Columna de Gonzalo Muñoz Abogabir: Churchill y las batallas de la agenda climática

COP29 climate summit in Baku
REUTERS/Murad Sezer


Vivimos un momento crítico de la humanidad, con conflictos bélicos propios del siglo pasado, el populismo apoderándose de la política en casi todos los países, la economía tambaleante y fenómenos extremos amenazando el bienestar de las personas, así como los sistemas productivos. En su momento, Winston Churchill dijo: “La democracia es la peor forma de gobierno, exceptuando a todas las demás”. Necesitamos soluciones globales a desafíos globales, y el multilateralismo es lo que tenemos, un sistema que está en el paredón de personalidades y gobiernos que parecen optar por el “sálvese quien pueda”.

En el mismo mes de las elecciones en EE.UU., comenzaron cuatro conferencias ambientales globales (biodiversidad, clima, plásticos y degradación de suelo). La COP 29 de clima en Azerbaiyán se transformó en uno de los eventos culmines al ser la segunda COP más concurrida de la historia, donde se pudo defender lo avanzado en las COP anteriores; se logró un piso de financiamiento de 300 mil millones de dólares, (mientras se realizan los esfuerzos por alcanzar la cifra de 1,3 billones necesarios); se dieron pasos relevantes en la estructuración de los mercados de carbono, y se obtuvo un gran apoyo para la agenda de acción climática, asegurando su mantención por otros cinco años.

Algunos avances parecieran medirse en milímetros, pero si sumamos lo que está pasando en la economía real, se convierten en kilómetros. Hemos normalizado el hecho de que las energías renovables son la mejor opción, y la electrificación del transporte se está consolidando en todo el mundo. Mientras la discusión parece entrampada por la torpeza de creer que la agenda climática es sinónimo de comunismo, China está asumiendo un liderazgo político y tecnológico excepcional junto a Reino Unido, Brasil y los Emiratos Árabes Unidos, países que evidencian beneficios y avances significativos a partir de las inmensas oportunidades que ofrece la economía descarbonizada.

Al mismo tiempo, se ven progresos de gran escala en lugares tan dispares como California, Pakistán y Senegal, donde el costo de la energía fotovoltaica ya es muchas veces menor y más confiable que los combustibles fósiles. Siendo Bakú la capital de un país petrolero, resultó impresionante ver la penetración de los vehículos eléctricos e híbridos, lo que demuestra que la descarbonización es tan urgente como imparable. Sólo la frena el sinsentido de quienes ven en ella una amenaza a sus intereses financieros de corto plazo, o quienes creen que 8 mil millones de personas podemos convivir en este planeta sin atender a quienes se encuentran en condiciones de vulnerabilidad.

Esta falta de empatía por personas y otras especies amenazadas, finalmente termina forzando migraciones, degrada espacios naturales y comunidades, pone en jaque el acceso a agua, alimentos y bienes, y con ello, debilita la democracia y los gobiernos. Es un inmenso daño autoinfligido.

Lo de Bakú fue una pequeña batalla ganada en tiempos tremendamente desafiantes, pero es totalmente insuficiente. Estamos llegando cada vez más tarde a revertir la crisis ambiental. Cada duda, cada freno, aumenta el daño actual y futuro. Es por ello que se necesita más coraje y determinación que nunca. No sirven los egoísmos y cobardías. Como dijo el clérigo sudafricano, premio Nobel de la Paz, Desmond Tutu: “No soy un optimista, soy un prisionero de la esperanza”.

Por Gonzalo Muñoz Abogabir, Champion COP 25, cofundador Manuia y Ambition Loop