SEÑOR DIRECTOR:
Constatemos que el subsidio al Transantiago (ahora “Red”) ha pasado la barrera de los US$ 1.100 millones-año. Se inició el 2007 con la expectativa de autofinanciarse y hoy presenta serias dificultades financieras, operacionales y también de legitimidad.
En el transporte público de la Región Metropolitana (RM) participa el Estado que, a través de licitaciones de uso de vías, regula eficiencia y calidad, las empresas operadoras que aportan experiencia en buses y conocimiento de las comunas, y el Administrador Financiero que aporta el medio de pago, la gestión de ingresos financieros y su distribución y los millones de usuarios.
Actualmente en la RM siete (7) empresas operan 7.000 buses y se efectúan más de 500 millones de transacciones-año.
Al licitar el uso de vías a privados y asegurando que ningún otro operador adicional compita en una misma vía, el Estado crea monopolios con fuerte poder político. Son una difícil contraparte para las unidades de administración del Estado y por otra, ejercen presiones públicas cuando lo requieren.
Adicionalmente, el sistema debe generar ganancias (lucro) para los operadores y para el administrador financiero. Esto provoca tensión entre los costos de una razonable calidad de servicio y la necesidad de ganancias que, al día de hoy se resuelve con mayor gasto desde el Estado.
Además, en una inexplicable concentración del gasto de los US$ 1.590 millones en subsidios para el transporte en el país (2023), la RM concentra un 76% y supera en 15 veces el gasto por persona de algunas regiones. Las compensaciones con regiones (Ley Espejo) no disminuyen significativamente esta grave desigualdad.
Con lo mencionado y adicionalmente con una evasión del 40%, con subsidios entregados por kilómetros recorridos (no por pasajero), con rigidez para integrar los distintos modos y adaptarse a la cambiante demanda, el modelo, como un servicio de responsabilidad del Estado, está ya agotado.
Jorge Inostroza Sánchez
Expresidente Grupo EFE
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