¿Y si aprovechamos el vuelito del 18?

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Viajo en auto fuera de Santiago a celebrar estos días de Fiestas Patrias. Pese al tremendismo de los medios de comunicación y los matinales que anunciaban todo tipo de colapsos carreteros, el camino al sur fluye, con la autopista cargada de miles de familias tan distintas pero tan iguales. Para cualquiera de esas familias, una empanada significa más o menos lo mismo, o el mote con huesillo, la cazuela, las sopaipillas, el pebre, la marraqueta, la chicha o la ensalada a la chilena.

Para todos y todas, dicho en lenguaje de encuestas, la comida chilena tiene un alto reconocimiento y muy baja reprobación.

La noche del 17 nos encontramos un grupo grande de personas a conversar en el living de una casa sureña. Mientras hablamos, entre los invitados hay un argentino. Nos cuenta de su sorpresa sobre la manera de amar la patria que él ha visto entre los chilenos y chilenas. Nos cuenta cómo, después de vivir aquí hace 15 años, se emociona más con nuestras celebraciones patrias que con las suyas. Dice que le gusta vernos a todos juntos, que goza de la manera en que ponemos la bandera, con cada casa a su pinta, con la estrella a la derecha o a la izquierda, en un mástil o en la ventana, que algunos la ponen por orgullo y otros por miedo al parte, pero que la ponemos igual. Grande, chica, de plástico o de género.

Dice el argentino que nos ha visto bailar en estas fechas lo que venga, que salimos a peregrinar con la familia o entre amigos desde el campo, la playa, hasta la ciudad, las fondas o los bares. Que aunque la plata no alcance, siempre hay algo que se puede echar a la parrilla, incluyendo berenjenas y zapallos italianos para los que son veganos.

Mientras hablamos, sabemos que tenemos adhesiones políticas diferentes, sufrimos de nuestros estereotipos y creencias distintas, incluso contrarias. Pero si alguien dice Violeta Parra, o Neruda, o hablamos de la Independencia, del mar o los mariscos, de la sequía, vamos a encontrar siempre un espacio común de conversación y debate. Estuvimos horas conversando, cada uno pensando de manera muy distinta, pero capaces de escuchar y descubrir una forma de seguir la conversación hacia espacios comunes donde todos vimos posibilidades de entendernos.

Tengo dos hipótesis: o el resto del tiempo que no celebramos el 18 de Septiembre no escuchamos a nadie y solo queremos imponer nuestros puntos de vista, y la conversación ocurre entre el altisonante alarmismo de los medios de comunicación y la miopía de algunos dirigentes políticos o, segunda hipótesis, las Fiestas Patrias tienen una magia de reencuentro que debiéramos aprovechar para el resto del año.

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