Opinión

Amarillos

Amarillos

Déjenme explicárselos en este día de cierre de inscripción de candidaturas. Amarillos es un partido que no pretendió nacer. Unos 70 firmaron 6 meses antes del plebiscito una declaración alertando contra un texto constitucional que, a esa fecha, en las encuestas aparecía con aprobación abrumadora. Fue titulado “manifiesto amarillo”, inspirados en una columna de su fundador, Cristián Warnken, donde este explicaba a uno de sus hijos el epíteto “amarillo” con que lo insultaban mientras paseaba con él por las cercanías de Isla Negra. Para su sorpresa, de todo Chile comenzaron a llegar mensajes de miles que deseaban firmarlo. Superó las 70.000 adhesiones.

Nunca han tenido una medición electoral de cuantos representan. Es habitual que les susurren al oído, “yo también soy amarillo”. Nadie duda que jugaron roles claves en el plebiscito constituyente. Por eso algunos aplauden y otros los odian. Fueron la identidad política de ese quiebre histórico entre pueblo y una izquierda absurda que había perdido la brújula llamando a votar Apruebo. Representaron un pueblo reformista votando Rechazo.

Hoy enfrentan un nuevo reto. Contribuir a construir mayorías para dar gobierno a una política fragmentada. Oponer el acuerdo a la exclusión y a la descalificación. Separar aguas de los extremos, porque sus mesianismos solo construyen exclusión, división, violencia y son incompetentes para generar prosperidad para mayorías. Ese es el mayor desafío democrático de hoy para avanzar a un Chile de convivencia segura, de paz recuperada, capaz de traer prosperidad.

Apoyan a Matthei, pero desde el inicio decidieron llevar candidatos a parlamentarios en lista propia, distinta a Chile Vamos. No fue por problemas en converger con una derecha democrática. No hay alianza democrática moderada posible con una izquierda de brújula extraviada. Llevan lista amarilla a parlamentarios en 5 regiones, todos ellos comprometidos con Evelyn, pero también dan así una señal de que no son “derecha” como furibundamente buscan tildarlos desde el oficialismo, sino ese reformismo democrático, popular y liberal, que tuvo el coraje de desafiar la orden de las cúpulas y votar por el Rechazo. Lo meditaron y sus aliados lo entendieron. Aspiran a 4 diputados para seguir existiendo como partido, pero no buscaron leyes que los favorezcan; apoyan el cambio antifragmentación del sistema político. Lo que otros disimulan para parecer de “centro” a sabiendas que allí se juega la elección, lo han practicado con convicción. La centroizquierda y el reformismo murieron por suicidio colectivo de suspartidos, pero vive en mayorías nacionales hoy dispersas que buscan hacer converger.

Hoy, día de cierre, me pareció pertinente contarles de este bicho raro, llamado “amarillos”, en que se conjuga la imagen de que no son muchos, pero sí interpreta a muchos y ha pesado fuerte en episodios decisivos de la política reciente.

Por Óscar Guillermo Garretón, economista

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