Opinión

A 80 años de la ONU: renovar confianzas

La Organización de las Naciones Unidas cumple ocho décadas en un entorno más interdependiente y, a la vez, más tensionado. En 1945, tras el fin de la Segunda Guerra Mundial, los Estados fundadores imaginaron un orden internacional basado en la cooperación, la dignidad humana y la prevención del conflicto. Hoy el multilateralismo enfrenta una crisis profunda: guerras prolongadas, incertidumbre, rivalidades políticas y comerciales entre potencias, pandemias, desplazamientos forzados y crisis climática, entre otros. A ello se suma un sentimiento de creciente distancia ciudadana que obliga a explicar mejor qué hace la ONU, cómo decide y cómo las personas se benefician de su acción.

Pese a las dificultades descritas, la ONU sigue siendo el foro indispensable donde el mundo puede dialogar, acordar reglas y rendir cuentas. Ninguna otra instancia convoca a 193 Estados para deliberar sobre paz, desarrollo sostenible y derechos humanos. Sigue siendo un espacio necesario, sobre todo cuando la experiencia de estas ocho décadas nos muestra que cuando la cooperación se debilita, aumentan los costos humanos, económicos y ambientales.

Chile ha sido un actor activo y consistente en Naciones Unidas desde sus inicios. Estuvimos en San Francisco en 1945. Pocos años después, el jurista chileno Hernán Santa Cruz aportó de manera decisiva a la elaboración de la Declaración Universal de los Derechos Humanos, al situar la justicia social como fundamento del texto. Desde entonces, nuestro país ha defendido el derecho internacional, ha impulsado la igualdad entre mujeres y hombres, ha promovido agendas de océanos y clima, y ha acompañado procesos de construcción de paz. Más recientemente, presidimos el ECOSOC, desde donde trabajamos por una financiación del desarrollo más previsible y por una mayor coherencia del sistema para acelerar la Agenda 2030. Esa trayectoria fundamenta la candidatura de Chile a la Secretaría General, entendida como un paso coherente con nuestro aporte histórico a la búsqueda de consensos y servicio multilateral en el marco de la organización.

La elección de quien conducirá la ONU en su novena década abre una oportunidad para renovar confianzas. No se trata solo de escoger a una persona, sino de afirmar una visión: la de una organización más cercana a la ciudadanía, sus necesidades y dolores; más eficiente y efectiva; una que construya puentes entre las legítimas diferencias. El liderazgo que emerja deberá combinar autoridad moral, experiencia, capacidad política y, sobre todo, una convicción profunda en el valor de lo común.

A ochenta años, la ONU requiere una actualización práctica que represente mejor la realidad internacional; menos opacidad y más claridad en los resultados; menos diagnósticos y más implementación. Renovar confianzas supone alinear fines y medios: reglas conocidas, instituciones que funcionen y una narrativa de cooperación que conecte con la vida cotidiana. Para países como Chile, que dependen de un orden internacional previsible y de normas reconocidas por todos, este esfuerzo no es retórico: es una necesidad.

Desde Chile reafirmamos nuestra convicción de que el mundo se gobierna mejor cuando los países dialogan con honestidad, cumplen lo que acuerdan y anteponen el interés común. Esa es la orientación que inspira nuestra propuesta y el estándar con que esperamos ser evaluados: por la capacidad de unir voluntades, prevenir crisis y convertir los acuerdos en mejoras tangibles para nuestras sociedades.

Por Alberto van Klaveren, ministro de Relaciones Exteriores de Chile.

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