Chao plebiscito

Para el 26 de abril está fijado el referéndum constitucional.
Para el 26 de abril está fijado el referéndum constitucional.

Los que defendemos la opción de suspender estamos conscientes de que la situación del país después de esta crisis va a ser totalmente distinta, donde lejos de gestionar aspiraciones de un país camino al desarrollo, vamos a tener que hacer todo lo posible por no regresar al subdesarrollo.



Mientras los políticos se reúnen para buscar alternativas de fechas para el Plebiscito, la mayoría de las personas comienza a encerrarse en sus casas y el país a clausurarse por el Coronavirus. La “primera línea” desapareció de las calles y sólo quedan algunos nostálgicos del estallido de octubre que se resisten a reconocer la realidad que nos golpea la puerta. Hasta la estatua del General Baquedano recuperó sus colores y se espera que en las próximas semanas veamos las consecuencias más directas de la expansión de este virus, copando la agenda política sin muchas alternativas.

¿Postergar o suspender? Esa es la disyuntiva a la que se enfrentan los políticos. Postergar por un tiempo, dirán algunos políticos, porque las demandas sociales se mantendrían y una vez que todo vuelva a la normalidad, se retomarían las discusiones en las calles y en el Congreso. Suspender indefinidamente, es la opción de quienes creemos que el país no resiste otra crisis económica y que los efectos del coronavirus, sumados a los 5 meses de violencia que pasaron, serán letales para nuestra sociedad y economía.

Los que defienden la opción de postergar y establecer una nueva fecha para el plebiscito, son los mismos que se han negado a ver la grave crisis económica que ha afectado al país en los últimos meses: más de 300 mil desempleados, una baja significativa del crecimiento y un país funcionando a media máquina durante varios meses, fueron el resultado material y concreto de la fiesta de violencia que se tomó las calles. Son los mismos que, para enfrentar esta crisis, proponen aumentar los impuestos o impedir a los empleadores despedir a sus trabajadores, a pesar de no tener recursos para pagarles.

No entienden, simplemente, que la economía no se sostiene con un cambio constitucional, reformas legales y buenas intenciones, sino que las cadenas de valor se construyen en el tiempo y que incorporan muchas y diversas circunstancias. Para ellos lo más fácil es pedir que cierren todos los comercios, sin pensar en las compensaciones y medidas paliativas que puedan sostener una mediana empresa. Creen que un restaurante con la puertas cerradas, puede seguir financiando a garzones, cocineros y proveedores, sin recibir un solo peso como ingreso.

Los que defendemos la opción de suspender estamos conscientes de que la situación del país después de esta crisis va a ser totalmente distinta, donde lejos de gestionar aspiraciones de un país camino al desarrollo, vamos a tener que hacer todo lo posible por no regresar al subdesarrollo. Sabemos que el estallido social produjo un enorme daño económico al país y que la paralización absoluta de actividades por el Coronavirus -necesaria para prevenir una crisis sanitaria mayor- puede derivar en un colapso de los fundamentos económicos que nos habían sostenido durante tanto tiempo. Estamos convencidos, finalmente, de que seguir manteniendo la incertidumbre constitucional abierta, solo se va a traducir en más desconfianza para nuestro futuro y la pérdida de oportunidades como país, para recuperarnos más rápidamente.

Chile tiene que empezar a entender que no estamos en una crisis transitoria. Los graves efectos del estallido de violencia y del Coronavirus no son circunstancias que vayan a desaparecer fácilmente en el tiempo. No hay plan económico alguno que vaya a devolverle la solvencia a miles de PYMES, el empleo a miles de cesantes, ni la confianza de los inversionistas. Esta crisis económica y social va a ser larga y profunda, y mientras antes nos demos cuenta, más pronto podremos retomar el rumbo hacia el desarrollo y la mejora del bienestar para todos los chilenos.

Hoy más que nunca, lo que tenemos que hacer es postergar indefinidamente el Plebiscito y aferrarnos a nuestra actual Constitución, la única herramienta que puede volver a reconstituir los cimientos destruidos de esta crisis y poner al país en forma, una vez que pase la debacle. Porque aunque muchos se lo digan, ténganlo claro: no hay Constitución en el mundo que cure el Coronavirus ni que pueda revivir una economía que está en la unidad de cuidados intensivos.

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