Por lo general, cuando se habla de crear un hábito se dice que debes ejercitarlo durante determinado tiempo; es decir, que requieres hacer la misma cosa todos los días hasta que se convierta en una costumbre. Ya en 1960, el Dr Maxwell Maltz planteaba que aquellos pacientes que perdieron alguna extremidad tardaban un mínimo de 21 días en adaptarse a este cambio en su cuerpo, es decir, era el tiempo en el que dejaban de experimentar la sensación “fantasma”. Desde entonces, se popularizó que se requieren 21 días para transformar una actividad en un hábito. De acuerdo con investigadores del University College de Londres, por su parte, crear un hábito, como hacer ejercicio o alimentarse de manera más saludable, puede tomar alrededor de 66 días, periodo que permite fijarlo y mantenerlo por muchos años.

Quizás uno pierde la perspectiva, pero a la fecha ya llevamos más de 60 días, en mayor o menor medida, con cambios profundos de comportamientos, la mayoría de ellos no necesariamente por opción. Así, desde mediados de marzo nuestras actividades diarias, rutinas y la forma en que realizamos muchas tareas, han cambiado de manera radical. Lo más evidente, es el hecho de que los niños dejaron de asistir físicamente al colegio y comenzaron con educación virtual, sumado a que parte importante de los trabajos se están realizando de manera remota, lo que anterior a esta pandemia, era totalmente impensable. Pero hay otras actividades que son menos evidentes, y cuyos cambios serán profundos y con consecuencias sustantivas.

Dos ejemplos concretos, ampliamente conocidos y discutidos, y que enumeraré sólo para ejemplificar.

El primero, es el impacto que tendrá el teletrabajo en cómo se organizan y funcionan las empresas, lo que a su vez redundará en un cambio en el mundo inmobiliario. Previo al Covid-19, solamente algunas empresas tenían incorporado teletrabajo como opción, aunque un número cada vez más creciente de ellas estaba apuntando en esta dirección. Sin embargo, la situación actual aceleró el proceso, forzando a gran número de las compañías a tener a sus colaboradores trabajando remotamente, llegando en algunos casos al 100% de los trabajadores.

Claramente esta no es una situación sostenible, pero la “nueva normalidad” será más parecida a esto, que a la previa. Ello considerando que ya se ha probado su eficacia, y que es posible trabajar a distancia para muchos cargos y situaciones que antes era impensable. Así, probablemente parte de los trabajadores terminarán cumpliendo -al menos parcialmente- sus labores de manera remota, considerando la disminución en las horas de traslado, entre otros factores. Ello tendrá fuertes implicancias para la cantidad de metros cuadrados que requerirán las compañías, y el layout que tendrán que hacer de las oficinas.

Un segundo ejemplo claro es el retail, específicamente el e-commerce. Esta es una tendencia que definitivamente no es nueva, pero que a raíz de la situación actual, se ha acelerado de manera sustantiva. Si hasta hace algunos años, sólo un 2%-3% de las ventas se realizaban online, este año pre-Covid ya había subido a un 10%, y a raíz de la situación actual, incluso ha superado el 40%. Probablemente después de superada la crisis sanitaria, dicho porcentaje disminuirá, pero la gente que no sabía cómo comprar o tenía miedo y ahora lo está haciendo, continuará comprando online, por lo que el porcentaje difícilmente bajará a niveles del año pasado.

Ejemplos como estos hay varios. Pero en resumen, tras más de 60 días realizando las actividades de manera distinta, nuestros hábitos probablemente han cambiado, al menos parcialmente, y retornar a la situación anterior está prácticamente descartado.

El virus, y el impacto en la economía, nos ha forzado a replantearnos muchos temas. Y en esa línea, en el ámbito de las inversiones también. Los cambios de hábitos van a traer consecuencia para muchos sectores y compañías. Algunas saldrán favorecidas y otras deberán replantearse sus modelos de negocio. Por ejemplo, quedó en evidencia que sí es posible revertir el tema del cambio climático, por lo que probablemente dicha temática tomará aún más peso a la hora de invertir.

La realidad, es que la situación sanitaria actual adelantó de manera forzada y acelerada una revolución para la cual lentamente las empresas, y cada uno como individuo, estábamos preparándonos, pero con un horizonte que estimábamos se daría en 3, 4 años, o más. Volver atrás, aun cuando se acabe la crisis sanitaria, será prácticamente imposible. Así, la “nueva realidad”, se parecerá mucho más a la situación actual, que a lo que era pre Covid-19. Indudablemente, el mundo financiero, y específicamente el de inversiones, también deberá cambiar, y de manera acelerada. Esto nos obliga también, a preparar desde ya los portafolios de inversión para lo que ya estamos viviendo.

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