocurre según múltiples factores individuales y sociales, pero en general en una escalada entre el uso experimental  o recreativo, el consumo habitual, el abuso de la sustancia y la dependencia o adicción. En estas últimas etapas, la persona se encuentra afectada en mayor o menor grado por el uso de la sustancia en diversas esferas de la vida,  como en el área familiar, escolar, laboral, social, económica, o legal. Por lo tanto, así como las causas del inicio y mantención del consumo de drogas son variadas, dinámicas  y dependen  de múltiples factores, también lo son las manifestaciones y consecuencias de su consumo.

Nos referiremos específicamente al uso de marihuana. Los compuestos químicos identificados en la cannabis son más de 400 y se expresan dependiendo de la variedad, del clima de su cultivo, del suelo, del modo de preparación y otros. Alrededor de 60 de estos compuestos son del tipo cannabinoide, con una estructura química común. Algunos de estos, como el Tetra Hidro Cannabinol (THC) son los responsables del poder psicoactivo de la planta. El THC se distribuye en los tejidos corporales vascularizados y se almacena en el tejido adiposo y bazo. En el cerebro, el THC se distribuye a nivel cortical y subcortical y también en el cerebelo. De ahí sus efectos sobre el sistema nervioso.

 La marihuana se une a receptores cerebrales cannabinoides y de dopamina principalmente, pero también actúa sobre receptores de serotonina, GABA y pépticos opiodes. Por lo tanto, la exposición prenatal -durante el embarazo- a la marihuana  puede alterar el desarrollo de la neurotransmisión dopaminérgica y la de otros neurotransmisores. En niños y adolescentes estos neurotransmisores se desarrollan progresivamente, lo mismo que las funciones que ellos dirigen; por lo mismo, son personas especialmente sensibles a los efectos de la marihuana, pudiendo producirse daño estructural y funcional en la formación de redes y circuitos neuronales. Estos efectos se mantienen en el tiempo aun suspendido su uso. Los efectos del uso agudo de cannabonoides pueden producir alteraciones en la percepción y en la coordinación psicomotora (por lo tanto más proclive a sufrir accidentes). El  consumo prolongado puede producir alteraciones en la organización del pensamiento (procesos asociativos), alteraciones de la memoria y la concentración. A menudo provocan trastornos del comportamiento y están involucrados en trastornos del humor. En algunos adolescentes vulnerables puede desencadenar psicosis, lo que es un riesgo grave y difícil de predecir. El uso de cannabonoide es potencialmente adictivo al participar en el circuito cerebral de la recompensa (involucrado en la sensación de placer). Además, provoca tolerancia y dependencia, lo que implica dificultad de dejar su uso.

Desde un punto de vista de la salud pública y, según la Organización Mundial de la Salud (OMS), la marihuana es consumida principalmente por menores de 21 años, por lo que las políticas públicas deben considerar principalmente el impacto en ese grupo etario. En adolescentes es frecuente además el policonsumo de sustancias como alcohol, tabaco y marihuana, lo que permite, además, el consumo de otras drogas a través del mecanismo de búsqueda de placer y de recompensa subjetiva. 

El uso prolongado de marihuana también tiene efectos sobre el sistema respiratorio (bronquitis obstructiva, mayor riesgo de cáncer de boca, de lengua y de pulmón, que el riesgo posible por tabaco) el cardiovascular (taquicardia), el endocrino (alteración en la síntesis de hormonas sexuales e inhibición de la conducta sexual) e inmunitario (disminución de la respuesta inmunitaria). Cabe destacar que en los países en que se ha despenalizado el consumo de marihuana se ha demostrado una disminución de la percepción de riesgo en los adolescentes consumidores y no consumidores, lo que constituye un riesgo para el aumento del consumo.

Los beneficios farmacológicos de analgesia han sido utilizados en algunos pacientes terminales y otros efectos potencialmente benéficos aún no han sido completamente estudiados. En este contexto técnico, la legalización de la marihuana implica varios riesgos en población adolescente: 1. Disminución de la percepción de riesgo.

2. Disminución de la edad de inicio.

3. Aumento del consumo en población general y adolescente.

4. Aumento de consumidores problemáticos.

5. Mayor gasto en salud. En la actualidad estamos frente a un problema de salud pública, por lo tanto, debemos lograr reducir el consumo de alcohol y drogas en población de adolescentes y jóvenes en Chile. Para eso tenemos ciertas tareas centrales: 1. Reducir el acceso a drogas.

2. Ser realistas y no minimizar  la percepción de riesgo.

3. Tratar, rehabilitar e integrar socialmente a los consumidores problemáticos de drogas.

4. Aumentar y mejorar la calidad y estilo de vida de nuestra población, para que sea incompatible con el consumo de drogas. Como sociedad científica y ciudadanos, queremos tener un país más sano, seguro, desarrollado y equitativo, donde las drogas, entre ellas la marihuana, tengan la menor presencia posible.

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