Opinión

Columna de Jaime Mañalich: IA, una nueva luz, pero cuidado

inteligencia artificial

El siglo XXI ha coincidido con el desarrollo acelerado de la inteligencia artificial (IA), desde un sistema que puede tener acceso a toda la información disponible para proponer el mejor curso de acción, sea una partida de ajedrez, o el desarrollo de medicamentos revolucionarios, hasta una tecnología que es capaz de aprender por sí misma y generar conocimiento nuevo.

Una de las áreas más impactadas por la IA es medicina. De 217 artículos sobre el tema en revistas indexadas el año 2018, se pasó a 2.455 el 2013. Gran parte de las investigaciones apuntan a la pregunta: ¿Quién lo hace mejor? ¿Un clínico humano o una máquina?, haciendo eco del momento que “Deeper Blue” derrotó a Kasparov en una serie de seis partidas de ajedrez. Las respuestas a favor de la máquina crecen vertiginosamente y es cosa de tiempo para que la IA lo haga mejor en exámenes radiológicos, estudio de biopsias, test de laboratorios e, incluso, razonamiento complejo. Esta fascinación por la competencia llena titulares; pero no se hace cargo de los desafíos esenciales. ¿Cuándo la IA se equivoque y produzca daño, de quién es la responsabilidad? La medicina se ejerce en un contexto valórico y jurídico, ¿qué algoritmo se introducirá para el razonamiento ético, y quién será la persona para definirlo, y cómo? ¿Cómo se financiarán estos enormes avances sin aumentar la brecha en el acceso a la salud entre quienes más y menos tienen? ¿Cómo se manejará el tema de las patentes y los costos asociados en el acceso a esta tecnología?

Vivimos un momento de fascinación por la irrupción de una tecnología que probablemente superará en su importancia histórica a la de la imprenta; pero no se ve un proceso de reflexión humanista que acompañe este proceso. Tampoco, aunque la misma IA permitiría hacerlo con facilidad, se analiza el impacto del riesgo de desinformar sistemáticamente desde una aplicación como ChatGPT, intervenida por ciberdelincuentes.

Valores como la confidencialidad de los datos y evitar que su difusión se transforme en coerción y riesgo para los individuos, la necesaria comprensión de las personas de la información que se les entrega, para que sean ellos, los que libremente elijan lo que crean más conveniente para su vida, no están presentes.

No cabe duda, el mundo de la medicina será diferente con la madurez de la IA, y es probable que sea una buena noticia, porque una colaboración humanos-IA puede traducirse en un salto cualitativo hacia la salud de la población, máxime si este desarrollo se centra en modelos predictivos de salud pública y ayuda a concentrar recursos y esfuerzos donde se obtendrán los mejores resultados, pero a la vez, una nota de cautela. Es necesario poner los potenciales efectos adversos sobre la mesa y regular, legislar, definir y focalizar en el mayor desafío: ¿cómo lograr superar la brecha de equidad en educación, en acceso y prevención en salud, a través de la IA como compañera de ruta?

Por Jaime Mañalich, médico

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