Histórico

¿Y el urinario?

Nos quedamos sin ver la muestra de Marcel Duchamp que se iba a efectuar en el MAC. La razón por la que se bajó la exposición es, al menos, paradójica.

HACE UNA semana fue cancelada la muestra de Marcel Duchamp que se iba a efectuar en el Museo de Arte Contemporáneo. Por primera vez íbamos a ver en Chile los ready-mades, aquellos artefactos de uso cotidiano que, al instalarse en un museo, con título y firma del autor, adquirían un sentido nuevo, poniendo en duda el concepto de originalidad y la definición misma de lo que es arte.

Nos  quedamos  sin  ver  La fuente -más conocido como el urinario-, Portabotellas, Rueda de bicicleta y tantas otras obras que modificaron de manera radical la forma de ver el arte. La razón por la que se bajó la exposición es, al menos, paradójica. Porque uno podrá entender que se defienda a brazo partido la autenticidad de un cuadro de Vermeer o Botticelli, pero, ¿de Duchamp?

Su primer ready-made en Nueva York fue una pala que compró en una ferretería, sobre la que colocó "En previsión del brazo roto". Y el gesto de pintarle bigotes a La Gioconda lo realizó sobre un afiche, es decir, en otro objeto de producción industrial. "Un aspecto del ready-made es que no tiene nada de único", dijo el mismo Duchamp, que envió un urinario al Armory Show de 1917. Sin embargo, los organizadores de la exposición rechazaron la obra, que estaba firmada por un ficticio Mr. Mutt.

Como respuesta, el creador publicó un artículo en la revista The Blind Man donde salía la foto y un texto que cristalizaba toda su filosofía: califica de absurdo considerar que la obra es inmoral, por ser un artefacto de uso corriente, y le resta importancia al hecho de que el señor Mutt realizara o no la pieza. "LA ELIGIO", se lee, así, con mayúsculas. "Cogió un artículo de la vida cotidiana y lo presentó de tal modo que su significado utilitario desapareció bajo un título y un punto de vista nuevos. Creó un pensamiento nuevo para ese objeto".

El urinario, al igual que la mayor parte de los ready-mades, desapareció al poco tiempo. De ahí que Duchamp autorizara a Man Ray, Richard Hamilton y a otros artistas a que hicieran copias para exposiciones. En 1963, el galerista Arturo Schwarz -de donde provienen algunas piezas hoy cuestionadas- le propuso a Duchamp realizar una serie de ocho copias de 13 objetos distintos, con la intención de venderlos.

Si en esa oportunidad se hicieron cuatro réplicas -o cien, mil o un millón- que quedaron fuera de colección carece de importancia. En rigor, cualquier copia es válida para transmitir el mensaje. Duchamp inventó una idea; no los artefactos. Lo que ocurre ahora es que los administradores de su legado han sacado provecho y, al mismo tiempo, desvirtuado la esencia del creador. Con infinitas copias se acaban las subastas, tasaciones, seguros, coleccionistas y todo lo que compone el mercado del arte.

La cancelación de la muestra del MAC se suma a la de Modigliani que organizaba el Museo de Bellas Artes. La responsabilidad no es de los directores de dichas instituciones, aunque es un hecho de que la procedencia de las obras venía siendo cuestionada hace por lo menos tres años. Con todo, su mayor compromiso debiera ser el de programar exposiciones de envergadura. Al caerse las dos exhibiciones más importantes del año, queda en evidencia la pobreza de los dos museos llamados a liderar la oferta de artes visuales del país.

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